INVESTIGACIÓN

“Tengo una morenita de 16 años para usted”: cómo operaba la red de explotación sexual de menores en Murcia

El móvil de Ruth Karina Dorado Toledo tenía una memoria de 7,9 gigas cargada de fotos de chicas y adolescentes. Algunas de ellas las había tomado prestadas directamente de Facebook, mientras que otras las conseguía a base de desayunos, refrescos y mensajes insistentes a través de WhatsApp.

A Karina le gustaba celebrar barbacoas en el dúplex en el que vivía en la pedanía murciana de Zarandona, con su marido Walter Jhovany Domínguez Melgar. En una de esas celebraciones, una adolescente de 15 años que se quedó a dormir allí con su madre, a quien previamente la anfitriona ya había prostituido, salió espantada del chalet. Nada más levantarse, todavía con un café en mano, Karina le advirtió que alguno de los hombres mayores que andaban por la casa estaban interesados en hablar con ella. 

La proxeneta volvió a intentarlo invitándola al Burger King de Las Atalayas y prometiéndole que se iba a “forrar” de dinero solo por “tocar y besar” a estos hombres, “que la iban a respetar”. Hombres “educados y limpios”. Los servicios se pagaban habitualmente a 50 euros la media hora, 100 la hora completa. Ese era el precio de las chicas cuando no llegaban a la mayoría de edad.

Como no paraba de escribirle una y otra vez a la menor a través del WhatsApp sin obtener la respuesta que quería, Karina le pidió, al menos, que convenciera a amigas de su edad, como finalmente hizo. A sus compañeras les dijo que podían ganar dinero “acompañando a hombres”, que “no tuviesen miedo, que no les iba a pasar nada, que solo iban a hablar” con ellos.

“Muchas veces ni siquiera saben que va a ir un cliente porque Karina les llama a escondidas de ellas al principio”, se recoge en el sumario del caso, al que ha tenido acceso elDiario.es/Murcia.

Su marido Walter llevaba y traía conscientemente a menores en su Ford rojo o negro para prostituirlas en pensiones, hoteles, domicilios particulares y casas de masaje que se encontraban desde el mismísimo centro de la ciudad del Segura hasta carreteras secundarias en dirección a pedanías u otros municipios cercanos a la capital murciana. También su hermano, Martín Galo Dorado Toledo, hacía de “taxista pirata” para la red. Ambos se encuentran entre los 13 condenados de este caso, entre los que figuran los 'empresarios' abusadores sexuales de menores, las proxenetas y los 'taxistas'. La Fiscalía llegó a un acuerdo de conformidad con los abogados de la defensa en la que reconocían su culpabilidad.

El chalet, en todo caso, no era el lugar habitual de captación, sino más bien la última estación de la explotación sexual, donde muchas veces acudían a la camilla de masaje que se encontraba en la planta de arriba del dúplex los que han sido denominados como los ‘empresarios’ de este caso, que ha despertado una destacada polémica social al entrar en la cárcel solo tres de las 13 personas condenadas y ninguna de ellas se trata de los abusadores sexuales. Entre quienes irán a prisión se encuentran la propia Karina, su marido Walter y otra de las proxenetas, Nelly Paola Céspedes.

Lo más habitual para las adolescentes era conocer a Nelly, de 22 años entonces, en la discoteca Mundo situada en el céntrico barrio murciano del Infante y donde solía divertirse la comunidad latina, al igual que en la discoteca Ibiza. Esta, en cambio, está en una zona más apartada con muchos locales, conocida como Las Atalayas. Otras fórmulas de captación eran a través de anuncios de jóvenes que se ofrecían para cuidar niños o en los propios colegios, con el boca a boca de compañeras y la promesa de ganar un dinero extra.

Una de las menores, relata el sumario cuando conoce a Nelly, “tiene conocimiento de que esto se lleva haciendo desde hace mucho tiempo y que son muchas chicas del mundo latino que están realizando estas actividades”.

