La Cátedra de Políticas Públicas de la Universidad de Murcia (UMU) llevó a cabo el pasado lunes 2 de diciembre un seminario llamado ‘Riesgos de origen climático en la Región de Murcia’, en el que se presentó un informe elaborado por un panel de investigadores coordinado por el catedrático de Geografía Física de la UMU, Carmelo Conesa. Dicho informe repasa los riesgos asociados al cambio climático global que representan una amenaza creciente en la Región de Murcia y que requieren preparación, adaptación y mitigación, centrándose en los tres episodios con más ocurrencia en la Región: inundaciones y sequías, incendios forestales y los cambios atmosféricos extremos.
Murcia y, en general, la costa levantina; sea por su disposición geográfica, su clima, su cultura del territorio y, sobre todo, por el espacio disponible, es una de las regiones europeas con mayor vulnerabilidad al cambio climático y a sus efectos, algo que ha pasado de ser un rumor lejano a un zumbido irritante en cuestión de muy pocas décadas. El catedrático Carmelo Conesa afirma que la temperatura del Mediterráneo está aumentando de manera extraordinaria: “Esto provoca movimientos advectivos horizontales que se cargan de humedad al recorrer la superficie marina; se produce un proceso de evaporación y se eleva sobre nuestras sierras prelitorales; si encima tenemos una depresión de aire frío e inestable, la condensación es rápida, brusca y produce lluvias tan abultadas”.
La vulnerabilidad viene de muchos frentes: “Si a la lluvia torrencial, a la crisis climática, le unimos la litología, los suelos impermeables, los procesos de urbanización, que también están sellando el suelo y están aumentando el coeficiente de correntía superficial... le añadimos también la gran profusión de barrancos y ramblas con la torrencialidad que eso supone y podemos hacernos una idea de todos los elementos que pueden actuar en situaciones de riesgo”.
España dispone, a través de distintas instituciones y con el CNIG (Centro Nacional de Información Geográfica), un amplísimo catálogo de cartografías de todo tipo y de acceso libre y gratuito; el centro de descargas del CNIG es, de hecho, el mejor amigo de un estudiante de Geografía durante toda su carrera. Estas últimas semanas, a través de la DANA catastrófica que arrasó la huerta valenciana, la cartografía de zonas inundables se ha vuelto a poner en el foco público y ha salido a relucir la escasa atención que se ha prestado durante años a la planificación urbanística.
Casos como el de Valencia, “una cuestión más de ordenación territorial”
Alfredo Pérez Morales es profesor de Geografía de la UMU y miembro del panel de investigadores del informe de la Cátedra de Políticas Públicas. En una entrevista con elDiario.es de la Región, explica que casos como el de Valencia “son más una cuestión de ordenación territorial que de cambio climático”. “La zona mediterránea está muy expuesta a fenómenos como este, y sabemos y somos conscientes de que van a ocurrir con o sin cambio climático; otra cosa es la frecuencia.” Sin embargo, corremos el riesgo de caer en una suerte de determinismo que puede llegar a desalentar la acción social y política. Pérez alerta de que “lo verdaderamente peligroso es que si achacamos todo al cambio climático se produce una exención de responsabilidades a nivel local y a nivel regional”.
En el caso de Murcia, encontramos que buena parte de las zonas construidas se concentran en áreas inundables: “Eso limita sustancialmente las posibilidades de crecimiento de un municipio, lo que lleva, de paso, a encarecer el precio de la vivienda. Claro, se genera un desajuste importante en el stock de vivienda que hay y el crecimiento que se pretende para que ese negocio siga generando licitaciones y los correspondientes ingresos por emisión de licencias sin ser conscientes de que hay una limitación natural. Desde luego, la postura de los geógrafos no es la de que no se construya, pero hay que adaptarse a las circunstancias que predominan en el territorio”.
En la cartografía de riesgos existe un término llamado 'período de retorno' que podríamos definir como la horquilla temporal de probabilidades de que ocurra una catástrofe, y en base a esto, los distintos mapas se articulan en períodos de retorno de uno, cinco, diez, cincuenta, (...) y quinientos años. El cambio climático puede mandar al traste estas estimaciones y catástrofes que deberían, según el modelo actual, ocurrir cada medio milenio, pueden ocurrir cada pocos años. No obstante, de nuevo, para Alfredo Pérez la cuestión social es un factor de mayor relevancia en lo que refiere al aumento de los riesgos, como la impermeabilización o desnaturalización del suelo en el curso medio y alto de la red hidrográfica, representada principalmente por barrancos y ramblas.
“[Sobre la DANA valenciana] Yo me inclinaría más a pensar que esto no ha sido un evento extraordinario. De hecho, seguramente ya se haya advertido con anterioridad en algún momento, porque tenemos registros; lo que ha ocurrido es que se ha aumentado, muchísimo, la exposición a riesgos de este tipo. Es decir, el espacio construido es zona inundable y todo lo que tradicionalmente se organizaba aguas arriba para aminorar la onda de crecida aguas abajo, se ha ido abandonando progresivamente, y la contención de la escorrentía que llegaba al tramo medio y bajo, que es donde principalmente se localizan las edificaciones, disminuye”, declara.
Carmelo Conesa explica que, si queremos tener en cuenta la peligrosidad o el riesgo que puede entrañar un curso de agua en una avenida o una crecida, tenemos que “dejarle el espacio que es propio de de las libertades o de las manifestaciones naturales de ese río o de esa rambla”.
Además, continúa Pérez, “si dichos caudales se han visto alterados o se ha forzado su paso por determinadas zonas, imagina la velocidad que llega a coger el agua, y cuando encuentra un obstáculo, como ha acontecido allí, comienza a desbordarse por los laterales y se lleva por delante todo lo que encuentra”.
Vegetación de ribera y funcionalidad de los ríos
Para Conesa es importante hacer énfasis en dos enfoques. Uno conservacionista, con un ojo puesto en la vegetación de ribera, y al mismo tiempo un enfoque funcional: “Tenemos que respetar la funcionalidad de los ríos, porque es la única manera de hacer que el agua pueda mantener su régimen natural y provocar el menor riesgo a la población; los ríos, las ramblas y los barrancos cumplen una función de laminación de aguas de avenidas y de inundaciones. Las avenidas de los ríos son procesos completamente naturales que hay que dejar que ocurran con normalidad”. Conesa también insiste en que la regeneración de la vegetación de ribera, que ayudan en el proceso de infiltración de aguas, con lo que también disminuye los caudales.