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El sello y lo demás: no hay palabras

J. L. Vidal Coy

10 de noviembre de 2020 06:00 h

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No tengo palabras para expresar los sentimientos que me produce el sello de Correos dedicado a Murcia; a toda la Región, se entiende. Pero son coherentes con las críticas que ha recibido de algunos estetas y/o personas diversas relacionadas con el diseño, la pintura, las artes escénicas… la Cultura, con mayúsculas y en general. Desde luego, de Correos se puede esperar ya todo desde el momento que va uno inocentemente a por las estampillas para una carta urgente y con acuse de recibo y le ofrecen boletos del próximo sorteo ordinario o extraordinario de la ONCE.

Quizá lo de la multi imagen dedicada a la tierra surestina no es más que una maniobra propagandística para crear mercado de cara a la próxima expedición de frutas y verduras, además de postales turísticas e, incluso, paquetes de vacaciones junto al mar en esas antaño serísimas oficinas gestionadas como un servicio estatal que también era de Telégrafos. Bien pensado, caigo en la cuenta de que el sello en cuestión no deja de ser sino la última y paroxística expresión de este carácter tan barroco que muchas veces llevan a la perdición estética. Y también ética, en los casos más extremos.

Lo de la estampilla no deja de ser coherente con el último salto a la fama del mundo mundial que ha dado el nombre de la ciudad ––y de la Región–– con su proclamación como reclamo y emblema de una macrourbanización en trance de realización en las arenas del desierto saudí próximas a la capital del reino.

Se trata ese 'supuesto' “The Murcia Project” de, ni más ni menos, “el mayor proyecto residencial del país árabe, con la construcción de más de 14.300 viviendas en 5 millones de metros cuadrados gracias a una inversión de casi 700 millones de dólares” que realizan, agárrense, “la mayor constructora del mundo”: la Corporación Estatal de Ingeniería de la Construcción de China (CSCEC), y el gobierno amigo saudí para “reproducir (…) una de las ciudades turísticas más bellas de España”, que es Murcia, obviamente. Olvídense de Granada, Sevilla, Córdoba, Toledo, Salamanca, Barcelona…

Casi simultáneas en el tiempo el sello en cuestión y esa exaltación de la “preciosa” ciudad de Murcia en las arenas saudíes, el caso es que casi nadie se ha cuestionado ni quién, solo o en compañía de otros, ha sido el autor del desaguisado impreso que hará circular Correos, ni tampoco quién o quienes están detras de esa sorpresiva irrupción de la imaginativa (?) arquitectura murciana en las arena saudíes de la mano hacedora de la constructora china de referencia oficial.

Cuando sepamos cuál ha sido el nexo vendedor de la idea murciana a chinos y saudíes, probablemente sabremos algo de cómo y por dónde han circulado las comisiones que suelen engrasar este tipo negociaciones y negocios, ahora precisamente que vamos conociendo a qué se dedicaba nuestro amado Rey Emérito en el tiempo que le quedaba libre entre tanta navegación y fornicación.

Sin embargo, hay que reconocer que para parir lo del 'supuesto' “Murcia Project” y vendérselo a chinos y saudíes hay que ser listo. Si hubiera más de ese calibre por aquí, no perderíamos el tiempo con estupideces como llevar a los tribunales a los nefandos responsables de Cultura por no declarar bien de interés cultural (BIC) de carácter inmaterial el tradicional pastel de carne.

Demanda coherente, por otro lado, con aquella que hizo el Movimiento Ciudadano cartagenero del inconmensurable exalcalde José López ante similar actitud de rechazo oficial a proclamar BIC el café asiático. Por una vez, la Huerta y la Trimilenaria unidas en defensa del patrimonio histórico-cultural.

El panorama no es tan desolador como aparenta y no todo está perdido, pues el Gobierno regional, fiel conservador de las esencias, va a dedicar 70.000 euros a preservar y divulgar la tauromaquia, según quedó reflejado en el BORM del 19 de octubre. Más aún, el último mohicano no tránsfuga de su socio parlamentario, o sea Vox, el diputado Salvador –– nunca mejor dicho––, acaba de pedir que se declare la caza como “actividad esencial” y que se permita el libre desplazamiento de los cazadores entre su residencia y el lugar donde se desarrolle la cacería, saltándose a la torera pero legalmente las restricciones impuestas por mor de la pandemia que nos azota.

Semejantes agudezas intelectuales y políticas tienen su justa contrapartida entre los asistentes al Consejo de Gobierno en San Esteban, dado el caldo en el que flota. De esta guisa, el titular de Presidencia y Hacienda se negó a aceptar que los 300 millones de euros para el submarino S-80 sean una inversión directa en la Región porque el artefacto “no va a navegar por el Mar Menor”. Después lo adornó, pero dicho quedó. Así que, del sello postal al submarino, pasando por la copia desértica de la capital, la tauromaquia, la caza, el pastel de carne y el asiático, todo es coherente. No hay palabras. Qué panorama. Vale.