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Subirme al paso, que salgo yo

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Resulta difícil no escribir sobre la Semana Santa. Uno no quiere, pero nadie puede negar que, por mucho que algunos no queramos, en nuestra Semana Santa hay poco recogimiento y penitencia y mucho exhibicionismo. Tanto es así que, un año más, en Murcia más que de Semana Santa hemos de hablar de semana política donde los políticos y sus afines periodistas, y ahora también la iglesia, se suman a conseguir portadas. Ya lo decía un cura de los de verdad, que en paz descanse, Pepe Tornel: en la Iglesia hay hambre de poder. Y añado yo: algunos obispos tienen poco de santos, lo mostraron a fines de la pandemia.

Empezó López Miras, en Lorca, a abrir boca. Mes de entrenamiento, todo preparado, fotógrafo de cabecera, tele de cabecera avisada para coger las mejores imágenes y luego terminar en Twitter. Enhorabuena a su equipo de comunicación que piensa en nacional, pero olvida lo local. Arruinar la procesión de los azules en su día grande no es la mejor idea. En la ciudad del Guadalentín en Semana Santa uno es blanco o azul, es como en Sevilla, que uno es del Betis o del Sevilla, pero si eres institución no puedes salir al campo a jugar por un equipo. El enfado no lo mostrarán públicamente, pero como me dicen dos buenos amigos que conocen bien la ciudad, allí se lo tienen guardado. En Murcia, por lo que me cuentan, pasa un poco de lo mismo, hay enchufes y enchufados, pero entre perdón y no perdón, se sale más apretado, con más recorrido, pero todo pasa, según quién esté detrás y eso no puede ser, un poquito de por favor.

La Semana Santa es penitencia, pero en Murcia es espectáculo, tanto que se pelean por salir en las procesiones, pero no por solucionar los problemas, la deuda pública o asegurar la supervivencia del Mar Menor, al que pronto no le quedarán ni nacras. Pasó el tiempo en que algunos salían en las procesiones, mientras los otros se echaban para atrás, para que al sonido de la clave le aplaudieran, ahora ya no aplauden... aunque, tengámoslo presente, el que ha solucionado el problema de las sillas para la ciudad de Murcia ha sido el alcalde Serrano. Supongo que nadie saldrá a agradecérselo.

Cada vez tengo más la impresión de que algún político quitaría a Jesucristo de los pasos y se pondrían ellos para que todos lo pudieran ver en el desfile, muy católicos fariseos de sepulcros blanqueados, que diría mi querida amiga Loli. Los políticos no son los protagonistas, son otros, pero en esta Región, en otras no pasa, los políticos quieren serlo y la Iglesia de los fariseos les deja. Las cosas como son, uno ya no sabe dónde terminan las cofradías y dónde empiezan los partidos políticos, Murcia en eso es especial.

Al final, esta semana porque es festiva, la siguiente porque también lo es la ciudad de Murcia, pero nadie hace nada. Alguno me da que lleva de fiesta desde hace años, eso sí, diciéndole a cada uno lo que quiere oír, pero sin tratar lo verdaderamente importante.

Resulta difícil no escribir sobre la Semana Santa. Uno no quiere, pero nadie puede negar que, por mucho que algunos no queramos, en nuestra Semana Santa hay poco recogimiento y penitencia y mucho exhibicionismo. Tanto es así que, un año más, en Murcia más que de Semana Santa hemos de hablar de semana política donde los políticos y sus afines periodistas, y ahora también la iglesia, se suman a conseguir portadas. Ya lo decía un cura de los de verdad, que en paz descanse, Pepe Tornel: en la Iglesia hay hambre de poder. Y añado yo: algunos obispos tienen poco de santos, lo mostraron a fines de la pandemia.

Empezó López Miras, en Lorca, a abrir boca. Mes de entrenamiento, todo preparado, fotógrafo de cabecera, tele de cabecera avisada para coger las mejores imágenes y luego terminar en Twitter. Enhorabuena a su equipo de comunicación que piensa en nacional, pero olvida lo local. Arruinar la procesión de los azules en su día grande no es la mejor idea. En la ciudad del Guadalentín en Semana Santa uno es blanco o azul, es como en Sevilla, que uno es del Betis o del Sevilla, pero si eres institución no puedes salir al campo a jugar por un equipo. El enfado no lo mostrarán públicamente, pero como me dicen dos buenos amigos que conocen bien la ciudad, allí se lo tienen guardado. En Murcia, por lo que me cuentan, pasa un poco de lo mismo, hay enchufes y enchufados, pero entre perdón y no perdón, se sale más apretado, con más recorrido, pero todo pasa, según quién esté detrás y eso no puede ser, un poquito de por favor.