La segunda jornada del debate es realmente el debate, porque llega el turno de la réplica de los grupos parlamentarios y es donde la oposición democrática enseña sus argumentos públicamente, o dicho de otro modo, donde puede lucirse.
Salió fuerte Diego Conesa del PSOE, en una intervención durísima en la que relató la “ruina” que sufre la Región de Murcia tras los gobiernos del PP, ahora asociado a Ciudadanos y al fascismo. Y lo hizo desglosando la práctica totalidad de las medidas adoptadas por el Ejecutivo regional y señalando su grado de ejecución. Con los datos en la mano el panorama resulta desolador. Se puede subrayar que el comportamiento de Conesa fue distinto al del debate de 2019, ya que en esta ocasión elevó el tono hasta el punto de denunciar los momentos en los que López Miras ha pretendido renunciar a competencias propias, emplazándolo a “trabajar en algo”. Conesa sigue la línea marcada por Pedro Sánchez de señalar al PP como inútil para la reconstrucción de España.
Aunque el presidente López Miras utilizó sus turnos de intervención posteriores para apuntalar la foto fija de creación de empleo, no pudo rebatir la inconsistencia del empleo creado y que ha borrado el parón económico al tratarse de empleo poco cualificado, temporal y preciario, y habló también de otras acciones programadas en la “reconstrucción”, pero nada acerca de los informes del Consejo Económico y Social de la Región de Murcia, del informe PISA o del informe de Cáritas que contradicen todos y cada uno de los mantras que populares y naranjas agitaron en la tribuna.
Tras una insustancial aparición de Juan José Molina, portavoz de Ciudadanos, que hizo una lectura casi literal del Boletín Oficial BORM, llegaba el momento de Joaquín Segado, jefe de filas de los populares en lo que se esperaba un ataque directo a los socialistas. Y así fue, basándolo todo en la ilegitimidad de Diego Conesa como líder de su partido, porque, según el PP, las decisiones las toma Pepe Vélez, Delegado del Gobierno y miembro de la Ejecutiva Federal socialista. Fuentes de la Delegación del Gobierno afirman que ha sido Diego Conesa quién ha conseguido todas las grandes inversiones para la Región de Murcia, desde el soterramiento del AVE hasta el Arco Norte y que la inconsistencia del portavoz popular es más que evidente.
Pero fue el portavoz popular el que abusó de posición y se coló, o directamente mintió, cuando en la defensa de su gobierno afirmó que nada ha hecho el Ejecutivo central acerca del Mar Menor, cuando a día de hoy todavía se siguen arreglando las playas de la ribera de la laguna con inversiones del Estado, como la prensa se ha encargado de mostrar, tras el desastre de la DANA. Un traspié que simboliza la desconexión, a petición propia, que el PP tiene con la realidad ambiental de la Región de Murcia, simplemente, porque les da igual mientras continúe su lucha de votos con el fascismo en el Campo de Cartagena. Tampoco ayuda a la credibilidad del gobierno que critique el reparto extraordinario de fondos, que se hace en función de cómo ha sido golpeado cada territorio, cuando ya es un hecho que la Región de Murcia ha sido una de las menos afectadas.
El esfuerzo por defender los logros del gobierno nacional en la Región vino de la mano de la portavoz de Unidas Podemos, aludiendo al “escudo social” que se ha levantado con la pandemia y tuvo el detalle de mostrar un frasco de cristal que contenía agua del Mar Menor llena de fango, que usó para comparar la acción de gobierno con la realidad que se vive en la comunidad autónoma. En términos de oratoria parlamentaria el repaso fue mítico, nada pudieron hacer los portavoces del gobierno ni el mismo presidente para tumbar las líneas de intervención de María Marín (UP).
Pero lo esencial de la segunda sesión, el debate en sí, dejó claro dos realidades. La primera y más importante es que el gobierno regional está con los palos del sombrajo manteniendo la persiana abierta gracias a las transferencias de capital que Moncloa inyecta en las arcas públicas de forma permanente, un punto admitido por Juan José Molina (Cs) cuando en su contrarréplica dijo “ahora solo podemos sobrevivir”. La inoperancia e incompetencia a la que se refería la oposición por la mañana la certificaron los grupos del gobierno por la tarde. El presidente regional cerraba el debate con llamadas a la unidad que sonaban más a un “sálvese quien pueda”.
La segunda cuestión a destacar es el poco nivel que ofrece el propio debate, en un formato que bloquea el dinamismo de un evento que debería tener la máxima atención pública y que resulta tedioso hasta el infinito. Tampoco ayuda la nula preparación profesional que los portavoces exhiben cuando les toca hablar, leyendo los puntos que previamente les pasa su partido y que se acomodan a las directrices enviadas desde Madrid.
Nada ha salido en positivo de este espacio de debate, nada podía salir. Ya avisamos hace tiempo que los posicionamientos públicos no habían incorporado el nuevo lenguaje político que los tiempos post-pandemia imponían a razón de la demanda de la mayoría de la población, que lo hizo en los admirados aplausos y balcones. Oportunidad perdida para los gobernantes de la Región de Murcia que esperan en estado de pánico la declaración judicial de Ramón Luis Valcárcel el viernes de esta misma semana. De lo que diga delante del juez y el fiscal dependerá buena parte de la vida política que le resta a esta legislatura y algunos, esperando que al expresidente se la haya olvidado hablar, ya le han puesto velas a todos los santos.