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El ‘trumpismo’ llega al fútbol

25 de enero de 2023 06:01 h

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Al más puro estilo del inconmensurable Jesús Gil, el Real Murcia impidió este sábado el acceso de un periodista al estadio Nueva Condomina, rebautizado como Enrique Roca, propiedad del Ayuntamiento de la capital pero cedido al club en 2009 por un periodo de 50 años. Lo hizo, en palabras recogidas en un lacerante comunicado, porque la información que publica en su medio “no se corresponde con la realidad”. El periodista es José Antonio Otón; y el medio, el diario La Verdad.

En el club grana han sido más considerados que en el Atlético de Madrid de la inefable era Gil. Al menos, solo se han limitado a retirar la acreditación de prensa al informador. En el equipo rojiblanco, el presidente Gil iba mucho más lejos. No solo prohibía el acceso al estadio Vicente Calderón a los periodistas que le caían mal y no le bailaban el agua, sino que arremetía contra ellos y, además, en algunos casos, los insultaba con desprecio y hasta con crueldad extrema. Una vez se refirió a J.J. Santos, hoy en Telecinco y entonces en Radio España, como un “disminuido físico y mental, al que voy a mandar a Lourdes para que le arreglen la cabeza, porque lo otro ya no se lo arregla ni Dios”. Otro día, ante una pregunta que consideró inoportuna, echó a otro periodista de una rueda de prensa al grito de “¡A la puta calle! Siempre me toca el más tonto”.

A lo largo de la historia han sido muchos los presidentes y directivos que han tenido un marcado sentido patrimonialista de sus clubes. Y, más aún, desde que estos se transformaron en sociedades anónimas deportivas, con sus consejos de administración y su accionariado. Sin embargo, esto no implica que lleguen a ser empresas particulares, en sentido estricto, con un patrón al frente que haga y deshaga a su antojo. Y aunque el poder de decisión, a través de los votos, en una junta de accionistas dependa del capital aportado por cada uno, nunca hay que olvidar que existe una heterogénea masa social, que siempre está detrás, y resulta fundamental para que la cosa funcione. A ello cabe añadir que, el criterio de esta, rara vez suele ser unánime a la hora de respaldar las decisiones de los que mandan.

Por eso, han sido bastantes los que no han entendido, desde el seno de la entidad, la actitud del consejo para con este informador. En el aludido comunicado del Real Murcia, publicado en su web el pasado lunes, -por cierto, con una redacción algo pedestre-, se elucubra sobre el sentido de la libertad de expresión. Al menos, en lo que desde el club entienden que debe ser, al expresar que este profesional “tiene el derecho y el deber de informar pero también la obligación de hacerlo verazmente y sin temerario desprecio hacia la verdad”. Es decir, y traducido a román paladino: conforme a lo que le convenga a la dirección grana en cada momento, sin atisbo de crítica perturbadora y eludiendo la “desinformación”, una palabra que utilizada así contiene reminiscencias claramente trumpistas. De hecho, el club reconoce que contactó con el periodista “para atajar el problema de forma amistosa y extrajudicial”, pero que la gestión resultó “infructuosa”. O sea, que hubo advertencia previa e intento vano de llamada al orden.

La decisión de impedir el acceso de un periodista a un lugar público para que informe de lo acontecido rompe cualquier regla de la libertad de expresión. Aquí y en Sebastopol. En el terreno de la política, Vox lleva tiempo haciéndolo con determinados profesionales de unos cuantos medios en sus actos y campañas electorales. Está claro que hay quien quiere hacer caso omiso a aquella frase lapidaria de Orwell de que la libertad de expresión es decir lo que alguna gente no quiere oír. Aunque haya otros, como Donald Trump, que la intenten rebatir asegurando que “el 75% de los medios son deshonestos y una auténtica escoria”. Para desgracia nuestra, viviendo lo que vemos, es posible que el estilo trumpista, como antes el gilismo, haya llegado también al mundo del fútbol para quedarse. Solo era cuestión de tiempo.

Al más puro estilo del inconmensurable Jesús Gil, el Real Murcia impidió este sábado el acceso de un periodista al estadio Nueva Condomina, rebautizado como Enrique Roca, propiedad del Ayuntamiento de la capital pero cedido al club en 2009 por un periodo de 50 años. Lo hizo, en palabras recogidas en un lacerante comunicado, porque la información que publica en su medio “no se corresponde con la realidad”. El periodista es José Antonio Otón; y el medio, el diario La Verdad.

En el club grana han sido más considerados que en el Atlético de Madrid de la inefable era Gil. Al menos, solo se han limitado a retirar la acreditación de prensa al informador. En el equipo rojiblanco, el presidente Gil iba mucho más lejos. No solo prohibía el acceso al estadio Vicente Calderón a los periodistas que le caían mal y no le bailaban el agua, sino que arremetía contra ellos y, además, en algunos casos, los insultaba con desprecio y hasta con crueldad extrema. Una vez se refirió a J.J. Santos, hoy en Telecinco y entonces en Radio España, como un “disminuido físico y mental, al que voy a mandar a Lourdes para que le arreglen la cabeza, porque lo otro ya no se lo arregla ni Dios”. Otro día, ante una pregunta que consideró inoportuna, echó a otro periodista de una rueda de prensa al grito de “¡A la puta calle! Siempre me toca el más tonto”.