Laura Martínez tiene 33 años y un hijo de 4 años con su exmujer. Las dos viven en Murcia y tienen a su hijo escolarizado en el colegio público del barrio de Santa María de Gracia. Laura no sólo es madre bollera, también es transfeminista y por ello su maternidad se ve atravesada por su militancia política y las consecuencias que se derivan de tener los ojos abiertos y las alarmas puestas a la hora de enfrentarse a determinadas violencias. Celebramos el 26 de abril, Día Internacional de la Visibilidad Lésbica, hablando con ella sobre cómo interseccionan la maternidad y ser bollera.
De lógicas sin duda alguna lesbófobas e ignorantes de otros modelos de familias que se alejan de los marcos hegemónicos heteropatriarcales, se refuerza por parte del refranero popular aquello de ‘Madre no hay más que una’. Como consecuencia de esas narrativas, dentro de unos días se celebra en todo el país el Día de la Madre, pero tu hijo tiene dos madres. ¿Cómo se vive esto en el colegio?
De entrada fue un shock. La maestra de mi hijo tiene casi 60 años y para ella esta era la primera vez que se encontraba con esta situación. Esto me lleva a preguntarme dónde van les hijes de las familias homoparentales porque esta mujer lleva fija en esa escuela toda la vida y me llama la atención que nunca haya tenido un caso como este en Murcia capital y en la escuela pública. En cuanto al Día de la Madre, hemos tenido que recordar que hay familias sin padres y con dos madres como es nuestro caso. Nosotras de entrada nos mostramos reticentes a la celebración de la familia heteronormativa, precisamente porque hay familias que nos quedamos al margen. Lo que hemos hablado con la maestra es que, como P. tiene dos mamás, en este día viene con dos dibujos, uno para cada una. Además, en nuestro caso la cosa se complica más todavía cuando las dos progenitoras tenemos nuevas parejas; así que en realidad somos cuatro (risas).
Todos los caminos burocráticos que tenemos que recorrer a lo largo de nuestra vida están pensados y diseñados para que todo encaje en un modelo: el heterosexual. ¿Cómo es la entrada en la escolarización para unas madres bolleras?
Nos sentaron a todo el mundo en el patio y lo primero que escuchamos fue: “Bienvenidos padres” y nosotras automáticamente nos miramos. Esta manera de nombrar sigue siendo la habitual. La primera batalla es con las palabras. Todo lo que no tuvimos que hacer en la guardería privada, donde todo se adaptó sin ningún tipo de problema (cuentos, plantillas y comunicados donde se hablaba de ‘familias’ y no de ‘padres’), lo tuvimos que pelear en la pública. Las fichas para comedor, aula madruga, excursiones, actividades extraescolares, matrícula, etc no contemplaban nuestra realidad familiar. A pesar de que lo hemos y lo seguimos señalando, estas plantillas no cambian. El esquema es invariablemente heterosexual. A nosotras nunca nos preguntaron dónde estaba el padre porque desde el principio fuimos juntas las cuatro y supongo que quedaba bastante claro. Pero a P. sus compañeres sí le han preguntado que dónde estaba su papá y él siempre dice: ‘No tengo papá, tengo dos mamás’. Ojalá estuviéramos en ese momento en el que ya no hiciera falta preguntar, que no provocara extrañeza, pero todavía queda mucho para mover ese marco tan convencional. P. es el único niño de su clase que no va a religión, ahí dejo ese dato por si alguien más ve la conexión.
Para quien no lo sepa, el método ROPA es uno de los métodos usados por parejas bolleras para tener hijes. Háblame un poco de esto.
ROPA son las siglas de Recepción de Ovocitos de la Pareja. Muy resumidamente, se extrae el óvulo de una de las dos mujeres para fecundarlo con el semen de un donante anónimo y una vez fecundado, se introduce en la otra mujer. Esto quiere decir que la criatura genéticamente está vinculada a una de las madres, mientras que es la otra la que lo gesta. Tal y como yo lo veo, es una manera de implicar a la pareja en la maternidad, aunque no creo que esta implicación tenga la misma proporción. No es lo mismo estar con tratamientos hormonales un mes que todo lo que conlleva un embarazo, el parto y la lactancia.
Para acceder a un método de reproducción asistida, ¿es necesario realizar algún trámite heteroburocrático?
