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Que venga Azaña

La guerra civil fue una tragedia inmensa, todos lo sabemos. También que militares acaudillados por Franco se sublevaron contra la República y desencadenaron la guerra.

Es cierto que no se podía esperar más para exhumar los restos de Franco. Tenemos la oportunidad y resulta insoportable seguir rindiéndole homenaje en ese mausoleo nacional. Es un trabajo que hay que hacer por nuestra dignidad, por la dignidad de todos. Resulta incomprensible esa resistencia larvada por parte de la derecha política, la grande y la pequeña, la de siempre y la de ahora. Resulta desalentador constatar hasta donde llegan las raíces del franquismo. Sin embargo, qué gran oportunidad para reinventar aquel sitio siniestro y oscuro en un espacio por la paz.

Tengo que confesaros sin embargo, que cuanto más se habla de Franco más me acuerdo de Azaña. Sí, pienso en Azaña, en que venga Azaña, en que traigan al Presidente, que descanse por fin aquí Azaña. Que descanse en nuestra tierra el mejor representante de esa aspiración nacional que la República quiso alcanzar.

Cuántas fatigas, cuántos esfuerzos, cuántas penurias y miserias. Cuánta valentía para intentar vencer a la rebelión en una lucha desigual. Cuántas heridas, cuánta guerra, cuánta infamia en esa guerra y qué dolorosa. Conocida es la frase de un Azaña abatido “Me asquea la sangre, estoy hasta aquí, nos ahogará a todos”. Y qué decir de la represión, de la represalia franquista, de la persecución, que se extendió en la posguerra incluso fuera de nuestras fronteras.

Si alguien representa mejor el esfuerzo republicano por restablecer el orden constitucional, es el Presidente Azaña y no solo el esfuerzo sino también la dignidad, la persecución y la soledad de la República.

No fueron fáciles para Azaña los últimos meses de su vida, como tampoco lo fueron para la República.

En la madrugada del 5 de febrero de 1939 cruzó la frontera para establecer la jefatura del Estado en París, en la embajada española. Amargos fueron sus intentos infructuosos por tratar de minimizar los efectos del triunfo franquista sobre la población leal. Amargura y dimisión cuando al final de ese febrero, Francia e Inglaterra reconocen a Franco. Un peregrinar por ciudades francesas. Las tropas alemanas que ocupan París en junio de 1940 y la persecución se agudiza, Su casa de Pyla-sur-mer ocupada y desvalijada, su amigo y cuñado, el también escritor Cipriano Rivas Cherif, detenido en Francia por autoridades alemanas y agentes franquistas, trasladado a Madrid. La persecución le lleva a Montauban, pero allí, ni aún enfermo, le abandona el perseguidor. Solo la protección del embajador mejicano alivia su final.

En fin, quiero solo recordar que hay gente consecuente, íntegra, que nos anima, nos empuja. Yo lo que quiero es que venga Azaña y se le proporcione dulce reposo a quien fue el último presidente de la República Española.

También quiero, es verdad, unirme a la voz de Voltaire y denunciar de una vez por todas, las infames persecuciones que han sufrido y sufrirán hombres y mujeres íntegros por culpa de sus opiniones y por el ejercicio de sus derechos. Porque esta historia, la de nuestra guerra civil, es finalmente también la historia de una persecución.

¿Quién es el perseguidor? Se preguntaba Voltaire en el artículo `Persecución de su célebre Diccionario´. Nos mostraba primero el filósofo que el lenguaje del perseguidor estaba grabado en su corazón con el buril del fanatismo y concluía su artículo con una oración que yo quiero aquí hacer mía para dar fin a mis palabras a favor de un último viaje para Azaña.

“¡Oh Dios de misericordia! Si algún hombre puede parecerse a ese ser maléfico que se nos describe ocupado sin cesar en destruir tus obras, ¿no sería ese el perseguidor?”

La guerra civil fue una tragedia inmensa, todos lo sabemos. También que militares acaudillados por Franco se sublevaron contra la República y desencadenaron la guerra.