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El transfuguismo iletrado y su obsesión por el veto parental

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El pasado miércoles 14 de abril, la suma de PP y de los tránsfugas de Cs y de Vox desestimó una propuesta del PSOE para evitar la implantación en los centros educativos murcianos del 'veto parental'. Sí, ya sabemos que la puesta en marcha de este mecanismo excluyente no se llevará a cabo porque la LOMLOE lo prohíbe y, en caso de que el gobierno regional lo aplique, el ejecutivo central lo detendrá. Pero lo significativo, en este caso, no es tanto el recorrido que pueda tener esta iniciativa cuanto los argumentos utilizados por quienes la promueven para justificar su activación. La Región de Murcia se halla presa de una forma de gobierno tan perversa como escasamente democrática: el 'transfuguismo iletrado' –una suerte de administración despótica y mediocre del poder, fundamentada en el principio de 'todo para mí, sin el pueblo'.

El secuestro de la acción de gobierno por parte de las exigencias de la ultraderecha ha conducido a que, de súbito, el Partido Popular y los tránsfugas de Cs no solo transijan con el impuesto inmovilista del 'veto parental', sino que, en una pirueta que traiciona sus supuestos fundamentos liberales, la defiendan con la exaltación del recién enamorado. Causa perplejidad, en este sentido, que Francisco Álvarez, portavoz de la franquicia tránsfuga de Cs, se mostrara a favor de esta medida coercitiva cuando su compañera de traición, Isabel Franco, luce las siglas LGTBI en la nomenclatura de la consejería que dirige. La hipotética defensora de la diversidad votando en contra de un modelo de educación que solo pide respeto por la diversidad. Y así todo.

El planteamiento del que parten los defensores del 'veto parental' es la defensa de 'la libertad frente al autoritarismo'. Y, a la hora de detallar aquello que entienden por 'autoritarismo', añaden otro concepto-fetiche: el del 'adoctrinamiento del Estado'. ¿Qué entiende el pensamiento ultra por 'adoctrinamiento del Estado'? Supongo que se referirán a esa práctica recogida en nuestra Constitución, por la que, cada mañana, nada más levantarse, el Presidente del Gobierno llama uno por uno a todos los directores de los centros educativos de España para informarles de las ideas lujuriosas e ideológicamente perversas que deben introducir en las blandas e indefensas mentes del alumnado.

El 'veto parental' afecta a aquellas actividades complementarias organizadas, en horario lectivo, por el centro, y que se adecúan a su proyecto curricular. Dichas actividades complementarias forman parte de la Programación docente, y se encuentran recogidas dentro de la Programación General Anual (P.G.A.). Además, han sido previamente aprobadas por el Consejo Escolar del centro, en el cual participa una representación de padres y madres elegidos por y entre ellos. Dicho de otro modo: cada actividad complementaria programada por un centro educativo se encuentra ampliamente consensuada y sometida a todo tipo de filtros. ¿Dónde está aquí el autoritarismo del Estado, su pulsión adoctrinadora? Como dicen los partidarios del 'veto parental', los docentes “deben limitarse a impartir los contenidos programados, y ya ésta”. Pues bien: eso es lo que hacen.

El problema –el auténtico problema- es que hay quienes se niegan a acatar los pactos de la mayoría, y pretenden individualizar la educación de sus hijos de acuerdo a sus más inveterados prejuicios. Enarbolan la bandera de la libertad cuando, en rigor, esa libertad en la que se escudan implica únicamente su derecho a abrir y perpetuar nichos de involución dentro de la estructura educativa. La escuela siempre ha sido la única oportunidad que los individuos han tenido para escapar del oscurantismo. Sin el conocimiento y su afán de evolución, las mujeres seguirían sin poder votar, viajar sin consentimiento o poder abrirse una cuenta corriente en el banco. En un momento de nuestra historia, eso fue lo 'natural'. Además, quienes participan del espíritu del 'veto parental' demuestran un manifiesto desprecio por sus hijos: los consideran ingenuas mentes corruptibles, sin un mínimo de estructura crítica, a los que se les puede cambiar la orientación sexual por escuchar una charla sobre el respeto a la diversidad. Sinceramente, si yo tuviera esa imagen de mi hijo y lo considerara capaz de tan mágica transmutación, entonces y solo entonces comenzaría a preocuparme por su capacidad intelectiva y la calidad de su educación. La superchería no puede introducirse en el sistema educativo –ni por los hechos ni por los discursos. Así que contestemos con intelecto y argumentos, y cuantas veces haga falta, a los representantes de la barbarie y del odio.   

El pasado miércoles 14 de abril, la suma de PP y de los tránsfugas de Cs y de Vox desestimó una propuesta del PSOE para evitar la implantación en los centros educativos murcianos del 'veto parental'. Sí, ya sabemos que la puesta en marcha de este mecanismo excluyente no se llevará a cabo porque la LOMLOE lo prohíbe y, en caso de que el gobierno regional lo aplique, el ejecutivo central lo detendrá. Pero lo significativo, en este caso, no es tanto el recorrido que pueda tener esta iniciativa cuanto los argumentos utilizados por quienes la promueven para justificar su activación. La Región de Murcia se halla presa de una forma de gobierno tan perversa como escasamente democrática: el 'transfuguismo iletrado' –una suerte de administración despótica y mediocre del poder, fundamentada en el principio de 'todo para mí, sin el pueblo'.

El secuestro de la acción de gobierno por parte de las exigencias de la ultraderecha ha conducido a que, de súbito, el Partido Popular y los tránsfugas de Cs no solo transijan con el impuesto inmovilista del 'veto parental', sino que, en una pirueta que traiciona sus supuestos fundamentos liberales, la defiendan con la exaltación del recién enamorado. Causa perplejidad, en este sentido, que Francisco Álvarez, portavoz de la franquicia tránsfuga de Cs, se mostrara a favor de esta medida coercitiva cuando su compañera de traición, Isabel Franco, luce las siglas LGTBI en la nomenclatura de la consejería que dirige. La hipotética defensora de la diversidad votando en contra de un modelo de educación que solo pide respeto por la diversidad. Y así todo.