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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

De la teta de Rigoberta a las tetas de las suecas en las playas de Benidorm

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Confieso que vi el festival Benidorm Fest desde el principio hasta el final y me quedé desilusionado. Me sentí como un boxeador sonado que siente que ha ganado el combate y que después de tener que jugarse el resultado a los puntos acaba de perder por un gran tongazo. ¿Cómo podía pasarme eso a mí que siempre había pasado de estos festivales?, y que la última vez que le había prestado atención a esas cosas de Eurovisión me había divertido con aquella selección en la que se eligió al Chiquilicuatre. Algo raro me pasó.

El otro día quise escribir sobre la polémica que no cesa del Festival Fest, y al llegar ese día lo pospuse a otro día y a otro, hasta que después de una semana y de que ya hayan corrido ríos de tintas por las galeradas vamos a dejar otras cuantas gotas. Yo creo que en el Festival de Benidorm me quedé en “Arroz Amargo” de gran Bruno Lomas. Yo nunca fui a Benidorm por más que lo intenté en mi tierna adolescencia en la que les escuchaba a los mayores que las suecas enseñaba las tetas en las playas. Una mañana tórrida agosto un vecino me propuso viajar a ese paraíso, aporté veinticinco pesetas para gasolina, y a aquel vetusto 600 se le fundieron las bielas antes de llegar a Orihuela. Después vería a otras suecas de ABBA mucho más recatadas ganar el Festival de Eurovisión con aquella canción discotequera “Waterloo”. Como uno no maneja los asuntos del subconsciente aquellas tetas de las suecas de Benidorm que yo nunca vi, de pronto, ahí estaban representadas en el escenario de la final del Festival y aquel estribillo de la canción de Rigoberta Bandini ya se me había quedado en el magín:

Mamá, mamá, mamá

Paremos la ciudad

Sacando un pecho fuera al puro estilo Delacroix

Mamá, mamá, mamá“.

Y como el subconsciente va a su libre albedrío esa mamá, mamá, me volvió a llevar, de nuevo, a la tierna adolescencia de mis 16, y a aquel Festival de Eurovisión de 1969 que se celebró en el Teatro Real de Madrid, el año anterior lo había ganado Masiel con su estribillazo: La, la, la. En esa edición por primera vez se produjo un empate y fueron cuatro los países ganadores, entre ellos, Salomé con “Vivo cantando”. Sin embargo, la canción preferida era la de un niño de 12 años, Jean Jacques, que representaba a Mónaco, con su pegadiza “Maman, maman”. Curiosamente Austria no participó en esa edición alegando la falta de democracia en España.

Así que no me esperen en el próximo Eurovisión. Yo me quedé en aquellos tiempos de “España, Cero points”. De por qué vi el Festival Fest de Benidorm, supongo que porque en ese maremágnum de noticias se lo montaron bien con su campaña mediática en las previas de las semifinales. Y ahí ya sobresalían tres propuestas divertidas y modernas, las de Rigoberta Bandini, Tanxugueiras, y los Varry Brava.

Y al final, se montó el pollo, el jurado profesional parecía estar en otro festival y el voto de los ciudadanos se tiró al monte. Dentro de unos días se celebra el Festival da Cancao de Portugal, con el mismo formato que el de Benidorm, para elegir a su representante y muchas voces están invitando al grupo gallego a que se presente. Ya sería el recopetín que Tanxugueiras representará a Portugal, casi un gesto de justicia poética. El asunto de la polémica del Festival de Benidorm, desde luego, que no ha sido baladí, ha llegado a los parlamentos de ciertas Comunidades Autónomas y hasta al Congreso de los Diputados. De la reforma laboral ya hablaremos la próxima semana. El otro día Jordi Évole recordaba que “La reforma laboral sale adelante gracias al voto demoscópico”.

Confieso que vi el festival Benidorm Fest desde el principio hasta el final y me quedé desilusionado. Me sentí como un boxeador sonado que siente que ha ganado el combate y que después de tener que jugarse el resultado a los puntos acaba de perder por un gran tongazo. ¿Cómo podía pasarme eso a mí que siempre había pasado de estos festivales?, y que la última vez que le había prestado atención a esas cosas de Eurovisión me había divertido con aquella selección en la que se eligió al Chiquilicuatre. Algo raro me pasó.

El otro día quise escribir sobre la polémica que no cesa del Festival Fest, y al llegar ese día lo pospuse a otro día y a otro, hasta que después de una semana y de que ya hayan corrido ríos de tintas por las galeradas vamos a dejar otras cuantas gotas. Yo creo que en el Festival de Benidorm me quedé en “Arroz Amargo” de gran Bruno Lomas. Yo nunca fui a Benidorm por más que lo intenté en mi tierna adolescencia en la que les escuchaba a los mayores que las suecas enseñaba las tetas en las playas. Una mañana tórrida agosto un vecino me propuso viajar a ese paraíso, aporté veinticinco pesetas para gasolina, y a aquel vetusto 600 se le fundieron las bielas antes de llegar a Orihuela. Después vería a otras suecas de ABBA mucho más recatadas ganar el Festival de Eurovisión con aquella canción discotequera “Waterloo”. Como uno no maneja los asuntos del subconsciente aquellas tetas de las suecas de Benidorm que yo nunca vi, de pronto, ahí estaban representadas en el escenario de la final del Festival y aquel estribillo de la canción de Rigoberta Bandini ya se me había quedado en el magín: