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Aumentan los delitos de ciberacoso y sexting durante la pandemia: “Ahora se puede violentar a la mujer de muchas formas”

ciberacoso

Elisa Reche / Aurora López

25 de noviembre de 2020 14:55 h

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“El mundo virtual es un nuevo espacio para tener relación con la víctima, ya sea entre parejas, exparejas o desconocidos”, señala la guardia civil Mila, quien trabaja en la Unidad Orgánica de la Policía Judicial (UOPJ) de la Región de Murcia. Los ciberdelincuentes o delincuentes virtuales también utilizan desde el sistema de telefonía WhatsApp a redes sociales como Instagram, Twitter y Facebook, en las se puede suplantar fácilmente la identidad de cualquier persona, hasta plataformas de compraventa y foros de internet, como Milanuncios o Forocoches. Desde que empezó la pandemia, más, afirman desde la Fiscalía de Delitos de Odio y Criminalidad Informática de la Región.

“En ciberdelicuencia ha habido un repunte durante la pandemia porque si no puedes salir a la calle y relacionarte, lo que tienes a mano es internet”, coincide la guardia civil, quien también explica que los delitos también se producen en el ‘internet oculto’, llamado la Dark Net o la Deep Web, que cuenta “con foros problemáticos para quienes son muy conocedores de la red en los que puedes encontrar desde pornografía infantil a venta de armas”. Uno de esos casos, cuenta Mila, lo investigaron en 2019 cuando un hombre publicó el teléfono de una mujer que ofrecía mantener sexo con un menor en una versión camuflada de milanuncios en el internet oscuro. Se trataba del número de su exmujer, mientras que el menor era el hijo de ambos.

Tanto el ciberacoso (también denominado stalking) como el sexting están penados en el Código Penal. Éste último delito consiste en difundir, revelar o ceder “a terceros imágenes o grabaciones audiovisuales de otra persona sin el previo consentimiento de la misma”. “Estos dos delitos paradigma de la violencia de género moderna se incluyeron en el Código Penal sin considerar que fueran específicos de violencia machista, pero en la mayoría de los casos los cometen los hombres”, dice a este periódico Concha López, fiscal delegada de Violencia sobre la Mujer en la Región.

Normalizar el ciberacoso

“Tras haber recibido tanto acoso a lo largo de mi vida en redes sociales al final lo normalizas. Suena bastante triste, pero creo que nos pasa a muchas. Dejas de escandalizarte y automáticamente bloqueas a esa persona y sigues con tu vida”, cuenta Paloma (nombre cambiado), de 20 años. “Cuando tenía 15 años podía llegar a culparme por subir fotos a las redes, y no porque fueran provocativas, sino simplemente porque desde pequeñas nos enseñan a que si publicas algo tienes que sobrellevar las consecuencias”, añade la joven.

Mila subraya el miedo y la vergüenza que sienten las víctimas cuando van a denunciar estos actos a la Guardia Civil. “Les tenemos que decir que no han hecho nada malo, sino que han sido coaccionadas o amenazadas por alguien. Por desgracia, sufren una doble victimización por lo que han hecho y por la situación en la que se han visto envueltas”, explica, al tiempo que echa en falta algún tipo de apoyo institucional que se involucre en la ciberdelincuencia.

“Tuvimos el caso de una chica que empezó a ser acosada cuando tenía 16 años y no lo denunció hasta los 21. Fue conociendo a una persona a través de Facebook e Instagram y le fue facilitando fotografías en ropa interior y luego imágenes desnudas e incluso vídeos de carácter sexual. Llegó a amenazarla de que publicaría esos vídeos si no le pagaba”. “Lo llegó a hacer en dos ocasiones. Además, el extorsionador era de un país de América Latina, aunque la había convencido de que vivía en las Islas Canarias”, añade.

Este caso demuestra la dificultad de investigación a la que se enfrentan los especialistas cuando se los delitos se cometen en otros países o las compañías tienen su residencia fuera de España. Por ello, se han firmado diversos convenios y tratados internacionales sobre cibercriminalidad, el más importante el de Budapest.  

Arantxa Morales, fiscal de Delitos de Odio y Criminalidad Informática de la Región, se muestra preocupada por el incremento de este tipo de delitos, en los que además la “ingenuidad de la víctima suele potenciar las conductas. Es decir, la necesidad de tener muchos amigos virtuales en chicas muy jóvenes que abren sus perfiles a todo el mundo y contestan rápidamente a muchas demandas, así como la sensación de impunidad que provoca las redes a los autores de los ilícitos”.

“Con 17 o 18 años pensaba que era solo una cuestión de tener las hormonas revolucionadas, luego conforme te vas encontrando cada vez a más chicos que, sin motivo alguno, te empiezan a mandar fotos desnudos o te las piden y se convierte en una situación bastante incómoda”, cuenta Elena (nombre cambiado), de 22 años. “Por no hablar de que ‘tu amigo’ empieza a hacer lo mismo. ¿A tus amigos les envías fotos de tus genitales?”, se pregunta irónicamente.

Un delito cometido por personas jóvenes

Claudia (nombre cambiado) ha sufrido bastante acoso en redes. “Ser una mujer y encima negra me hace vivir muchísima sexualización. Desde pequeña noto esa presión”, dice. El acoso se agudizó tras hacerse viral un tuit suyo referente al movimiento antirracista Black Lives Matter. “Recibía a diario un montón de mensajes de hombres desconocidos sexualizándome por el simple hecho de ser negra. Me decían cosas bastante desagradables diciendo qué harían con mis labios, mis curvas o mis nalgas ‘de negra’”, cuenta.

“Entre la gente joven es su nueva forma de relacionarse y es su nueva forma de cometer una violencia. Ahora hay múltiples formas de violentar a la mujer”, apunta la fiscal delegada de Violencia sobre la Mujer. “Han aumentado desde el momento en el que las redes sociales han crecido de esta forma incontrolada y, sobre todo, es un delito cometido por personas jóvenes porque son quienes graban todo y publican mucha información sobre su vida”, añade López.

“Esos son muchos de los problemas que están teniendo las relaciones de parejas jóvenes: los chicos a saben dónde están sus novias en cada momento y eso les produce celos. Saben todo el uno del otro y no hay margen para la independencia absoluta; el problema aparece cuando intentan controlarlas o no aceptan un no por respuesta y las amenazan con que van a publicar lo que tienen”, advierte la fiscal.

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