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Crónica

Buscando las llaves de Juanma entre debates sobre 'tripis' en la 'rave' ilegal de Fuente Álamo

'Rave' en Fuente Álamo bajo la denominación 'Big fucking party' | A. C.

Aldo Conway

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Fuente Álamo, (Región de Murcia). Un perro lobo checoslovaco rebusca y muerde entre la escasa basura del suelo. Si a alguien se le ocurre tirar restos, el resto le mira con mala cara. Cada pocos pasos encuentras un cartel que pide no arrojar basura por ahí. Es el quinto día de la 'rave' ilegal convocada en el municipio murciano de Fuente Álamo. Según los asistentes, “aquí quedan los más fuertes”,  y es que desde que empezó la fiesta el 31 de diciembre el techno no ha parado de sonar por el mural de altavoces que custodian los puestos de los DJ.

“Tenías que haber visto esto anoche. Había siete escenarios. ¡Siete! Ahora queda uno solo, pero vienen preparados”. Durante estos días, las noticias sobre el cerco policial se han hecho eco en todos los medios de comunicación: controles de entrada y de salida, un sistema de no retorno, varios detenidos por posesión de sustancias ilícitas… El día cinco, al menos, el acceso estaba controlado por un par de equipos de la guardia civil que no ponían impedimentos a la gente que accedía a pie por el camino, a más o menos un kilómetro de la entrada al circuito de velocidad.

En el pueblo, a quince minutos en coche por carreteras secundarias y senderos de tierra bacheados, los vecinos parecen estar encantados con la fiesta. “Estos días se está notando menos porque se supone que no dejan a la gente volver a entrar, pero mira, mira…” sostiene un camarero de la plaza de la iglesia, mientras muestra una bandeja con dos euros de propina. “Mira cómo se portan, entre unas cosas y otras me estoy sacando treinta euros al día en propinas”.

El efecto 'rave', contagioso

El camarero cuenta esto justo después de indicar a un grupo de chavales dónde hay una casa de comidas preparadas. El efecto 'rave' es contagioso: ya el año pasado, en La Peza (Granada) quisieron hasta contratar a los organizadores para las fiestas del pueblo.

El paisaje está colmado de furgonetas, camiones -algunos de gran tonelaje- y autocaravanas, tiendas de campaña, puestos de comida y ropa y otros artefactos psicodélicos fluorescentes. Por el erial del circuito de Fórmula 1 de Fuente Álamo, ahora 'okupado' oficialmente por la horda que el colectivo Free Parties ha congregado en la primera 'rave' multitudinaria del año, campan a sus anchas manadas enteras de perros. Un viejo pastor alemán dormita entre los bailoteos disociados de muchachos a caballo entre lo punki y lo hippie, con mucho más de lo primero que de lo segundo. 

Hay un bebé de dos o tres años en brazos de su madre, holandesa, que le ha colocado unos cascos para aislarle del sonido de los bajos de los altavoces. Estos hacen vibrar el corazón y las costillas y generan cierto placer, además de un pitido sordo en los oídos cuando uno vuelve a reencontrarse con el silencio.

Viendo fractales

A Luis empieza a hacerle efecto el cartón de LSD que ha tomado hace un rato. “Esto no se puede acabar, hay que hacer lo que sea, pero no puede acabarse. Estoy viendo fractales todo el tiempo, es la hostia”. Su sudadera tiene restos de polvo y manchas de los restregones de bailar o meditar tranquilamente en el suelo, como hacen dos belgas que vigilan un botellín de agua en mitad del camino. 

A unos cien metros de distancia, un tipo recorre el asfalto del circuito con una moto de cross dando saltos sobre los baches. La afluencia es mucho más pequeña que el día anterior. “Ahora sí que sí” dice Ramón, su compañero de caravana, asintiendo con la cabeza y siguiendo con la mirada el recorrido de su amigo, que compite contra nadie, sin demasiada prisa, por la pista de carreras. 

“Ese es mi bro. Luego me toca a mí coger la moto, pero ahora no estoy para muchas historias”, dice mientras saca de su riñonera una jeringa de plástico con medidor y un frasquito de líquido transparente. “Es GHB (éxtasis líquido), el viaje solo dura una hora. Eso sí, hay que tener cuidado con la dosis”. Sabe a rayos, según cuenta; al poco de consumirlo, la euforia se apodera de su ánimo y colma cada centímetro del cuerpo de un cosquilleo placentero y peculiar que va disminuyendo con el paso de los minutos. Sin embargo, la sustancia produce una resaca muy peligrosa porque disminuye los niveles de serotonina y puede llegar a causar problemas como cuadros de ansiedad y depresivos. Su uso está muy relacionado con muertes por suicidio posteriores a su consumo en personas con trastornos de depresión.

Un grupo de chicos y chicas de unos veinte años rodea una mesa de madera decorada con pintura fluorescente amarilla, un par de ellos machaca una pastilla de MDMA sobre la pantalla del móvil; uno de los cachos ha salido disparado hacia el suelo y han desistido la búsqueda antes de empezarla. “Llevo dos o tres más, ni te rayes”, le dice a su amiga, que observa a otro par de muchachos esnifar varias rayas de ketamina, un anestésico disociativo, directamente sobre la mesa con un billete de veinte euros. 

