De nuevo la Naturaleza ha mostrado su cara más destructiva, con la catástrofe de las lluvias torrenciales que han causado decenas de fallecidos y desaparecidos, así como daños materiales inmensos, sobre todo en la Comunitat Valenciana, situación que es cada vez más frecuente y cuyas consecuencias son cada vez más trágicas.
No hay año en que no se repitan estas tragedias, con víctimas mortales e incalculables daños materiales. Según los expertos, varias son las razones de esta sucesión de fenómenos extremos, pero la más clara es la emergencia climática. Podríamos repetir lo que se viene advirtiendo desde hace décadas, que año tras año se baten récords de temperaturas, tanto en la superficie del planeta como en el Mar Mediterráneo, datos que, una vez más, se cumplirán este año 2024.
Así, en julio de este año se alcanzó el récord de temperatura media planetaria desde que existen registros, con 17,16 ºC, y en el Mediterráneo se llegó a más de 28ºC. También se podría hablar de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), circunstancia que, lejos de disminuir, va en aumento, según el último informe de la Organización Meteorológica Mundial, habiéndose incrementado más de un 11% en la última década.
Todas estas situaciones provocadas principalmente por la acción del ser humano con nuestras actividades económicas tienen su consecuencia en estos fenómenos extremos y catastróficos.
Pero nuestra sociedad prefiere ignorarlas. El pasado día 24 de octubre se celebró el Día Internacional del Cambio Climático. Ese día, en la Asamblea de Madrid se presentó una iniciativa legislativa por parte de la oposición para luchar contra este problema, pero la alianza negacionista entre PP y Vox la echó para atrás.
En la Región de Murcia, poco hay legislado más allá de que las empresas lleguen un acuerdo “voluntario” para alcanzar la neutralidad climática, mientras nuestras ciudades siguen estando contaminadas, con un transporte público penoso y con los atascos como situación habitual en las calles.
Pero lo más grave de todo esto es el negacionismo al que la ultraderecha se ha abonado desde el comienzo, al culpar de las inundaciones a la “destrucción de presas”, cuando en realidad esas obras se refieren a azudes en pequeños ríos que rompían la dinámica fluvial, afectando además a la fauna, que no servían para retener agua, y cuyo objetivo era recuperar y renaturalizar esos ríos, y en ningún caso se trataba de macropresas, en un ejercicio de ignorancia y mala fe, teniendo en cuenta, además, que esas pequeñas presas obsoletas se encuentran sobre todo en las cuencas del norte de España, no en el Levante.
Esa actitud les lleva incluso a negar la propia existencia del cambio climático, fenómeno del que ya se habla hasta en los medios generalistas, cuando hace pocos años se obviaba.
Para los negacionistas, el aumento de las temperaturas “es algo natural”, o bien se trata de “una conspiración del globalismo internacional para acabar con nuestro modo de vida”. También argumentan que las DANA “siempre han existido”, pero la verdad es que nunca antes se producían con tanta intensidad y, sobre todo, con tanta frecuencia.
Sin embargo, no se vislumbra que las instituciones, tanto a nivel estatal, como autonómico y municipal, traten de aplicar las medidas que se sabe que son efectivas para frenar el cambio climático, algo que será más difícil, si no imposible, de conseguir si no se ponen los medios adecuados.
La teoría es conocida: acabar con nuestra dependencia de los combustibles fósiles, aumentar la eficiencia energética, culminar la transición a las energías renovables, potenciar el transporte público, practicar una agricultura y ganadería sostenibles, reducir el consumo desaforado, entre otros. Pero en la práctica, los gobiernos van demasiado lentos en aplicar estas medidas, presionados por los “lobbies” de las energías fósiles, del automóvil y de la industria pesada.
Es el momento de entender lo que la Naturaleza nos avisa de un modo cruel. La Ciencia ya nos ha advertido de forma reiterada de las consecuencias de esta carrera desenfrenada, pero seguimos ignorando sus llamadas. ¿Hasta cuándo?
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