Cuando vi la lona desplegada sobre la fachada, con un montón de ideales que defiendo tirados a la basura, pensé que era en Murcia. Luego resulta que era en Madrid, pero para el caso, da lo mismo.
He escuchado en una serie eso de: ¿te imaginas ser de Murcia? Salimos también en la letra de una canción: “si el mundo fuera España, España sería Murcia” y echamos unas risas porque nos hemos convertido en el nuevo chiste de moda. ¡Con lo bonico que es este trozo del mundo! Y bromeamos con que se nos está quedando un mundo precioso.
Y resulta que este fin de semana empiezan los festejos del Orgullo y tengo muchas ganas de tomarme un descanso, pero no me voy a ir a ningún lado, porque quiero participar, porque quiero estar en la calle compartiendo la fiesta que celebra ese mundo, que sí es bonico de verdad, donde cabemos todas las personas.
Siempre me he preguntado qué pasa realmente para que la gente más conservadora se sienta tan atacada por la felicidad, por la libertad y por el disfrute ¿Es que no es hermoso ver cuando se le iluminan los ojos a alguien de pura alegría? ¡Qué afán por torcer el gesto!
Si todos esos ideales se tiran a la basura, mucho más de la mitad de la población se queda fuera. Pero lo peor es que quienes se quedan dentro de ese mundo, quienes están dispuestos a tirar esos ideales, van a tener menos justicia social y más pobreza, un planeta contaminado y enfermo donde cada vez va a ser más difícil vivir y un montón de personas “armariadas” que van a dejar de mover las manos, de abrir la boca y de darse besos. Porque ya se hace difícil hablar en las terrazas de algunas zonas, porque hay bares a los que ya no vas agusto, porque a veces estás en clase y no estás con fuerzas para meterte en esa batalla, porque hay temas que no tocas “para no tener follones”.
Soy profesora y me muero de pereza de tener que explicar, otra vez, en mi claustro que la censura que se quiere imponer con el mal llamado “pin parental” es ilegal, además de antidemocrática, que ya lo tumbamos en los tribunales porque es inconstitucional, que empobrece y limita el pensamiento y atenta contra la libertad de cátedra, que hablamos de derechos humanos y de nuestra legalidad vigente, que las actividades complementarias forman parte del currículo y no son optativas. ¡Qué hartura ya! ¡Qué tristeza!
Soy profesora de Historia y procuro terminar temario, para que no se queden partes de la Historia sin ver, especialmente en cuanto a la Historia más reciente, que es la que el alumnado puede trabajar con los testimonios orales de su entorno, venga de donde venga. ¿El curso que viene me autocensuraré, sin darme cuenta?
Soy feminista en una Región que está a la cabeza de agresiones machistas y entiendo que la coeducación y el feminismo como movimiento histórico, político, filosófico y social forma parte del temario, como el movimiento obrero, que debe atravesar toda mi labor educativa. Contrastaré con datos y con método científico, las veces que haga falta, la fake news del momento, pero ¿intentaré no exponerme demasiado?
Me encuentro con gente, con estudiantes también -muy pocos-, que te niegan la mayor, que tachan de mentiras los datos publicados por organismos públicos, organizaciones internacionales, que niegan consensos de la comunidad científica… ¿En qué momento ha pasado esto? En algunos sitios, decir que la violencia machista existe es como decir que existen los unicornios y te sorprendes a ti misma preparándote respuestas para cuando te pase.
Últimamente pienso mucho en cómo decir las cosas, es verdad que me voy haciendo más mayor y más reflexiva, pero también tengo, a veces, un poco de miedo. Y no quiero tener miedo. Por mí que no quede, me digo, yo voy a seguir luchando por poner mi granito de arena para que este mundo que deje sea un poquito mejor de lo que era cuando llegué, con mi gente, organizada y comprometida con esas luchas que algunos quieren tirar a la basura.
Pues eso, que toca calle.