Los Urrutias, zona cero del colapso medioambiental del Mar Menor: “La playa está hecha una cloaca”
Desde la cima del volcán El Carmolí, ubicado al este del Mar Menor detrás de las playas de Punta Brava y Los Urrutias, se observa impoluta la laguna costera tal y como se podría percibir hace tres o cuatro décadas: el azul del agua tranquila fusionado con el del cielo, las islas volcánicas en el interior de su ecosistema extraordinario y el delgado cordón de tierra de La Manga separándolo del Mediterráneo. Desde los 113 metros de altitud de la montaña, el Mar Menor es ante todo una visión prodigiosa y sobrecogedora, pero desgraciadamente irreal, ilusoria.
La realidad va llegando progresivamente con el olor a fango en las calles más próximas a las playas, antes de pisar la arena en la que ya no hay casi nadie, junto a las casas del paseo marítimo de Los Urrutias, algunas con familias sentadas en las terrazas, otras muchas cerradas porque sus propietarios han decidido no venir este año. Sentado en su terraza, en la vivienda más antigua sin reformar de todo el paseo, situada a escasos diez metros del agua del mar, Paco Salinas recuerda con nostalgia cómo todo lo que él conoce desde niño ha ido cambiando de manera sucesiva. “Todas estas casas son de generaciones, ni se compran ni se venden, forman parte de nuestra vida”. Delante de su terraza sólo queda un metro y medio de arena natural de los amplios 14 metros que había en su infancia. “Aquí éramos felices: cogíamos peces, navegábamos, pescábamos anguilas. Pero todo eso no va a volver, no hay derecho a la situación a la que se ha llegado, se toman decisiones contradictorias”. En su opinión, ninguna de las decisiones que se tomen para arreglar o regenerar la playa servirá de nada, pues, para él, la única solución posible es “dejar que el mar trabaje solo”.
Antonio García es el dueño de un bar y un chiringuito locales desde hace 32 años. Este año el chiringuito no lo ha abierto porque, asegura, “la playa está hecha una cloaca”. Ha notado la menor afluencia de gente, de manera progresiva, durante los últimos años. “Para qué voy a montarlo si la gente ya no va a la playa, que ha pasado de ser un paraíso, cuando era un crío, con una transparencia total, a un desastre en los últimos tiempos”, concluye.
El agua de esas playas tiene en su mayoría tonalidades verdosas, casi rojizas en las zonas en las que está más estancada, y arrastra con el oleaje a la orilla una ingente cantidad de algas muertas y podridas por el mar y por el sol que acentúan el aroma desagradable que envuelve a todo el entorno. El interior del mar en la zona, a unos metros de la costa, se ha convertido en un lecho fangoso en el que ya no queda apenas vida y que ha propiciado que la mayoría de sus playas hayan sido declaradas por el gobierno Regional como “no aptas para el baño”.
Todos los focos de contaminación que llevan amenazando la sostenibilidad de la laguna salada desde décadas atrás se han acabado solapando en los últimos años: primero los vertidos mineros desde las zonas de La Unión, Portman o Llano del Beal; luego el urbanismo exacerbado que inundó La Manga de edificios y turismo de masas; más tarde la extracción sin control de aguas subterráneas; y por último la entrada de nitratos de la agricultura del Campo de Cartagena que han puesto al ecosistema en el límite más extremo de su historia.
Con todo, Los Urrutias ha acabado siendo uno de los lugares más degradados de la costa de la laguna, principalmente por su cercanía a la rambla del Albujón, por la que desembocan en el mar todos los nitratos agrícolas. Unido a los demás problemas que la han ido deteriorando a lo largo de los años, a partir de septiembre llegó el de las inundaciones violentas y sucesivas de las gotas frías: junto a Los Alcázares, también Los Urrutias quedó anegado, y el agua repleta de residuos fue a parar al mar, donde tras el desastre se produjo una situación aterradora y sin precedentes: la entrada masiva de agua dulce cortó la difusión de oxígeno en el interior del mar, y el 12 de octubre, en la playa de Villananitos, en Lo Pagán, miles de peces muertos abarrotaron la orilla.
Aquel trágico episodio desató, aunque hasta entonces ya se había evidenciado en varias acciones de protesta, la furia reivindicativa de la población de la comarca de Cartagena. Pocos días después, el 30 de octubre, 55.000 personas se manifestaron en la ciudad portuaria con consignas evidentes contra la inacción de los sucesivos gobiernos populares en la Región.
Este verano la fuerza de la reivindicación sigue presente en las poblaciones costeras del Mar Menor: el pasado miércoles 15 se concentraron vecinos de todas ellas en la puerta de la Asamblea Regional, motivados por las plataformas ‘Por un Mar Menor vivo’ y ‘Para la Recuperación de la Playa de Los Urrutias y su entorno’, debido a un “profundo malestar ante el abandono, la inacción, y la irresponsabilidad de las distintas administraciones frente al ecocidio que se ha estado permitiendo durante más de veinticinco años”.