Entre los detenidos por delitos de agresión sexual, prostitución y corrupción de menores, hay una joven a la que se le atribuye una infracción a la ley de extranjería. Mientras a los otros se les reconoce el papel de “cooperador explotación”, “cliente”, “captadora”, ella figura como “víctima prostituta”. Pero allí está, junto al resto de acusados. En su declaración la mujer reconoce que vino a España con veinte años indocumentada y debiéndole 1.500 euros al familiar que la introdujo al país: “Reconoció en su declaración haber venido engañada a trabajar a España, habiendo sido puesta posteriormente a ejercer la prostitución, actividad que aún continuaba ejerciendo”, revela la investigación.

Una “dama de compañía” menor y embarazada

La primera vez que la policía tiene constancia de Nelly Paola Céspedes es a través de la declaración de una menor, a la que la trama prostituye mientras estaba embarazada. Nelly y la joven se conocieron en el año 2012 en la discoteca Mundo, donde Nelly ofreció a la menor ser una “dama de compañía”, como ella misma definía. La niña tenía 16 años, pero vivía sola sin ninguna manera para subsistir: “No cobra nada, excepto lo que le entrega su madre de manera periódica”, recoge la investigación.

“Cuando [Nelly] esta tuvo más confianza con la [víctima], le dijo que tenía un amigo en Mula y que si quería ganar algo de dinero podía ir con él”, narra la policía sobre la declaración de la menor. “Nelly le presentó al individuo por la calle Sagasta, siendo este mayor, de entre cincuenta y sesenta años (...) Los tres se montaron en el vehículo y fueron a los Baños de Mula”. 

En este municipio murciano la menor entró a una vivienda con el cliente, mientras Nelly esperaba fuera. Al salir, el hombre las devolvió a Murcia, donde la joven recibió un pago de 100 euros por su servicio, “de los que le entregó a Nelly la cantidad de diez euros”, detalla la declaración. La joven recuerda este encuentro con “mucho asco”.

Tras esto Nelly presentó a la joven a otros clientes. La mayoría de las veces era trasladada a una pensión, donde Nelly le había instruido que tenía que fingir que repartía comida a domicilio. Más tarde la joven proxeneta comenzó a presentarle a otras mujeres para que la prostituyeran. En estos encuentros la cantidad que recibía la joven por el servicio comienza a disminuir, pasando a ser la mitad.

A otra de las menores, Nelly le escribe que “si quería hacer una vuelta” se podían encontrar cerca de la iglesia de El Carmen en el barrio homónimo y “prestar un servicio juntas”. La joven las conocía en la noche, las embaucaba y se las llevaba a su terreno. Peor aún, a manos de otras proxenetas.

Una de las “mamis” que Nelly presenta a la joven es Karina, a quien la Audiencia ha condenado a seis años de prisión por ocho delitos de prostitución de menores en su modalidad agravada. Su marido también resultó condenado como cooperador necesario por seis delitos de prostitución de menores. La comisión que se llevaba el matrimonio, que oscilaba entre los 10 y 50 euros, la justificaba por “la carrera”, el transporte en taxi ilegal de un punto a otro.

Según el testimonio de los condenados, Karina conocía durante años a algunos de los detenidos. Es el caso de Juan Martínez Fernández, conocido como 'el Enterrador de Totana', que en su primera declaración sostuvo que conocía a la proxeneta desde 2009: “Ha estado en casa de Karina en alguna ocasión, siempre por alguna fiesta de cumpleaños o eventos familiares”, relata el documento.

Intercambio de chicas

Nelly, Karina y Yesenia compartían en sus teléfonos móviles un álbum con centenares de fotos de mujeres a las que prostituían. Les hacían fotos ellas mismas o buscaban imágenes suyas a través de la red social Facebook: “Esas fotos son las que muestran posteriormente a los clientes para ver qué chicas son las que quieren”, detalla el sumario del caso. “Nelly conoce tanto a Karina como a Yesica [Yesenia] y cree que Yesica [Yesenia] y Karina también se conocen, entre ellas se intercambian a las chicas para los clientes que no quieren repetir”, abunda la declaración de una de las víctimas.

