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OPINIÓN | 'EREs: Punto final a una ignominia', por Javier Pérez Royo

Los superpoderes

Tengo un amigo que dice siempre que sus superpoderes son llegar a las reuniones cuando quiere, y que los usa cuando se levanta tarde o cuando no puede llegar puntual a las reuniones. Le admiro por esto. No porque le envidie, sino porque siempre es una falta de educación y de decoro hacia los demás llegar tarde.

Antes, cuando era un niño, soñaba con superhéroes de cómic como El Duende que Camina, Spiderman o Supermán. Sin embargo, mi madre era la persona que demostraba ser súper poderosa: tenía un jarabe en su saliva, una voz sanadora y, sobre todo, un abrazo reparador.

Con los años he descubierto que la persona más poderosa del Universo es María Jesús. Tiene fuerza, un corazón enorme en el que no cabe maldad alguna. Hace años me parecía imposible que existiera alguien así, pero tuve gran suerte. Cuando algún amigo me dice: “Cómo es posible que dieras con una mujer así”, lo tengo claro y digo: “Elegí primero”.

Cuando hace años decidimos ser familia de acogida, volvimos a tener madrugadas sin dormir, biberones y días de sueño en la oficina o con los clientes. Nunca salió de su boca un reproche por ello. Entrega total.

Nada podría funcionar bien en la casa sin ella. Sin ella deambulamos. Carga nuestras pilas, nos activa. Es nuestra brújula y nuestra luz. Sin ella, está de noche. Ahora sé qué es el paraíso y que desearía ser el hombre de su vida, porque yo estoy seguro de que ella es la mujer de mi vida.

 

Tengo un amigo que dice siempre que sus superpoderes son llegar a las reuniones cuando quiere, y que los usa cuando se levanta tarde o cuando no puede llegar puntual a las reuniones. Le admiro por esto. No porque le envidie, sino porque siempre es una falta de educación y de decoro hacia los demás llegar tarde.

Antes, cuando era un niño, soñaba con superhéroes de cómic como El Duende que Camina, Spiderman o Supermán. Sin embargo, mi madre era la persona que demostraba ser súper poderosa: tenía un jarabe en su saliva, una voz sanadora y, sobre todo, un abrazo reparador.