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Unha vocación (re-co-)lectora

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“Siempre imaginé el paraíso como una especie de biblioteca…”

(Jorge Luis Borges)

Linkedin se preocupa demasiado por mi. Con frecuencia, me manda notificaciones y consejos sobre qué decir o cómo actuar en una entrevista de trabajo o incluso qué adjetivos usar para hablar de una misma.

“¿Tienes un perfil difícil de encasillar?”

Siento que es su forma educada de decirme: Mira, pequeño desastre, necesitas enfocar tu búsqueda laboral. Acto seguido me presenta las ventajas y desventajas de “los multidisciplinares” (léase de la gente indisciplinada como yo).

En el proceso de autoanalizarme, encontrar mi voz y explorar el mercado para ver dónde podría aportar algo, he recordado que cuando tenía seis o siete años llevaba una lista de memoria de todas las películas, dibujos, cuentos, programas y series que me habían encantado y que me parecían indispensables. Una especie de mediateca o de baúl de los deleites. Llegué a juntar más de trescientos ítems antes de que dejara de contar...

¡Una, siempre tan dispersa!

Claro, no pensaba en términos de objetivos. No sabía qué quería ser de mayor. Aún a día de hoy, no sé qué quiero ser. Me gusta imaginar una sociedad rotativa, donde todo el mundo tiene que desempeñar todas las profesiones, para evitar apoltronarse, aprendiendo cada día cosas nuevas y a valorar el trabajo ajeno.

El autoanálisis es concluyente: lo mío siempre ha sido buscar y recolectar aquí y allá.

Dicen que la palabra “paraíso” proviene del antiguo persa “paridaida”, que hacía referencia a los huertos y jardines del árido Irán, seguro que muy parecidos a los vergeles de la huerta de Murcia.

¿Y el objetivo?

Esta semana se me ha ocurrido hacer recuento de todas las fotos, ilustraciones, mapas, citas, libros, vídeos y cuadros que he ido recolectando en los últimos siete años. Según Instagram, he reunido 978 elementos. Sin darme cuenta, me había montado una huerta visual, un semillero de ideas. Ya no uso la cabeza, están ahí. Pero casi nunca los miro. Me pasa como con las cajas de revistas y suplementos de viajes impresos en papel que se amontonan por el trastero. Y tampoco me paro a contar la cantidad de mails y de enlaces que comparto conmigo misma en el correo o en grupos de Telegram y de WhatsApp donde campo a solas, esperando a que un día los abra y (re)lea. No puedo dejar de compilar cosas. Hasta me he montado cines y discotecas.

“Tenemos que vernos con tiempo y poner orden en todo esto”, es lo único que me animo a decirme a mi misma.

Mientras, sigo recolectando y recogiendo perlas como ésta: O corazón fai acumulación de bens, del libro Atlas de la poeta gallega Alba Cid.

Raymond Radiguet, en Le Diable au Corps, decía algo así como que había que poner orden en el escritorio para conjurar la fatalidad. Que si lo tenías todo en orden y bien dispuesto, después de tamaño esfuerzo, nada malo te podría suceder. Seguro que tenía razón.

Esperando que fermenten las ideas, dejo todo esto anotado para mi próxima entrevista de trabajo.

Felices (re/co)lecturas y larga vida a los árboles, paraísos de esta tierra.

 

“Siempre imaginé el paraíso como una especie de biblioteca…”