No suscita confianza de regeneración, entre la plantilla municipal, el nuevo equipo de gobierno que, después de la temporada de pactos, se va a ocupar de dirigir el consistorio capitalino de nuestra región.
Más allá de las personas, a las que hay que respetar en su condición de representantes de la ciudadanía, lo que se percibe es que las organizaciones a las que representan van a cambiar las cosas para que no cambie nada.
La política tiene poca cabida en un Ayuntamiento, pues en estos no se elaboran leyes, si acaso alguna ordenanza y/o reglamento, lo que de verdad importa es la gestión para dar el mejor servicio a la ciudadanía.
La libre designación, método de provisión de los altos escalafones funcionariales de la administración, en el que el político designa personal de su confianza, en el Ayuntamiento de Murcia alcanza a todos los puestos con denominación de jefatura, cosa del todo impensable en otras administraciones, máxime cuando el dictamen del Consejo Jurídico de la Región de Murcia señaló que el político solo tiene derecho al primer escalón de responsabilidad en la administración, dejando el resto de puestos de dirección a la carrera profesional. Pero, en el Ayuntamiento de Murcia, la designación política alcanza a todo el escalafón e incluso a puestos base, utilizando la provisionalidad como método.
Es muy difícil que nada cambie si no se profesionaliza la gestión pública, de ahí el escepticismo imperante a día de hoy en la plantilla: nadie va a levantar las alfombras sobre las que se sustenta su sillón.
Más allá de los cambios estéticos, lo que demanda el funcionario son cambios éticos, pero mucho nos tememos que todo quedará en otro baile de concejalías con nombres rimbombantes que en el funcionario solo despierta una medio sonrisa y el miedo a los traslados a dedo de otra desorganización municipal, arbitrada por el “reparto”, más que por criterios profesionales.
Dicen que el valor se les supone, pero lo que se percibe es que el valor que pudieran tener como mérito personal se verá suplantado por los intereses de organización política, en el que entran otras partes de nuestro territorio como nación: el famoso telefonazo de Madrid.
Los que pensamos que solo con una plantilla organizada y profesional se puede gobernar con criterio una gran ciudad como Murcia, esperamos que el ciudadano comprenda cuando se dirija a un funcionario que este actúa con ordenes selladas por una organización jerárquica en la que todos los jefes son elegidos por el político.
No suscita confianza de regeneración, entre la plantilla municipal, el nuevo equipo de gobierno que, después de la temporada de pactos, se va a ocupar de dirigir el consistorio capitalino de nuestra región.
Más allá de las personas, a las que hay que respetar en su condición de representantes de la ciudadanía, lo que se percibe es que las organizaciones a las que representan van a cambiar las cosas para que no cambie nada.