En ocasiones, Nelly participaba con las menores en servicios que tenían lugar en casa de Karina: “Una vez el individuo estuvo dentro de la casa, la dicente [la víctima] y Nelly subieron al primer piso y entraron una habitación donde había habilitada una camilla de masajes”, relata el sumario sobre uno de los encuentros.

Cuando suspendieron la pena de Yesenia Mercedes Balladares, la Audiencia Provincial de Murcia consideró que su participación en la trama había merecido “un reproche menor” que los otros componentes de la organización, “condenados por el doble o más de delitos, lo que sugiere que su implicación y su capacidad de decisión en la citada organización era también menor”, razonaba la Audiencia.

Lo cierto es que fue Yesenia, conocida como Yeni, la que prostituyó a la joven por la que comenzó el caso. Los padres de una menor denunciaron su desaparición el 22 de agosto de 2014. Según la declaración del padre, fue la propia Yesenia la que alertó al progenitor de que “su hija iba de una vivienda a otra, abandonando una tras de otra y dejando sin abonar los meses de alquiler”. La realidad es que la joven acabó viviendo con Yesenia, su marido y su hijo en un piso del barrio murciano Barriomar, donde ejercía la prostitución. 

Yeni ofrecía un álbum con fotos de más de 400 mujeres, entre las que se encontraba la menor. Una vez los clientes elegían a las jóvenes, Yesenia las prostituía en su propia vivienda, o esperaba junto a ellas cerca del edificio hasta que las recogían: “Se pudo observar cómo una chica embarazada acudía a la citada vivienda y tras llamar al interfono y comunicarse por teléfono, esperó la llegada de la investigada Yeni [Yesenia], quien estuvo con esta hasta la llegada de un individuo en un vehículo marca Jaguar. Tras intercambiar una corta conversación con la tal Yeni, la chica embarazada se montó en el citado coche y abandonaron el lugar”. 

Otra de las menores apunta que conoció a “Yeni a través del marido de esta que trabaja de portero en la discoteca Ibiza”, al tiempo que se relacionba en este mismo local con Nelly.

En sus vigilancias, la policía cuenta que vieron al marido de Yesenia recibir a la menor una vez el cliente la devolvió al domicilio “quien recogió algo (que bien pudiera ser dinero) que le entregó la chica embarazada”. La joven corrobora esta información en su testimonio: “Quedándose la declarante con setenta [euros] y entregado al marido de Yésica los otros diez euros”. En otros puntos del sumario se matiza que Yesenia suele quedarse la mitad de las ganancias de las menores: “Se quedaba con la mitad de lo que el cliente le daba o bien el cliente daba el cincuenta por ciento a cada una”.

Yesenia también disponía de un centro de masajes “con final feliz” en el centro de la ciudad y una red de “taxis piratas” para desplazar a las menores: “Yesica [Yesenia] suele usar taxistas para llevar a las chicas a su casa, uno con un coche negro y otro con una furgoneta blanca. (...) A ella [la víctima] la llevaron a casa de Yésica en ambos vehículos para poder estar con los clientes”. Entre los taxistas piratas a disposición de Yesenia también se encontraba Walter, el marido de Karina.

Yesenia era conocida en los círculos de prostitución antes de que empezara este caso. A principios de 2013 la Policía la identifica en una operación en el salón de juego Thabi, donde iba acompañada de dos jóvenes. La proxeneta le entregó las chicas a dos clientes habituales del establecimiento, conocidos como Curro y Lechuga.

Ese mismo año, Yesenia conoció al empresario Juan Castejón Ardid, uno de los condenados de la trama, en el Manhattan, su local de masajes “con final feliz”. Cuando cerró, Yesenia y Castejón mantuvieron el contacto: “Yeni se puso por su cuenta ofreciendo chicas, [Castejón] ha solicitado sus servicios unas veinte veces, y siendo las chicas diferentes la mayoría de las veces”, señala el acta de exploración que se le hizo a Castejón el 10 de noviembre. De los servicios que solicitó, una docena tuvieron lugar en el domicilio de Yesenia. Al empresario cartagenero, exvicepresidente de la patronal cartagenera y regional, pese a acumular diez delitos de prostitución a menores, se le ha suspendido su pena.

