Cuando se ponen juntos los dos conceptos de turismo y medio ambiente parecen que chirrían. Sin embargo, hay otras maneras, modos y hojas de ruta para la práctica de un turismo social y medioambientalmente sostenible. Los recientes procesos de degradación del Mar Menor (con los últimos episodio de peces muertos en sus orillas) y las lluvias torrenciales que han asolado está región nos han hecho ver las frágiles bases sobre las que se asientan las infraestructuras y el desarrollo turístico en nuestra tierra.
Entre los impactos globales más destacables del modelo turístico dominante se encuentra su papel en el cambio climático, que alcanza aproximadamente un 5% del total de las emisiones globales de CO2 a la atmósfera. El 43% de los novecientos millones de desplazamientos anuales de personas son realizados por avión, el medio de transporte más contaminante, que representa otro 3% de las emisiones globales de dióxido de carbono.
La Organización Mundial del Turismo (nada sospechosa de veleidades ecologistas) señala las principales características de un turismo sostenible: los recursos naturales y culturales se conservan para su uso continuado en el futuro, el desarrollo turístico se planifica y gestiona de forma que minimice los problemas ambientales o socioculturales; la calidad ambiental se mantiene y mejora; mantiene un elevado nivel de satisfacción y los beneficios se reparten ampliamente entre toda la sociedad. Ninguna de estas características se cumple en el caso de la Región de Murcia.
El desarrollo turístico caótico y descontrolado tiene, en nuestra región, ejemplos abundantes: El reciente libro de los periodistas Antonio Delgado y Ana Tudela, Playa Burbuja: Un viaje al reino de los señores del ladrillo, dedica tres capítulos sobre el impacto ambiental y la crisis inmobiliaria en la Bahía de Portmán, La Manga y las poblaciones del Mar Menor. Este modelo produce impactos significativos a partir de la implementación de este tipo de turismo: gran ocupación del territorio, crecimiento exponencial del consumo de recursos energéticos y aumento de residuos y vertidos. También influye decisivamente en la destrucción de ecosistemas, la pérdida de biodiversidad y la contaminación del aire, el suelo y el agua.
Nuestro territorio y el gobierno regional que lo dirige, se enfrenta a grandes retos en estos temas: la reordenación del suelo sin crecimiento de los espacios urbanizados en el ya saturado litoral y la rehabilitación de las infraestructuras turísticas haciéndolas más sostenibles. Además, es necesaria la intervención en los entornos turísticos, para garantizar su seguridad ante fenómenos climáticos extremos. Un elemento central es reducir los impactos ambientales y adaptarse al cambio climático que vamos a sufrir en el futuro. Hay que añadir la necesidad de decrecimiento del suelo urbanizable en los municipios del litoral y el desarrollo de políticas que hagan compatibilizar el turismo y la conservación del territorio.
Históricamente, la ocupación generalizada del territorio y del litoral se ha traducido en la destrucción del medio natural, en la generación de infraestructuras desorbitadas y en la pérdida de otros sectores económicos. Las inundaciones por las lluvias torrenciales de septiembre han puesto sobre la mesa un grave problema medioambiental que viene de atrás, aumentado por factores de gravedad derivados de la edificación masiva el litoral y la ausencia de medidas de preservación del valor medioambiental de los espacios naturales. Por otra parte, los elevados ingresos del turismo no se traducen en beneficios netos para sus habitantes. El hecho de la precariedad del empleo generado por el sector turístico también ha sido centro de las críticas de quienes han denunciado estos puestos de trabajo, que además de estacionales, son precarios, de mala calidad y en situaciones de explotación sobre horarios y condiciones de trabajo.
Los impactos sociales sobre las personas residentes y la sociedad en su conjunto también son elevados por el aumento de los precios de alquiler y la compra de bienes inmuebles para la transformación de éstos en alojamientos turísticos, legales e ilegales, así como la sustitución del comercio de cercanía por otros tipos de establecimientos destinados a turistas. Se necesita una reflexión crítica en la sociedad civil de nuestra región sobre los objetivos de este binomio: turismo y medio ambiente que pueden coordinarse, en un giro radical de políticas económicas, de una manera verdaderamente sostenible.
Cuando se ponen juntos los dos conceptos de turismo y medio ambiente parecen que chirrían. Sin embargo, hay otras maneras, modos y hojas de ruta para la práctica de un turismo social y medioambientalmente sostenible. Los recientes procesos de degradación del Mar Menor (con los últimos episodio de peces muertos en sus orillas) y las lluvias torrenciales que han asolado está región nos han hecho ver las frágiles bases sobre las que se asientan las infraestructuras y el desarrollo turístico en nuestra tierra.
Entre los impactos globales más destacables del modelo turístico dominante se encuentra su papel en el cambio climático, que alcanza aproximadamente un 5% del total de las emisiones globales de CO2 a la atmósfera. El 43% de los novecientos millones de desplazamientos anuales de personas son realizados por avión, el medio de transporte más contaminante, que representa otro 3% de las emisiones globales de dióxido de carbono.