La aparente torpeza del Ministerio para la Transición Ecológica decretando el 'trasvase cero' para todo el regadío del sudeste provoca un efecto colateral perverso que contribuye a esconder y tergiversar el verdadero debate que debería estar presente desde hace ya unos cuantos años en todo lo que se refiere al acueducto del Tajo al Segura y a aquella falaz propuesta, afortunadamente periclitada, del fantasmagórico canal del Ebro.
Casi todos los egregios socialistas murcianos, próceres del partido una y mil veces rechazados en las urnas gracias a la demagógica y populista propuesta del 'Agua para todos' que fueron incapaces de contrarrestar, han comulgado con la rueda de molino del rechazo visceral y supuestamente unánime a la reciente y malamente explicada decisión del departamento de Teresa Ribera.
Las churras y las merinas se confunden así, como en aquella época del famoso eslogan del tándem propagandista Cerdá-Ruiz Vivo ––auspiciado por el petulante Valcárcel, capo ancestral del partido podrido––, en una amalgama pseudoideológica aglutinante de lo mejor y lo peor del regionalismo hídrico imperante, negacionista encubierto y vergonzante del cambio climático a mayor gloria y beneficios de la cuenta de resultados de la agroindustria.
Es decir, esta algarada antiministerial ya autotitulada 'nueva guerra del agua' rediviva lo único que hace y pretende conseguir es la mixtificación mediática de la situación real y el encubrimiento de cuál es el verdadero problema. Que, se mire como se mire, no es otro que el hecho de que el funcionamiento del canal desde el Tajo al Segura tiene fecha de caducidad. O sea, de punto y final. De cierre, vamos.
Las evidencias estadísticas climáticas muestran que el agua disponible en toda la cuenca mediterránea, no solo en el ámbito del Segura o del Tajo, mengua a una velocidad que, con perspectiva histórica, se podría calificar de espeluznante. Y que, al tiempo, los fenómenos meteorológicos desmesurados y agresivos crecen a ritmo parejo.
Curioso resulta que esta nueva cencerrada trasvasista que tuvo su primer episodio el jueves ante la Delegación del Gobierno fuera el prólogo del paso por los cielos regionales del penúltimo, de momento, episodio de borrasca inusual que vaya usted a saber qué causará en la cuenca mediterránea después de haber dañado suficientemente puntos tan dispares como Galicia y Huelva. Cosa esta que sobreviene a los perjuicios ya sentidos aquí por la dos DANAS de otoño.
Esos episodios extremos solo enseñan que, por muy fuertes que sean, no contribuyen ni a que haya más agua disponible ––ahí está la medición histórica de los embalses de cabecera del Tajo––, ni a que la que caiga brutalmente pueda ser domeñada para ser aprovechada. Consecuencia clara del un cambio climático que ya está ahí y en progresión continua mientras que los del Pacto del Agua miran para otro lado y exigen que se mantenga un aprovisionamiento artificial que, se quiera o no se quiera ver, va a menos y será caduco.
Se hurta así el que debería ser el verdadero debate en una sociedad que se supone moderna y que estaría preocupada por solucionar un futuro incierto. A saber: dado que las evidencias enseñan que el abastecimiento de agua va a seguir disminuyendo hasta el agotamiento final, cuál es la alternativa al sistema actual que se puede proponer y conseguir por parte de toda la sociedad, incluyendo tanto a partidos políticos como a 'agentes sociales', actores y gestores económicos y ciudadanos en general.
En tanto que la línea de reacción primordial siga siendo el rasgado de vestiduras ante medidas más o menos discutibles ––como la del trasvase cero para diciembre––, seguido de una serie de cencerradas hídricolocalistas como las que vamos a presenciar en las próximas semanas, se seguirá escondiendo a los ciudadanos el verdadero quid de la cuestión: ¿Qué alternativa posible y realista puede haber a un abastecimiento constatablemente menguante de agua para que sea factible tanto el ineludible consumo humano como el mantenimiento de una agricultura sostenible acorde con las disponibilidades de riego?
En ese debate debería estar profundamente enfrascada toda la sociedad levantina desde hace lustros. Quizá, si eso se hubiera producido en vez de las perversamente populistas y demagógicas campañas de 'Agua para todos' y sus derivaciones, ya podríamos estar vislumbrando alguna solución. Pero viene pasando con esto como con las ahora famosísimas Cumbres del Clima. ¿Y ahora qué? ¿Más cencerradas? Vale.
La aparente torpeza del Ministerio para la Transición Ecológica decretando el 'trasvase cero' para todo el regadío del sudeste provoca un efecto colateral perverso que contribuye a esconder y tergiversar el verdadero debate que debería estar presente desde hace ya unos cuantos años en todo lo que se refiere al acueducto del Tajo al Segura y a aquella falaz propuesta, afortunadamente periclitada, del fantasmagórico canal del Ebro.
Casi todos los egregios socialistas murcianos, próceres del partido una y mil veces rechazados en las urnas gracias a la demagógica y populista propuesta del 'Agua para todos' que fueron incapaces de contrarrestar, han comulgado con la rueda de molino del rechazo visceral y supuestamente unánime a la reciente y malamente explicada decisión del departamento de Teresa Ribera.