Totana vuelve al letargo de la fase 1: tiendas cerradas, calles vacías y lamentos por el rebrote en la fiesta del Bar Dubai

Hace apenas dos días, Totana, un municipio del interior de la Región de Murcia, estaba inmerso en un verano atípico pero en el que la normalidad, salvo por el incordio de las mascarillas, parecía intacta: la gente compraba en los comercios, tomaba el autobús o entraba en los bares para las primeras cervezas de la noche; los amigos y familiares se reunían en las plazas o en sus casas con piscinas. Sin embargo, de un día para otro, se ha vuelto difícil cruzarse con alguien por la calle. Parece abril: en dos esquinas sucesivas de una calle están echados los cierres de dos tiendas de alimentación que permanecían abiertas casi todo el día. Hay zonas de silencio sin tráfico y prácticamente vacías, salvo por la presencia de algunas personas que salen de los supermercados sin levantar la mirada del suelo, empujando cestas desbordadas.

En una calle angosta y repleta de coches aparcados junto a la acera se encuentra clausurado, entre otros negocios con la persiana echada, el local de ocio nocturno donde se originó el brote que ha dado paso a que Totana se haya visto abocada de nuevo a esta situación de emergencia: son ya 85 positivos en total, 30 de ellos diagnosticados en las últimas 24 horas. Se han realizado más de 300 análisis PCR entre los clientes que estuvieron en el precintado Bar Dubai entre los días 10 y 11 de julio, y las cifras aumentarán “ostensiblemente” en los próximos días, según dio a entender el consejero murciano de Salud, Manuel Villegas, en la rueda de prensa en la que anunció el retroceso del municipio a la fase 1 durante siete días prorrogables.

El alcalde de Totana, Juan José Cánovas, recibe en su despacho a elDiario.es de la Región para exteriorizar la “conmoción” que ha supuesto la medida. “No lo esperábamos, aunque, viendo los datos, lo entendemos”. El primer edil habla en nombre del pueblo cuando afirma que “hay un cierto desconcierto entre la población porque no se sabe si va a haber controles estrictos, o sectores muy molestos como la hostelería”. Sin embargo, Cánovas asegura que esta medida “es la única que puede sacar al municipio de esta situación”. “Tenemos que ponernos en el contexto general del Estado e incluso mundial. El virus está aquí, es un riesgo muy alto. Lógicamente es mucho más peligroso y tiene mucho más riesgo para unos colectivos que para otros, pero vivimos tiempos en los que parece ser que no vamos a poder estar tranquilos hasta que salga la vacuna”, afirma.

La localidad ha quedado completamente aislada del exterior, salvo cuando sea imprescindible, por motivo laboral o de emergencia. Sentado en la fachada de la iglesia, solo, con un claro signo de desgana en su forma de hablar, Sebastián Baños asegura que se encuentra “regular”, que el reciente confinamiento resulta para él “una montaña muy alta otra vez”. Mientras se ajusta la mascarilla a la altura de la nariz, dice que él necesita salir de casa porque allí le “falta el oxígeno”.

Sin duda, muchos de los negocios regentados por totaneros han sido los peor parados de esta decisión. Manuel Martínez trabaja en un bar de la Plaza de la Balsa Vieja, en el centro del municipio, y cuenta que han tenido que cerrar dentro y reducir las mesas otra vez al 50%. “Se está viendo perjudicado el bar, nos han cancelado muchas mesas reservadas, y se nota que la gente ha cogido mucho miedo. Prácticamente no hay nadie comprando en la plaza, ni desayunando”, sentencia, al mismo tiempo que expresa su profunda decepción por “cosas que se podrían haber evitado”, en alusión a la fiesta del Bar Dubai. Lina posee otro bar, cerca de allí, y exterioriza su tristeza porque la situación le “va a venir muy mal al bar, después de dos meses y medio cerrados, ahora que se podía aprovechar el verano, las terrazas y el buen tiempo”, así que, termina, no sabe si le va a “traer cuenta” seguir abriendo.

