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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Las vicisitudes del mejor oficio del mundo

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La pandemia sigue después del suave oleaje de la quinta ola, aunque ya parece que nos acercamos a la nueva normalidad, (Se acuerdan cuando los mentecatos se reían de esa expresión que vaticinaban el Gobierno y los expertos, allá por la primavera del 2020) y recuperamos ciertas rutinas de antaño, como la de poder leer el periódico “de la casa”, en la barra del bar. En las olas anteriores desaparecieron los periódicos de los bares por miedo al contagio. No se podían tocar. Aunque los parroquianos que leen el llamado periódico “de la casa” se han reducido; no obstante en cualquier franja horaria, a la hora del café, el periódico vuelve a estar solicitado. Los lectores del periódico de “la casa” se suelen observar. Con cierto disimulo y no con cierto desprecio, un observador controla de reojo a aquel pesado que lo tiene ocupado, por saber que se gasta la costumbre de volver otra vez a la primera página, una vez que le da el gran repaso. Cada cual tiene sus rutinas. Yo confieso que mi gran rutina es la de leer un periódico en el bar, todas las mañanas, mientras saboreo un café, y otro periódico distinto, por la tarde. Son rutinas sagradas, son los momentos más gloriosos. No sé si son los momentos actuales los más gloriosos para el periodismo, con todos los cambios del papel a lo digital, sí sé que después de haber dedicado algunos años de mi vida a escribir en diversos diarios sigo estando de acuerdo con la descripción de esa tarea, de la que Gabriel García Márquez, dijo que era “el mejor oficio del mundo”.

La esencia del periodismo, de la noticia, de la información, en el fondo muy poco cambia. Lo que si varía es la forma de hacerlo y desde donde se hace. Ay, de aquellas redacciones, de aquellas reuniones espontáneas, sentados sobre las mesas, con algún café o cerveza, con aquella atmósfera del humo de los cigarrillos, de aquellos piques entre las diversas secciones, de las noticias que escupía el teletipo, de aquel periodismo de investigación. De aquellos tiempos en los que los redactores salían a buscar la noticia a la calle. Ahora los gabinetes de prensa de los políticos te vomitan sus notas llenando la mesa del redactor de turno. Ahora la noticia desde la calle puede llegar a la redacción en un clic, con un video o una foto, transmitida al instante. 

Ahora como lector uno también puede leer la noticia, desde su móvil, al instante. Y ahí ya tenemos una generación que ya se han educado en la era digital y que no leen los periódicos en papel. Y ahí anclada hay un tipo de lector que solo le gusta leer en papel y otros que combinan los dos modelos. Como decía, yo suelo estar informado de las ultimas noticias por ediciones digitales de los periódicos. Sin embargo, me sigue produciendo un placer sibilino ese tacto con el papel y ese ruido cuando cambias de página. Suelo disfrutar con algunos columnistas y tengo ciertas manías con algunas secciones. Por ejemplo, ahora que no me lee nadie, les voy a contar mis reticencia con la sección de esquelas. Nunca las leía, hasta que de pronto un día de verano, por casualidad, las mire, y si no lo hubiera hecho, ni me habría enterado de la muerte de un amigo. Con la sección del horóscopo tengo sus más y sus menos. Habitualmente no los leo, sin embargo, últimamente les echo una mirada. Hoy el periódico de la mañana, me dice: “Deber de aprovechar su atractivo para ligar. Puede producirse un movimiento bancario beneficioso. hoy será un día de muchos problemas en el trabajo. Vigile esas molestias para que no vayan a más”. Y al llegar al otro periódico distinto que leo por la tarde, me espeta: “La persona que estás conociendo hace poco tiene mucho interés en ti, pero lo está perdiendo de a poco al ver la lejanía con la que te estás comportando, es muy probable que lo hayas notado y estés comenzando a pensar en lo que debes hacer para intentar contrarrestar esta situación”. Que cada cuál se tome el asunto de los horóscopos como quiera, que crea o no en ellos. A mi, cuando vuelvo a esas lecturas, me gustan su componente literario. A mi siempre me ha gustado el componente literario en el periodismo. Un ejercicio magistral lo escribió García Márquez en su reportaje novelado: Relato de un náufrago.

El periodismo cambia en sus formas pero siempre mantiene su esencia. Cuando menos te lo esperas. ¡Recórcholis“, aparecen los famosos ”Papeles de Pandora“ o lo que es lo mismo ”Pandora Papers“. De pronto Pandora movida por la curiosidad ha quitado la tapadera de la caja y gracias a esos mas de 600 periodistas de 117 países bajo la coordinación del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, en un enorme trabajo han conseguido la gran filtración de documentos confidenciales de 14 despachos de abogados especializados en la creación de sociedades en países como Panamá, las Islas Vírgenes Británicas o las Bahamas. Más allá del famoso paraíso terrenal están esos paraísos fiscales. ¡Una gran noticia!

Decía García Márquez que “la mejor noticia no es siempre la que da primero sino muchas veces la que da mejor”. Por estas y otras noticias, el periodismo es el mejor oficio del mundo.

La pandemia sigue después del suave oleaje de la quinta ola, aunque ya parece que nos acercamos a la nueva normalidad, (Se acuerdan cuando los mentecatos se reían de esa expresión que vaticinaban el Gobierno y los expertos, allá por la primavera del 2020) y recuperamos ciertas rutinas de antaño, como la de poder leer el periódico “de la casa”, en la barra del bar. En las olas anteriores desaparecieron los periódicos de los bares por miedo al contagio. No se podían tocar. Aunque los parroquianos que leen el llamado periódico “de la casa” se han reducido; no obstante en cualquier franja horaria, a la hora del café, el periódico vuelve a estar solicitado. Los lectores del periódico de “la casa” se suelen observar. Con cierto disimulo y no con cierto desprecio, un observador controla de reojo a aquel pesado que lo tiene ocupado, por saber que se gasta la costumbre de volver otra vez a la primera página, una vez que le da el gran repaso. Cada cual tiene sus rutinas. Yo confieso que mi gran rutina es la de leer un periódico en el bar, todas las mañanas, mientras saboreo un café, y otro periódico distinto, por la tarde. Son rutinas sagradas, son los momentos más gloriosos. No sé si son los momentos actuales los más gloriosos para el periodismo, con todos los cambios del papel a lo digital, sí sé que después de haber dedicado algunos años de mi vida a escribir en diversos diarios sigo estando de acuerdo con la descripción de esa tarea, de la que Gabriel García Márquez, dijo que era “el mejor oficio del mundo”.

La esencia del periodismo, de la noticia, de la información, en el fondo muy poco cambia. Lo que si varía es la forma de hacerlo y desde donde se hace. Ay, de aquellas redacciones, de aquellas reuniones espontáneas, sentados sobre las mesas, con algún café o cerveza, con aquella atmósfera del humo de los cigarrillos, de aquellos piques entre las diversas secciones, de las noticias que escupía el teletipo, de aquel periodismo de investigación. De aquellos tiempos en los que los redactores salían a buscar la noticia a la calle. Ahora los gabinetes de prensa de los políticos te vomitan sus notas llenando la mesa del redactor de turno. Ahora la noticia desde la calle puede llegar a la redacción en un clic, con un video o una foto, transmitida al instante.