Algunos partidos parecen haber aprendido ya la lección, pero no en el sentido de la tan ansiada regeneración democrática, como cabría esperar, sino en el de intentar elegir con más cuidado a sus dirigentes interinos. No sería la primera vez que alguien llamado a ocupar una silla de manera coyuntural y sin tiempo suficiente como para calentarla, finalmente decidiera soltarse la mano de quien lo aupó e independizarse en sus actos. Algo así le sucedió a Susana Díaz con Pedro Sánchez, y tres cuartos de lo mismo le pasó a Ramón Luis Valcárcel, expresidente de la Comunidad Autónoma de Murcia y del Partido Popular regional, cuando, ante la imposibilidad estética de designar a Pedro Antonio Sánchez como su sucesor de cara a las elecciones autonómicas de 2015 -imputado en aquel momento por supuestas irregularidades en la compra de su vivienda-, colocó a Alberto Garre hasta que se despejara el panorama judicial de su delfín y éste pudiera coger la bandera del PP.
Pocos meses después de entrar en el Palacio de San Esteban, Alberto Garre decidió que iba a funcionar de otro modo; destapó su diferente manera de entender la corrupción y de asumir las responsabilidades políticas y se rebeló ante el jefe, llegando a postularse después para la reelección. Sin embargo, la apuesta le salió bien al emérito Ramón Luis: el magistrado Pérez Templado archivó la causa contra el entonces consejero Pedro Antonio Sánchez dentro de plazo y Valcárcel se lo vendió a Génova como la mejor opción. Y Génova lo compró. Nadie calibró el peligro de otro asunto pendiente, algo sobre un auditorio a medio construir que había costado 6 millones de euros de las arcas públicas en una lejana y pequeña localidad donde Sánchez fue alcalde. Antes bien, en el PP nacional prefirieron valorar los ‘logros’ de su etapa municipal.
Por aquellos meses de inédita convulsión en el seno de un partido de apariencia granítica como el PP murciano, con los adeptos al tándem Valcárcel-Sánchez por un lado y los fieles a Garre por otro, se produjeron los hechos que ahora el juez Eloy Velasco ha pedido al TSJMU que investigue: el supuesto acuerdo entre Pedro Antonio Sánchez y las empresas de la trama Púnica con el objeto de limpiar la reputación 'on line' del entonces consejero de Educación. Por este asunto y por el llamado 'caso Auditorio', Pedro Antonio Sánchez se ha visto forzado a presentar su renuncia. Y sin embargo, en su dimisión -celebrada por C's como un éxito de su acción política-, nada de esto ha dicho, más allá de la insistente oda a la presunción de inocencia que nadie discute.
Pedro Antonio Sánchez no ha dicho que se marcha para cumplir con su palabra ni para defender su inocencia sin perjudicar los intereses de la Región de Murcia, sino que lo hace para salvar a la comunidad autónoma frente a los planes de PSOE, Podemos y Ciudadanos -el llamado 'tripartito'-, que según el presidente del PP murciano, ya tenían cerrado un acuerdo para gobernar y echar por tierra todos sus logros. Y eso después de sacar adelante una moción de censura dibujada como un golpe de Estado, a pesar de ser un recurso parlamentario democrático y previsto en la ley.
Sin embargo, y aunque ha anunciado que se va, Sánchez no termina de irse. Comentan que la renuncia de Pedro Antonio Sánchez, admitida y explicada a regañadientes, ha incluido una cláusula ambigua: la de ser repuesto o rehabilitado en el caso de que su panorama judicial se despeje satisfactoriamente. No especifican cómo, pero para que no tengan que ir a buscarlo muy lejos, Sánchez ha decidido mantener su acta de diputado en el Parlamento regional -con su aforamiento- y la presidencia del PP murciano. Y en realidad, a duras penas ha dejado de presidir el Gobierno autonómico.
Fernando López Miras (Lorca, 1983) ha sido elegido con la esperanza de que no se rebelará ante su amigo y mentor Pedro Antonio Sánchez. Se trata de un joven con una extensa carrera dentro del Partido Popular; un jugador de la cantera. En las últimas horas se ha alabado su formación, que sin embargo, no dista mucho de la de cualquier persona de su edad que haya tenido la oportunidad de estudiar: Licenciado en Derecho y Máster en Dirección y Administración de Empresas. De lo que no pueden presumir otros jóvenes murcianos es de tener un piso y un garaje en propiedad, más de 70 mil euros en un fondo de inversión y un vehículo SsangYong. López Miras no ha ejercido profesionalmente, aunque sí que fue gestor en el Banco Español de Crédito y en el Banco de Valencia.
Hijo de un directivo de banca, la vocación política lo llevó a ingresar muy joven en las Nuevas Generaciones del Partido Popular de su ciudad natal, Lorca, a cuya dirección fue aupado en 2008 -con 25 años-. Y de ahí, de la mano de Pedro Antonio Sánchez, ha ido ocupando y acumulando cargos orgánicos en su partido y responsabilidades institucionales. Poco antes de ser designado como aspirante a presidir el Gobierno murciano, Sánchez le encomendó la tarea de Coordinador Regional del PP en el mismo Congreso en el que el expresidente se dio un baño de apoyo y adhesión.
Inexpresivo, moderado en el tono de voz, sin alardes en la oratoria y sin gran capacidad para vocalizar; discreto, trabajador, hombre de partido formado por y para el partido, Fernando López Miras no ha tardado en confirmar la impresión que ha causado la apuesta de su amigo: “Este va a seguir siendo el Gobierno de Pedro Antonio Sánchez”, ha declarado sin pudor. Ha reconocido haber llorado al conocer la decisión de su mentor de renunciar a la Presidencia autonómica, y luego ha proclamado que esas lágrimas se convertirán en fortaleza. Ha dicho también que se dejará la piel para llevar a cabo su cometido, a saber: “Reparar una injusticia -hay que suponer que se refiere a la dimisión de Pedro Antonio Sánchez- y reponer la voluntad de todos los murcianos” -como si en algún momento dicha voluntad se hubiera visto torcida-.
Si ése es el programa de Gobierno que Fernando López Miras va a defender ante la Asamblea Regional para lograr su investidura, podemos concluir que Pedro Antonio Sánchez no se ha ido a ningún lado y que su partido no ha entendido nada, más allá de elegir con más cuidado al dirigente interino.