Es lo que tiene ir dejando 'cadáveres políticos' por la vida. Los resultados en Galicia y País Vasco no dan lugar a dudas. Las vascas y vascos, gallegos y gallegas los han puesto 'morados' de verdad.
Pablo Iglesias y su círculo más cercano están dando lugar a que aquel sueño del 15 M se convierta en pesadilla. Va a ser difícil, por no decir imposible, que la autocrítica anunciada por sus dirigentes, pase por recuperar a aquellas personas que fueron invitadas a bajarse del autobús cuando pensaban que el asalto al cielo era inminente.
Convertir o nombrar a Monedero ideólogo oficial del partido es apostar porque el pensamiento único siga, no sólo viviendo en la organización, sino que se le otorga rango de capitán general de todos los ejércitos.
Los Errejon, Bescansa, Bustinduy, Urralburu o Giménez en el caso de Murcia, eran algo más que versos sueltos en el engranaje morado, representaban a una parte de la sociedad que simplemente pedía un cambio de 180 grados en las políticas públicas y verdes, no una revolución donde el ejercicio de Pancho Villa aparecía como ejemplo para acabar con las castas.
Curiosamente, en estos últimos tiempos, estamos asistiendo a la caída estrepitosa de Ciudadanos y Podemos, dos partidos que se equivocaron cuando pensaron que sólo ellos, Albert y Pablo, Pablo y Albert, estaban tocados por el destino. Siempre dije, no ahora, que ambos líderes eran muy inteligentes, pero parcialmente listos.
Lo ocurrido en Galicia y País Vasco, donde las dos fuerzas de izquierdas, Bildu y BNG, han visto aumentar su representación de manera sustancial, también debería abrir un profundo debate en las fuerzas de izquierdas de ámbito nacional, pues parece más que evidente que, cuando se trata de elecciones de ámbito autonómico, lo que moviliza a la izquierda son las propuestas localistas, lo que debería abrir las perspectivas electorales, no solo al PSOE, sino incluso a Más País y aquí en nuestra tierra a Más Región, si no quieren verse sumergidos en el olvido.
Sin duda Murcia nada tiene que ver con estas comunidades con lengua propia -euskera y galego-, pero tienen una cosa en común: parece difícil, por no decir imposible, cambiar su destino, y eso es lo que más debería preocuparnos.
Euskadi está llamada a que el PNV se inmortalice en el poder, una derecha que ha demostrado no esconderse para pactar con el Gobierno de España compuesto por PSOE y Unidas Podemos, o años atrás con Aznar, y que históricamente han evidenciado que la cohabitación la dominan a la perfección. Y en Galicia, el Partido Popular más moderado, más centrista, sigue cosechando una mayoría absoluta una tras otra, dejando a Ciudadanos y Vox en un espacio tan marginal como prescindible.
En Murcia, en este rincón del Sureste español, tenemos la otra cara de la moneda: se está instalando en la conciencia colectiva de la sociedad que nuestro destino está unido para siempre a la España más ultraconservadora y liberal que recuerda tiempos pasados, y que un posible cambio que oxígene las instituciones y la propia democracia se nos esfuma después de haberla tenido entre nuestras manos por culpa de un grupo naranja que vino a salvarnos del mundo y están demostrando que la 'mierda' no le era tan desconocida. Y si no que se lo pregunten a los Mario Gómez, Ana María Martínez Vidal, Isabel Franco y sus discípulos.
Hace poco más de un año en Murcia ganó el PSOE, impensable hace un tiempo. Diego Conesa y su equipo demostraron que el 'sí se puede' no era una utopía, pero la 'otra' izquierda se volvió a partir, y una vez más se demostró que a veces el verdadero enemigo no está enfrente, sino detrás.
Esperemos que aquel espíritu de cambio que planeó sobre la Región hace poco más de un año no lo ahuyentemos haciendo conjuros extraños ni ritos oscuros en mesas de camilla. El centro izquierda de esta comunidad tiene gente con la cabeza muy bien amueblada. Si se consagra el nuevo error de Pablo Iglesias y Unidas Podemos, quizás serán más puros, más castos y más listos que nadie, pero cada vez serán menos.