Un gran toro zaíno da la bienvenida a los clientes del colmado, que se llama On the road. Al lado, otra tienda vende trajes de sevillana, flamencas para colocar sobre un antiguo televisor de tubo, castañuelas, tazas rojigualdas y hasta un capote. Unos metros más allá, se ofrecen llaveros con la bandera de España o pegatinas patrióticas para el coche. En el menú de los bares de alrededor, muchas paellas y comidas desde el mediodía, en horario europeo. Aunque la imagen pueda contrastar con el entorno, todo esto ocurre en Irún, en Gipuzkoa, en Euskadi. La estampa se repite tanto en una pequeña manzana comercial junto al puente de Santiago como en Behobia.
Es parte del decorado para atraer a miles y miles de turistas francesas, que esperan en doble fila al siguiente aparcamiento libre. Acuden en masa a un rincón aparentemente ‘typical Spanish’ para adquirir a bajo precio tabaco, alcohol, aceite de oliva, embutidos y jabones, también conservas, turrones o sangría en grandes garrafas. Los más, repostarán también algo más barato —incluso a pesar de la inflación— antes de emprender la vuelta. En este contexto, el Estado ha concedido nuevas licencias de apertura de estancos y, en ese reparto, 30 se instalarán en la zona fronteriza con Francia, tanto en Irún, como en el Pirineo navarro, una zona muy vascófona y en la que crecerán también estos flujos económicos tan singulares, como en Catalunya.
Son 203 licencias que saldrán a subasta en otoño de 2023. En el Boletín Oficial del Estado (BOE) del 26 de julio se concreta las 30 expendedurías que se abrirán en zonas fronterizas. De oeste a este, en Gipuzkoa habrá seis nuevos estancos, cinco de ellos en Irún. En Navarra, de las once que le corresponden ocho irán para localidades colindantes con Francia, cinco en Urdax-Dantxarinea, dos en Bera y una en Valcarlos. En Catalunya, en Girona cinco irán a parar a Els Limits y La Junquera, una a Figueres y otra a Empuriabrava y, en Lleida, cuatro son para Les, de menos de 1.000 habitantes y también limítrofe. El Ministerio de Hacienda detalla que la selección de las nuevas zonas en los que se convoca la subasta se ha efectuado “teniendo en cuenta los criterios comerciales, de rentabilidad, de servicio público, de distancias entre expendedurías y de población, exigidos por la normativa” y que los locales donde se ubiquen deberá cumplir una serie de requisitos como un tamaño mínimo de 20 metros cuadrados o estar a una distancia no inferior a 150 metros de cualquier centro docente o de otro local de este mismo tipo.
Mathieu -nombre ficticio- entra a On the road con una lista manuscrita. En ella tiene los encargos que le han hecho su padre y su hermano. Este joven vive en la Bretaña, más de 700 kilómetros al norte en el Hexágono, y aprovecha sus vacaciones en Burdeos, a 225 kilómetros y unos cuantos euros de peaje de Hendaya, la localidad fronteriza con Irún, para hacer unas compras. Es el mismo caso de Franc en el Alto de Ibardin, en la frontera navarra. Señala que es la primera vez que viene a esta zona si bien reconoce que habitualmente se desplaza a la muga para comprar 'whisky' y tabaco. “El tabaco me sale a la mitad de precio y por cada botella de alcohol me ahorro unos cuatro euros”, celebra mientras empuja un carro de la compra hasta su coche. “Me vuelvo a casa ahora mismo”, responde al ser preguntado si aprovechará el desplazamiento para hacer turismo. En este tipo de locales, hay paquetes que prometen 1.000 cigarrillos y que regalan una latita de aceite de oliva con la caja. Hay lotes y lotes de anís Ricard, la marca predilecta de los franceses. Hay productos muy conocidos que multiplican por dos y por tres el tamaño habitual de sus botellas en este lugar.
Iñaki, gerente de uno de estos establecimientos situados en este puerto navarro, apunta que la práctica totalidad de la clientela es francesa. “Vienen a por tabaco y alcohol sobre todo, pero también a por otros productos como la carne, que también es más barata aquí. He visto casos de gente que viene desde Burdeos solamente para comprar, llenar el depósito del coche y volverse. No entiendo cómo les puede compensar, pero se ve que sí”, explica sorprendido. Este tipo de comercios puede vender tabaco, si bien no tienen licencia de estanco. “Nos lo suministran desde Bera [localidad navarra situada a escasos siete kilómetros de la muga] y nosotros le aplicamos un pequeño margen de precio”, indica Iñaki.