“Mami, ¿tienes algo para mí?”

En las conversaciones de WhatsApp recogidas en el tomo VI del sumario queda reflejada la raquítica situación social y económica a la que estaban sometidas las mujeres que demandaban a sus proxenetas más clientes, como el caso de Ylenia (nombre ficticio), quien llega a suplicarle a Karina día tras día que le apañe algún servicio, al precio que sea. 

“Mami, ¿tienes algo para mí? (...) necesito dinero para los libros de mi hija y me han embargado los hdp de la Seguridad Social”. 

Madre soltera y pluriempleada en cafeterías o como cuidadora de ancianos, Ylenia no puede responder siempre a los encargos de las mamis y pierde alguno de los trabajos que le ofrecen: “Busqué otra para ese rato y se ganó 100, es que no hay que tener flojera para trabajar”, le afea Ruth Karina, quien le relata que la noche anterior habían ido a Totana ella y otras tres chicas y “ganamos 80 cada una, pero hay que hacer orgía; la pasamos súper, había piscina, son un francés y 3 españoles; de 20.00 a 1.00 de la mañana”. 

En otras ocasiones, culpan a las menores de su posible entrada en prisión. Tal y como describe el sumario, María, nombre ficticio, se pone en contacto con inspectora del grupo II de la Unidad Central de Redes de Inmigración y Falsedades Documentales (Ucrif) “diciendo que tiene miedo de Nelly porque dice que Yeni está en prisión por su culpa y que a ella la van a deportar también por su culpa”.

Martini y whisky

Alma (nombre ficticio) es una de las menores de edad captada por la red. En el verano de 2013 había puesto un mensaje en una página de internet para cuidar niños. “Un día la contactaron para cuidar a unos críos, la recogían en Lorquí y la llevaban a Zarandona”, relata el sumario. Según la declaración de su madre, los horarios eran muy extraños y la niña manejaba mucho dinero. Aquello duró dos semanas.

Un año después, peleando por comprar ropa le dijo la niña literalmente “me voy a tener que volver a meter a puta” y le confesó que había estado “con unos viejos, pero que no había hecho nada”. 

La mayoría de las menores eran engañadas por la red para conseguir meterlas en el negocio. “Karina me echaba Martini en la bebida a pesar de que no me gustaba”, cuenta María (nombre ficticio), que se encontraba en el chalet de Zarandona el día que intervino la Policía, quien relata que los clientes sí que sabían que era menor, que ella no quería tener relaciones completas y que estaba muy asustada. 

Otra menor relata que Karina le pregunta “si quería tomar algo, contestando esta que un vaso de coca-cola. Que la dicente [la menor] manifiesta que cree que le echaron whisky. Que no le dio tiempo a beberse el refresco y llegó a la casa un señor 'viejo'”.

Karina y las demás ‘mamis’ organizaban al detalle todos los encuentros de las chicas con sus clientes: “el médico de Zara, el cabeza blanca, el del masaje, el Petrolero, el naranja, el Bartolo, el mercadillo…”. Les avisaban cuando tenían una cena y “había que ponerse guapas”, les aconsejaban cómo mentir a sus familiares para despistarles y que no se enterasen de sus negocios, les señalaban los lugares de recogida y qué le gustaba a cada cliente. 

La palabra “miedo” aparece casi en una treintena de ocasiones a lo largo de todo el sumario. Durante la investigación las menores víctimas de este caso manifiestan su temor a las consecuencias por denunciar los hechos. En sus declaraciones, muchas expresaron “miedo” a lo que las proxenetas o sus parejas pudieran hacer con ellas o sus familiares, pero también a los clientes. Miedo y asco ante unos hombres poderosos y que podrían haber sido, en muchas ocasiones, sus padres o abuelos.

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