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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

“Tristes guerras, si no es amor la empresa”

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La de vueltas que puede dar la vida y como cambia el tiempo. Hace tan solo unos días comenzaban a florecer los almendros como un incipiente canto, como un prólogo a la primavera del sudeste. En la lontananza, aunque se escuchaban ya los ruidos de sable, no nos imaginábamos que, a unos 3.500 kilómetros, de la noche a la mañana se iba a iniciar una guerra.

La de vueltas que también ha dado esa otra guerra interna que se lío en el Partido Popular que acabo defenestrando a su líder, Pablo Casado y a su secretario general, Teodoro García. Mejor librada ha salido de momento, Isabel Ayuso, en el asunto del espionaje y las famosas facturas de las mascarillas chinas. Una Ayuso que aún no ha dado explicaciones desde entonces en la Asamblea de Madrid, el otro día dejó vacío su sillón rojo, estaba de viaje en su guerra particular contra el gobierno central. Allí en una rueda de prensa, le preguntan sobre el anuncio de rebautizar la estación de trenes de Atocha con el nombre de la escritora madrileña Almudena Grandes y suelta una perla: “Lo que sabemos es que el Gobierno quiere dar nombre de mujer a otras estaciones y yo lo que creo es que la virgen de Atocha ya era mujer”. Supongo que Ayuso ya se habrá enterado de que el nombre de la estación nada tiene que ver con la virgen de Atocha ni con la leyenda de las once mil vírgenes y sí con los atochales. Por lo visto también Ayuso quiere participar en la batalla cultural. Atocha es mucha Atocha, ya lo cantaba Sabina: “A mitad de camino entre el infierno y el cielo. /Yo me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid”. 

En esa batalla cultural también le ha ayudado el senador de su partido Rafael Hernando, que ha dicho: Atocha ya es nombre de mujer. No necesita que nadie rebautice la estación donde confluyen trenes de toda España, con el nombre de una novelista tan sectaria. Si quieren homenajear a las mujeres, Clara Campoamor, le da mil vueltas, Aunque no era socialista. Otra ocurrencia“.

Claro que lo que realmente ocurre es que el Gobierno de la nación ya anunció, en el 2020, que cambiaba el nombre a la estación madrileña de Chamartín, la cual ahora lleva el nombre de la reconocida escritora. Llega tarde Hernando. De sectarismo y de las mil vueltas, no vamos a hablar. En esos casos lo que hay es que leer mucho más a Almudena Grandes.

Y de la batalla cultural a la otra de la pasta, Ayuso sigue en su batalla y cuando está interviniendo, en la Cumbre Europea de Regiones y Ciudades, pidiendo “amparo” para tener autonomía fiscal, en una reunión de líderes regionales. va la moderadora, la para en seco y le espeta: “Señora Ayuso, si me permite voy a darle la palabra a otros oradores, lo siento, podemos seguir hablando de esto más tarde, pero tengo que equilibrar un poco el turno de palabra. Si me lo permite”. Así vamos por Europa. Mientras tanto asistimos impertérritos a una guerra que nos puede cambiar el sentido y la percepción del tiempo. Leyendo el poema de Miguel Hernández, qué más decir:

Tristes guerras

si no es amor la empresa.

Tristes. Tristes.

Tristes armas

si no son las palabras.

Tristes. Tristes.

Tristes hombres

si no mueren de amores.

Tristes. Tristes.

La de vueltas que puede dar la vida y como cambia el tiempo. Hace tan solo unos días comenzaban a florecer los almendros como un incipiente canto, como un prólogo a la primavera del sudeste. En la lontananza, aunque se escuchaban ya los ruidos de sable, no nos imaginábamos que, a unos 3.500 kilómetros, de la noche a la mañana se iba a iniciar una guerra.

La de vueltas que también ha dado esa otra guerra interna que se lío en el Partido Popular que acabo defenestrando a su líder, Pablo Casado y a su secretario general, Teodoro García. Mejor librada ha salido de momento, Isabel Ayuso, en el asunto del espionaje y las famosas facturas de las mascarillas chinas. Una Ayuso que aún no ha dado explicaciones desde entonces en la Asamblea de Madrid, el otro día dejó vacío su sillón rojo, estaba de viaje en su guerra particular contra el gobierno central. Allí en una rueda de prensa, le preguntan sobre el anuncio de rebautizar la estación de trenes de Atocha con el nombre de la escritora madrileña Almudena Grandes y suelta una perla: “Lo que sabemos es que el Gobierno quiere dar nombre de mujer a otras estaciones y yo lo que creo es que la virgen de Atocha ya era mujer”. Supongo que Ayuso ya se habrá enterado de que el nombre de la estación nada tiene que ver con la virgen de Atocha ni con la leyenda de las once mil vírgenes y sí con los atochales. Por lo visto también Ayuso quiere participar en la batalla cultural. Atocha es mucha Atocha, ya lo cantaba Sabina: “A mitad de camino entre el infierno y el cielo. /Yo me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid”.