En este municipio el empleado de uno de los dos estancos con licencia muestra su preocupación por el anuncio del Ministerio de Hacienda y por la posibilidad de que las licencias se otorguen en el Alto de Ibardin y no en el propio pueblo. “Si los nuevos estancos se colocan en Ibardin, nuestro negocio se acabará”, comenta resignado desde el otro lado del mostrador. Y es que la mayor parte de la mercancía que reciben, la venden directamente a las tiendas del Alto de Ibardin, su principal fuente de ingresos. “Son pocos los turistas que vienen hasta aquí, la mayoría se quedan arriba”, lamenta. Para este trabajador la concesión de nuevas licencias responden a “un interés económico por recaudar” en las zonas fronterizas.
En Behobia, Irún, en la década de 1970 se construyó un “complejo comercial” junto a la frontera, entonces real al no formar parte España de la Unión Europea. Hay otra manzana parecida en Santiago. El archivo municipal recoge abundantes fotografías de aquella época. Ahora, el visitante puede encontrarse con un hipermercado casi exclusivo para bebidas espirituosas y que incluso ofrece una guía para no sobrepasar las restricciones de la aduana francesa. A saber: 10 litros de licores de alta graduación, 20 de “aperitivos”, 90 de vinos y 110 de cerveza y -muy importante- “por persona” (mayor de edad). Allí una pareja de sexagenarios llena una cesta mientras un grupo de jóvenes de Brive-la-Gaillarde, localidad a dos horas al norte en coche de Toulouse, se pertrechan para continuar sus vacaciones en Biarritz. Los carteles de las tiendas están casi en exclusiva en francés, se les venden recuerdos para sus matrículas y todo tipo de productos del Paris Saint Germain. Este miércoles, en un estanco junto al puente de Santiago media docena de trabajadores ordenaban los flujos y en otro de Behobia la cola era infinita. A su lado, se ubica el conocido bar Faisán, que se vio envuelto en una investigación antiterrorista en el pasado y que toma su nombre de la cercana isla de los Faisanes, un pequeño islote entre España y Francia que cambia de soberanía cada seis meses y que acredita una larga historia.
“No se puede negar que el elemento comercial de frontera que tiene Irún es muy importante, sobre todo en Behobia”, explica a este periódico el alcalde, el socialista José Antonio Santano, que señala que “al menos durante 30 años con seguridad” ha visto llegar franceses de compras. “Alcohol, tabaco y también gasolina son claramente más caros allí, con una fiscalidad más alta y se desplazan desde unas distancias grandes”, abunda. Irún entiende que “el impacto en el empleo” de este fenómeno “es muy importante” y, aunque los “motores” del negocio son indiscutiblemente el tabaco y las bebidas, se genera dinamismo en la hostelería, en el textil o en el sector de la perfumería, así como en los supermercados. Están apareciendo también tiendas con un amplio surtido de productos de CBD, derivado del cannabis, y se venden también algunas armas. Una de ellas se promocionaba incluso como “rifle ruso”.
Según datos oficiales, “en Behobia zona comercial y zona Zaisa hay 70 establecimientos comerciales de todo tipo” y “de ellos 10 son de alimentación y bebidas”. “El empleo que generan esta cerca de las 300 personas”, se refleja en estos datos del Ayuntamiento de Irún.
Con todo, una comerciante de la zona parece dar a entender que se nota ya cierta decadencia. “Ya no es lo que era antes. Ahora el IVA es más alto aquí que en Francia y con la gasolina ya no hay tanta diferencia por lo que muchos ya no vienen”, explica. Ese día, un litro de gasolina de 95 octanos tenía un margen de más de diez céntimos -sin la bonificación del Gobierno de Pedro Sánchez- entre la primera estación de servicio al pasar a Hendaya con respecto a la última de Irún. El trasiego de turistas sí se incrementa durante el verano en estas localidades, que en 2022 han comenzado a recuperar el pulso tras la pandemia. Las restricciones sanitarias están totalmente olvidadas, aunque hubo algunos meses en que la exigencia del pasaporte COVID en Francia hasta en el supermercado generó también algunos flujos hacia España. “La COVID-19 y antes el G-7 [que se celebró en Biarritz en agosto de 2019], cuando cerraron la frontera, nos han afectado mucho”, sostiene esta comerciante.
Esta actividad, que se beneficia de la apertura de fronteras en el espacio Schengen, es completamente contradictoria con los férreos controles policiales que, desde hace un lustro, la Policía Nacional francesa establece en todos los pasos fronterizos para evitar la entrada en el Hexágono de migrantes en tránsito procedentes de las fronteras del sur de Europa. Los agentes, con barreras permanentes, practican devoluciones en caliente a plena luz del día y también por la noche mientras sus conciudadanos se vuelven con cajas de Ricard.