En la tarde de ayer, sábado, las mismas plataformas organizaron otra concentración en el centro de Los Urrutias. Las personas participantes fueron vestidas de negro, en una simulación de luto, con banderas negras y cruces de funeral por “la muerte del Mar Menor”. Un ambiente entusiasmado de protesta, con en torno a un centenar de personas, ocupó la plaza de la iglesia. Ana Pineda es la portavoz de la Plataforma de Recuperación de las Playas de Los Urrutias, y espera “soluciones ya” porque se ha llegado a un punto en el que “no se puede estar en el pueblo, debido a los olores llega a ser imposible estar aquí”.
Rosa María va vestida de negro y con una cruz de luto en su mano izquierda. Cuenta con un tono de indignación que veranea en Los Urrutias desde hace 24 años, y se queja de que “no puede traer” a sus nietos a la playa “porque da pena por el fango y por los residuos”. Afirma con rotundidad que el pueblo “no está ni al 50%”, mientras señala una a una las viviendas colindantes y enumera: “cerrada, cerrada, en venta, en alquiler, en venta”. “Aquí ya no compra nadie, todo está devaluado, todo va a peor y no hay derecho”, termina.
El Mar Menor tardará “décadas en recuperarse”
El Instituto Español de Oceanografía (IEO) publicó el martes un estudio en profundidad sobre el estado actual del Mar Menor, las causas de su progresivo deterioro y sus posibles soluciones. En él se vislumbra, sobre todo, el proceso de eutrofización -por el que los nitratos abonan las algas y el fitoplancton, que se reproduce de manera descontrolada- que convierte la laguna en un ecosistema “extremadamente inestable y vulnerable”.
Según el informe, encargado por el Ministerio de Transición Ecológica, el motivo principal de la destrucción del entorno es la gran cantidad de nutrientes que van a parar al mar desde la los años 80 procedentes de la actividad del Campo de Cartagena.
El documento asegura que hubo varias señales de alerta a lo largo de la última década, y que éstas se hicieron especialmente visibles con la denominada “sopa verde” (eclosión de las algas y de fitoplancton) y la muerte del 85% del suelo marino, en 2016. Tras este episodio, se han alcanzado niveles máximos puntuales de fitoplancton “no registrados hasta ahora”, y cualquier alteración mínima de sus condiciones físico-químicas puede desencadenar otro desastre visual y medioambiental en la laguna.
Como posibles soluciones, las conclusiones del estudio sugieren que las medidas locales han de ser “sostenibles” para que su impacto sobre los hábitats sea “mínimo” o “nulo”. Es decir, el IEO pone sobre la mesa, por ejemplo, una mejora en las prácticas agrícolas o soluciones basadas en la naturaleza, como la reducción de la erosión, el incremento de la cobertura vegetal o la recuperación de humedales periféricos. Pero también advierte que, debido a la inactividad de “las diversas Administraciones durante décadas”, el proceso necesitará décadas para su recuperación, siempre y cuando se lleve a cabo de forma sostenible.
La Ley de protección del Mar Menor, a un paso de ser aprobada
Sumidos en el pico de la crisis de la laguna, los grupos parlamentarios de PP, PSOE y Ciudadanos alcanzaron un acuerdo el miércoles sobre el punto más conflictivo de la ley de Protección del Mar Menor: los usos agrícolas permitidos dentro de la franja de protección de la laguna.
Así, queda prohibida la utilización de todo tipo de fertilizantes químicos y estiércoles cuyo origen no sea orgánico o abonado en verde cerca de las áreas cercanas a esta franja. También se impide la implantación de nuevos invernaderos o la ampliación de los actuales. Sin embargo, en la actualización de la ley sigue sin restringirse el uso de nitratos, que es el principal problema del envenenamiento del agua.
Existen otras medidas que también requieren de una actualización urgente: los Planes Generales de Ordenación Urbana (PGOU). En ellos, aprobados por la CARM, se especifican el destino de cada metro cuadrado del suelo del ecosistema. La mayoría de los PGOU en vigor son de hace más de una década y no contienen nada acorde con la situación actual de la laguna, y sus actualizaciones están, en su mayoría, paralizadas, de modo que a la situación crítica del estado de la laguna salada, se suma una legislación urgente y necesaria a corto plazo para una recuperación que se prevé cada vez más larga y compleja que hace años que no se actualiza.
En localidades como Los Urrutias, las consecuencias económicas del estado del mar y del abandono paulatino de sus veraneantes comienzan a notarse: la presión de los intereses particulares, inmobiliarios o agrícolas, deja sin efecto las leyes o las cambia a su medida, a merced de un modelo económico que elimina por completo las consideraciones ambientales y sociales de los pueblos que nacieron y se desarrollaron junto al hábitat excepcional del Mar Menor. Sus vecinos y habitantes no pueden hacer más que seguir luchando con la fuerza de la reivindicación, hasta que una posible y razonable solución se vislumbre en el horizonte.
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