Lo primero que quiero decir es que para una pareja del mismo sexo tanto para adoptar como para inseminarse es condición necesaria y obligada estar casada. ¿Una pareja heterosexual tiene que casarse para que su criatura lleve los apellidos de los dos? Voy a citar un extracto del libro ‘Maternidades cuir’ (Ed. Egales, 2020) que lo explica perfectamente: “Cuando una mujer hetero gesta y pare un bebé y se presenta en el registro civil con un hombre que dice ser el padre, no importa su estado civil ni mucho menos se les pregunta cómo concibieron a la criatura. En el caso de las lesbianas, topamos con dos imposiciones discriminatorias: si no demostramos que estamos casadas (no vale con ser pareja de hecho) y que la criatura ha nacido por técnicas de reproducción asistida, es probable que nos nieguen la afiliación conjunta.” ¿Esto es violencia? Claramente sí. De todo esto se desprende que, aunque seamos disidentes del régimen heterosexual, se nos exige que pasemos por todos los aros convencionales (como es el matrimonio) para legitimar nuestra tenencia de criaturas. Paradójicamente, esto las parejas hetero no tienen que hacerlo. Pueden tener hijes fuera del matrimonio. Nosotras no. Es más, los documentos que tenemos que rellenar como bolleras en el registro civil siguen siendo heteronormativos.
Al ser el método ROPA un procedimiento de reproducción asistida que también implica una cuantía de dinero, ¿cómo te sientes respecto a los debates reabiertos recientemente sobre gestación subrogada?
Hasta 2019, la mujer estaba excluida de los circuitos de reproducción asistida del Servicio Murciano de Salud tanto si quería ser madre soltera como parejas lesbianas. Con lo cual es el propio Estado el que te empuja a tener que recurrir a la industria asistencialista de la reproducción y a pagar lo que estas empresas privadas estipulen. A partir de 2019, ya sí, pero el servicio público deriva estas prácticas a las clínicas privadas como La Vega, así que el dinero de la pública se va a la privada (la Arrixaca derivó a unas 500 mujeres a La Vega para realizar técnicas de fecundación in vitro). Desde aquí, no entiendo las críticas a la gestación subrogada en cuanto a pagar por una subrogación porque estas prácticas que te decía de reproducción asistida se llevan haciendo años y no se ha abierto ningún debate al respecto. Mi posicionamiento respecto a la gestación subrogada no entraría dentro de un marco neoliberal, sino que sería proderechos con la mujer gestante y los derechos de la criatura en el centro, por supuesto.
¿Cómo hackean el heteropatriarcado las maternidades bollo?
Yo como mujer lesbiana butch llena de tatuajes y con media cabeza rapada en el parque con mi hijo, creo que ya estoy hackeando bastante. Las preguntas que me hacen a veces en los espacios públicos de “¿Es tu hermano pequeño?”, “¿Eres la cuidadora?”, “¿Es tu sobrino?” creo que ponen de manifiesto que no soy una madre normativa y que mi maternidad tampoco lo es. A estas preguntas no contesto yo, contesta mi hjo y siempre dice “No, es mi madre”. P. es mi hacker favorito.
El activismo siempre ha sido un espacio conflictivo para las madres: los horarios de las asambleas que muchas veces son incompatibles con la crianza, la falta de tejido social para compartir a les hijes, la escasa red de apoyo dentro de las propias disidencias… ¿Cómo vives tu maternidad dentro de los espacios politizados en los que te mueves en Murcia?
Por muchas familias disidentes que haya, todas están dentro del marco heteronormativo. Me explico, ¿cuántas madres disidentes ves por la calle? ¿Cuántas maternidades? Fuera de la celebración del Orgullo, ¿cuántas familias disidentes ocupan los espacios públicos o políticos? No conozco familias no-heteronormativas que estén en un día a día en los espacios politizados, en la calle, en la organización social. Lo vivo con frustración y rabia, empezando porque creo que los espacios políticos son antimaternales, anticriaturas. Desde que soy madre mi activismo se ha visto reducido. Desde que me separé, la custodia compartida condiciona los días o las semanas que tengo para participar en asambleas. No obstante, tengo la suerte de contar con mi mujer y con mi gran amiga que, y no casualmente, están fuertemente politizadas. Siento que los cuidados se nombran mucho desde círculos activistas pero para las madres no están. Es una pena.