Desde algunos sectores de la clase política, aunque clase no tienen, han afirmado que dentro de la gente que viene buscando una vida mejor, nuevas oportunidades que no encuentran en su país por diversas circunstancias y que buscan un empleo que les permita enviar dinero a sus familias para que puedan subsistir, algunos son terroristas yihadistas infiltrados y el resto son delincuentes que no vienen a trabajar, aunque lo estén haciendo en muchos lugares de nuestra región.
Hay sectores de la clase política, aunque clase no tienen, que han considerado que las personas migrantes que son liberadas una vez que son identificadas por no tener papeles -y no tener más objeción- constituyen una amenaza porque “andan sueltos”. Utilizan el argumento del “podría ser que fueran…”, y este argumento solo lo utilizan para las personas refugiadas y migrantes. A modo de ejemplo, puedo afirmar que podría ser que hubiera algún corrupto en el equipo de gobierno regional; no mostraría lógica sino un rechazo al equipo de gobierno actual. Lo que se ha afirmado con las personas migrantes es un ejercicio de vandalismo político, basado en el odio más profundo y en el rechazo que nos deshumaniza.
El vandalismo se asocia al espíritu de destrucción y en este caso a la destrucción de una sociedad que pretenda estar llena de humanidad y de respeto a todo ser humano y empatizar con su vida, con su biografía personal, familiar y comunitaria y nunca considerarlo como una amenaza o como un enemigo que hay que destruir, encerrar, discriminar o rechazarlo.
Es el vandalismo político que configura la sociedad y que genera violencia, conflicto y que son gérmenes, posiblemente, de futuras guerras para mayor gloria de los fabricantes de armas y para los que sienten que son los dueños de la vida y de la muerte. El vandalismo político genera que mucha gente buena deje de serlo y anide en sus pensamientos y en sus sentimientos un sentido de la vida donde el diferente, el diverso constituye no una persona, sino un objeto, no un ser humano que hay que abrazar, sino un ser inhumano que hay que golpear, someter y utilizarlo como mano de obra barata.
El vandalismo político, en su espíritu destructivo, menosprecia la bondad y lo bueno afirmando que es algo negativo y lo denomina de buenismo. En mi infancia me decían que ayudar a alguien era un deber que nacía de la bondad, de ser bueno y lo estudiábamos en la escuela franquista y en la catequesis parroquial; ahora ayudar a alguien es colaborar con las mafias y hacer daño a la sociedad según estos sectores políticos.
El vandalismo tiene fuerza en nuestra sociedad y es fácil de vender y más fácil de comprar como ciudadanos y ciudadanas, pero, si queremos una sociedad en la que brille la esperanza, la sonrisa, que predominen los momentos buenos y felices tenemos que crecer en una sociedad en la que nos consideremos hermanos y hermanas. Todos somos hermanos y hermanas como afirma el Papa Francisco, y a partir de ahí, construyamos, no destruyamos, civilización y eduquemos en una ética que tenga sus raíces en la dignidad humana que nace de los derechos humanos.
Desde algunos sectores de la clase política, aunque clase no tienen, han afirmado que dentro de la gente que viene buscando una vida mejor, nuevas oportunidades que no encuentran en su país por diversas circunstancias y que buscan un empleo que les permita enviar dinero a sus familias para que puedan subsistir, algunos son terroristas yihadistas infiltrados y el resto son delincuentes que no vienen a trabajar, aunque lo estén haciendo en muchos lugares de nuestra región.
Hay sectores de la clase política, aunque clase no tienen, que han considerado que las personas migrantes que son liberadas una vez que son identificadas por no tener papeles -y no tener más objeción- constituyen una amenaza porque “andan sueltos”. Utilizan el argumento del “podría ser que fueran…”, y este argumento solo lo utilizan para las personas refugiadas y migrantes. A modo de ejemplo, puedo afirmar que podría ser que hubiera algún corrupto en el equipo de gobierno regional; no mostraría lógica sino un rechazo al equipo de gobierno actual. Lo que se ha afirmado con las personas migrantes es un ejercicio de vandalismo político, basado en el odio más profundo y en el rechazo que nos deshumaniza.