Madrid, octubre de 2023. Hace años venía con frecuencia a esta ciudad por motivos laborales, y me encantaba. En este tiempo no sé quién ha cambiado más, si Madrid o yo, pero cada vez que vuelvo, me cuesta un poco más. En mi último viaje hasta la fecha, que fue hace unos días, tuve mala suerte: el dueño de mi alojamiento me tomó el pelo, clavándome doscientos euros por un piso con una plaga de hormigas; estuve toda la noche matando bichos y oyendo gritos, sirenas y música machacona que venía la calle. Al día siguiente, un abuelo en un Mercedes todoterreno casi me atropella por la cara, y además, me sacaron un dineral por unos perritos calientes y por cuatro churros congelados y chocolate de brick.
Con la edad, lo cierto es que aguanto menos la masificación del centro de Madrid y añoro más mi ciudad, que tampoco es que sea un paraíso sin contaminación, precisamente. Pero, claro, Murcia no deja de ser mi hogar: ese sitio que conozco y donde me reconozco; ese lugar que, en los espacios por donde me muevo cotidianamente, tiene medidas más humanas y que podría recorrer con los ojos cerrados (si no fuera porque un coche, una moto o un patinete me golpearían ‘en cero coma’).
Cuando estoy en Madrid, también viene a mi mente el mar, y me crecen las ganas de volver a la Región de Murcia para llegar a la orilla y meter los pies en el agua, y reposar la vista en el horizonte azul y los oídos en el sonido de las olas. Eso sí, en la capital de España tienen muchas joyas, y una de esas joyas es el parque del Retiro, y las demás, sobre todo, son los museos. El Museo del Prado es vida, es un cargador de batería, como lo es, por ejemplo, el Museo Sorolla, que en este último viaje he visitado por segunda vez. Debo añadir como joya madrileña a la gente maravillosa, acogedora y servicial que te sueles tropezar.
Vuelvo a repetir, y no es ofensa, que prefiero vivir en Murcia, pero reconozco que, por trabajo o por amor, cómo no, si no tuviera más remedio que vivir en Madrid, lo haría sin remilgos y sería feliz. De hecho, en 1995 hice los papeles para estudiar Periodismo en la Complutense; quién sabe lo que sería de mí ahora mismo si me hubiese quedado.
La realidad es que mucha gente se ha tenido que ir de Murcia en el pasado, mucha se va en el presente y mucha se irá en el futuro. Algunas personas lo harán forzadas, otras lo harán con mucho gusto, y unas y otras por motivos muy distintos. La nuestra fue una región de emigrantes durante la dictadura, y muchas murcianas y murcianos tuvieron que marcharse y hacer su vida lejos de aquí. Una de esas personas tiene relación con el protagonista del cuarto programa de Elegí un mal día.
Antonio Sánchez Valero nació en Madrid en 1972. Es periodista deportivo, trabaja como narrador de NBA, ACB y Euroliga en Movistar Plus y colabora desde hace unos meses en Radio Marca como analista de fútbol, entre otras cosas. Es el primer personaje no nacido en la Región de Murcia que participa en este pódcast, pero tiene un vínculo con ella a través de su madre, nacida en Moratalla, emigrada a Madrid y casada con un madrileño. Durante su infancia y juventud, Antonio pasó los veranos en el Noroeste de la región, con sus abuelos, tíos y primos, pero, además, por motivos que en seguida conoceréis, vivió un año en la ciudad de Murcia, donde estudió COU (lo que hoy es segundo de Bachiller).
Antonio Sánchez Valero no se esconde y, siempre que puede, hace patria de esa mitad de su sangre, de la que es roja por murciana y levantina. Vamos a hablar con él de sus avatares laborales, de baloncesto, de sus recuerdos de veraneo en Moratalla, de su año de estudiante en Murcia, de comida, de prejuicios y de estereotipos. Y una vez más, agradezco que haya voces que reivindiquen nuestra tierra. Especialmente lejos de aquí.
En este enlace a Spotify, puedes escuchar el cuarto programa de Elegí un mal día.
Nota: si tienes Spotify Premium, podrás escuchar las canciones completas que incluyo en el programa; si no, escucharás una selección de 30 segundos.