“Chavales, ¿os sueno de algo?” Un tipo de unos treinta años se encarama sobre el grupo de jóvenes con los brazos en jarra. “No, ni idea, macho”, le dice uno de ellos. “Es que, ¿sabes qué pasa? que he perdido las llaves del coche”. Aquello bastó para llamar la atención de todos, que tan pronto como pueden sacan la linterna de sus móviles y apuntan hacia el suelo haciendo una batida por toda la zona. 

- Qué putada, tío, lo siento. ¿Tienes idea de dónde han podido caerse?

- Qué va, qué va… he tenido un lapso en el que no sé dónde estaba, en una caravana, o algo así, no lo sé. Igual se me han caído ahí, pero no tengo ni idea de dónde ni con quién estaba, así que estoy preguntándole a la gente si me conoce. 

Bolsa de objetos perdidos

El tipo de treinta años se llama Juanma y su disgusto ha contagiado al resto, que no paran de proponerle ideas. “¿Sabes que hay una italiana que lleva lo de los objetos perdidos?”. Una pequeña comitiva acompaña a Juanma para buscar a la chica italiana, que de muy buena gana saca una gran bolsa azul repleta de teléfonos móviles, carteras, carnets de conducir extraviados, manojos de llaves, una pipa para fumar, varios mecheros y hasta un crucifijo.

La chica deja la bolsa en el suelo y se gira hacia su camión, un tráiler de gran tonelaje en el que están recogiendo parte del equipo utilizado en la fiesta. Pero las llaves de Juanma no aparecen por ninguna parte. Con los ojos llorosos de inhalar cloretilo de la manga de su abrigo, un chico se une a la búsqueda. “No te preocupes que estar tienen que estar, nadie se lleva nada que no sea suyo, aquí la gente no hace esas cosas”.

Hay muchísimos italianos y franceses. Fede, un chico de Milán, cuenta que ha venido con su caravana en cuanto se reveló la ubicación de la fiesta el día 30. Explica que las cosas en su país se han puesto complicadas para las 'raves' porque “la extrema derecha ha jodido todo”. “Cada vez se pueden hacer menos cosas allí, cada vez ponen más trabas para todo y si detienen a los organizadores pueden tener un problema serio”.

“En Francia se van a poner las cosas como en Italia enseguida”

Marcel, un chaval parisino que hizo la misma jugada que Fede, pero el día 31, también está preocupado por su política nacional: “Le Pen está viniendo, es un peligro. En Francia la gente cree que Macron es de izquierdas. No me jodas, tío, de izquierdas… en España tenéis más reciente el fascismo y por eso aquí no van a ganar, pero en Francia… allí se van a poner las cosas como en Italia enseguida”, explica.

Las llaves de Juanma se han convertido en la comidilla de la zona. Un sevillano al que llaman Roba y su novia regentan un puestecito de ropa y accesorios fluorescentes. “Somos FluorNation, todo está hecho a mano, la pintura la hemos patentado nosotros y está hecha a base de mezclar diferentes resinas de colores, así que todo lo que tenemos brilla en la oscuridad. Mira, mira qué paranoia, compadre”, explica, y tiene razón, ya que su puesto es lo único que es visible a más de cien metros de distancia.

En la parte posterior de su puesto hay dos grandes pufs decorados con el material fluorescente sobre el que descansan varios desconocidos. “Si te llegas a llevar un llavero de estos ultravioletas no tendrías este problema, porque las verías a kilómetros (se ríe), mira, toma, llévate uno y para la próxima no pierdes nada. ¿Necesitas cargar el móvil o quieres algo? ¿Necesitas algo? Aquí estamos para lo que necesites, hermano”.

'Fraternidad'

Junto a un potro de perchas con camisetas golpeteadas por la resina brillante, dos chicos teorizan sobre los orígenes del terrorífico LSD. “Se crearon mil cien millones de 'tripis' en su momento y gracias a eso la gente está despertando. La gente está despertando por los 'tripis' que se hicieron hace sesenta años. 'Fraternidad', se llamaban, y según la CIA han sido el grupo criminal más efectivo de la historia. Te lo digo yo, hermano, esto es así”.

Juanma desiste la búsqueda: “Nada, llamaré al seguro y a la grúa, yo qué sé ya. Habría sido un día perfecto, joder... un puto día perfecto, pero he tenido que perder las llaves, soy gilipollas, se me ha pasado hasta el ciego”. Hacia las diez de la noche casi todos los altavoces han sido ya desmontados y colocados en los tráilers y suena 'Shook Ones II' de Mobb Deep ante una pequeña multitud que se agolpa frente al escenario.

Hay varias fogatas encendidas y el resplandor del fuego y el humo de las brasas generan una atmósfera distinta a la de la tarde. Mientras Juanma abandona el recinto, una muchacha sentada sobre la gravilla y la mirada perdida se despiden con un gesto automático y una sonrisa complaciente.

El quinto día está por terminar, pero la sexta noche no ha hecho más que dar sus primeros pasos y empiezan a verse nuevos grupos de jóvenes acceder al circuito. Relevos y nuevas incorporaciones. Algunos han traído hielos y un tipo trae un saco con barras de pan. Si la fiesta conseguirá su objetivo de durar hasta el día de Reyes es algo que solo saben los que quedan. 'Eat, sleep, rave, repeat'.

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