Se trata del primer estudio que se realiza desde la década de los años setenta sobre el impacto de los residuos de la minería metálica en el ecosistema marino del Mar Menor y lo ha desarrollado la bióloga, Ana Muñoz Vera, dirigida por el profesor del área de Edafología y Química Agrícola, Gregorio García.
Entre otras conclusiones, la tesis doctoral revela niveles muy elevados de hierro, zinc, arsénico, estaño y plomo en estas medusas; del orden de 50 partes por millón. Este hallazgo debería alertar sobre varios problemas, según el profesor Gregorio García: “hay proyectos planteados de explotación comercial de las medusas y con estas concentraciones de metal puede haber problemas. Lo mismo ocurre cuando se retiran las medusas de la laguna, dado que se acumulan a toneladas en tierra y pueden contribuir a la contaminación de suelos”.
La tesis, calificada con la máxima puntuación, pone de manifiesto que, desde el siglo XIV hasta finales del XIX, el aporte de residuos mineros procedentes de la sierra fue constante. Las lluvias llevaron a través de las ramblas metales y metaloides que se depositaron en el Mar Menor a razón de 4 centímetros por siglo. A partir sin embargo de esa fecha, los sedimentos se multiplican por seis y esto viene a coincidir con el aumento de la actividad humana, agrícola e industrial en el entorno del Mar Menor y en la propia laguna (apertura de golas y dragados).
Varios siglos de exposición al metal
La Sierra Minera de Cartagena-La Unión ha sido utilizada, desde los fenicios en el siglo V a. C. hasta 1991, como yacimiento minero, principalmente de plata y plomo. Con la minería a cielo abierto y las técnicas de procesamiento del mineral utilizadas por la multinacional Peñarroya desde 1957 se movilizaron más de 360 millones de toneladas de rocas y se crearon unas 90 balsas de lodos y 360 escombreras que aún existen en la actualidad y en las que hay depositados cerca de 170 millones de metros cúbicos de materiales estériles. No hay una cifra exacta de las cantidades que han ido a parar al Mar Menor a lo largo de los siglos aunque el director de la tesis habla de, posiblemente, millones de toneladas.
“La contaminación del Mar Menor por elementos traza (metales pesados y arsénico) es un proceso que se ha producido en este ecosistema de forma paralela a su evolución durante los últimos 2.500 años”, valora el director Gregorio García. “Seguramente por esta razón, por la dinámica de estos contaminantes y las propias características del Mar Menor, el riesgo y los efectos negativos asociados a la contaminación polimetálica son relativamente poco notorias y de escasa relevancia en relación a otros procesos de contaminación en la laguna”, concluye.