En las pequeñas calles del casco histórico no hay casi nadie. La mayoría de los comercios no han abierto este viernes, y los pocos que están atendiendo a sus clientes no reciben prácticamente a ninguno. En momentos puntuales, los vecinos se asoman a las puertas de sus casas para comentar la situación. Silvia ha salido a su puerta para intercambiar unas palabras con su vecina de enfrente, que está barriendo su parte de acera. Desde su portal, asegura que la situación “ya se veía venir”. “El confinamiento lo llevamos muy bien, pero después nos relajamos. Muchos no usaban la mascarilla, ni guardaban la distancia, pero la mayoría sí”. Mirando hacia la calle vacía, dice que “la imagen que se está dando de Totana en algunos medios no es real”, y que con la suerte que tienen en el pueblo de “vivir bien”, esto es por culpa de algunas “personas irresponsables”. El retroceso de su pueblo le ha afectado en el sentido de “no poder estar bien”, porque tiene seres queridos y gente que conoce de “una cierta edad” en el pueblo y sufre por ellos.

“No somos racistas”

El consejero Villegas señaló a “la comunidad latinoamericana” a la que atribuyó el 60% de los positivos en la Región en la rueda de prensa en la que anunció las medidas adoptadas en el municipio y sus palabras han calado entre la población. En varias conversaciones entre vecinos en el pueblo se da a entender que están pagando por una irresponsabilidad producida en un local nocturno frecuentado por personas de origen latino. Los hosteleros se manifestaban el jueves frente al Ayuntamiento. “No somos racistas”, alegaban, pese a que culpaban a los jornaleros latinoamericanos, a los que señalan por estar presentes en la fatídica noche del brote en el Dubai. Diego, de origen latino, cuestiona la actitud de alguno de sus paisanos, pero recuerda que lo ocurrido “podría haber pasado en cualquier lugar”. “Siento que muchos bares que han cumplido las normas han cerrado por nuestra culpa, y es una pena”, concluye, tras el señalamiento hacia su comunidad realizado por el consejero.

Esta no es, sin embargo, la primera vez que Totana se encuentra en una situación diferente a la del resto de la comunidad autónoma: en mayo el municipio tardó dos semanas más que el resto de la Región en alcanzar la 'fase 2' por un brote de cinco trabajadores del campo. En las conversaciones de vecinos por los distintos barrios coinciden en señalar al gremio del campo, donde las condiciones laborales son extremas, como el foco del brote. Totana es un municipio con 35.000 habitantes, de los cuales 10.000 son migrantes procedentes de 168 países. La mayor parte de los trabajadores de la localidad son del sector primario: tanto jornaleros en el campo como trabajadores de los almacenes en los que se manipulan frutas y hortalizas. Muchos de ellos son temporeros, un colectivo muy vulnerable por sus bajos sueldos, las condiciones de su alojamiento y por la manera en la que se desarrolla un trabajo, unas malas condiciones arrastradas durante años que han explotado como problema de salud pública.

Columpios vallados y centros de salud en código rojo

El parque municipal también es elocuente: los columpios y las zonas de juegos de los niños están vallados y precintados, y las persianas de la cantina y el edificio central, bajadas. Sólo dos aperturas del parque se encuentran accesibles, y entre ambas, algunos ancianos se sientan en los bancos a la sombra de los árboles verdes porque “ya no tienen dónde meterse”. Una de ellas es Adela, que ha parado a descansar después de comprar en la farmacia. Está viviendo la nueva situación “muy mal” porque “no hay ningún pueblo de España” en las mismas condiciones. “Tengo hijos y nietos y no pueden venir porque viven aquí”. “Vengo de la farmacia y de la tienda, y ahora me recogeré hasta el lunes que tenga que comprar otra vez”.

También permanecen cerrados los centros de día y se han restringido las visitas a las residencias de ancianos. Se han clausurado, además, dos centros de salud en código rojo, de modo que de ahora en adelante se centrarán en hacer un seguimiento y atención a pacientes con sospecha de tener coronavirus en un municipio en el que, de momento, la 'nueva normalidad' se ha terminado: sus vecinos lo están viviendo con incertidumbre y resignación. Muchos pasean con lentitud por unas calles en las que la mayoría de los comercios están vacíos o tapiados. Sólo el paso de los días permitirá vislumbrar la evolución de un brote de 85 infectados del que todos los indicios advierten que serán muchos más.