Frente a las críticas enardecidas de las derechas, que le acusan de llegar al debate de investidura gracias a una ETA que ya no existe, la candidata socialista a la Presidencia de Navarra, María Chivite, ha defendido la pluralidad política como un valor añadido, y ha pedido que no se utilice como “arma arrojadiza”: “Navarra no es homogénea, ni debe serlo”, ha recalcado, y ha defendido que “los pensamientos son libres, y los sentimientos también”. Frente a los debates identitarios, ha defendido “el progreso económico y social, la lucha contra la desigualdad, la defensa y mejora del autogobierno dentro de la lealtad institucional, la igualdad de oportunidades y la convivencia en la pluralidad”.
El Parlamento de Navarra acoge desde el mediodía el debate de investidura, pero la candidata socialista deberá esperar a mañana para ser investida, ya que hoy los votos en contra de Navarra Suma y EH Bildu le impedirán llegar a la mayoría absoluta que exige la ley. Será el viernes cuando salga adelante su candidatura, con mayoría simple, gracias a los 11 votos del PSN, los 9 de Geroa Bai, los 2 de Podemos y el de Izquierda-Ezkerra; así como gracias a la abstención de 5 de los 7 parlamentarios de EH Bildu.
Esa capacidad de “acuerdo entre diferentes” permitirá a la socialista presidir una comunidad en la que la candidatura más votada fue la de Navarra Suma. La entente entre UPN, PP y Ciudadanos logró 20 escaños de la Cámara, pero su discurso de tierra quemada, impulsado por los intereses políticos de PP y Ciudadanos a escala nacional, que tratan de tomar la forma de la razón de Estado, ha impedido a Javier Esparza concitar cualquier otro apoyo. Su compañero de escaño Jorge Esparza no renuncia a las declaraciones altisonantes, y ha asegurado nada más terminar María Chivite los 52 minutos de su discurso que la socialista “se irá a cenar con Arnaldo Otegi para celebrarlo”.
Pero la realidad es que el PSN ha cumplido con la línea roja marcada por Ferraz de no hablar, no pactar con EH Bildu. Ha sido la propia izquierda abertzale la que en una consulta a su militancia ha decidido abstenerse para posibilitar un gobierno de izquierdas en Navarra.
Un acuerdo “entre la izquierda y el nacionalismo”, ha reconocido Chivite en su discurso. Su pacto programático con Geroa Bai, Podemos e Izquierda-Ezkerra formará “un gobierno sin mayoría absoluta, que genera recelos en cierta parte de la sociedad. Por eso pido confianza, pero no un acto de fe. Ofrezco diálogo para situar a Navarra en la vanguardia de la innovación y de la cohesión social”, ha reivindicado la candidata.
El suyo será un gobierno “para toda la ciudadanía, y de toda la ciudadanía”, que se sitúa en una “centralidad política” que refleja la pluralidad y “sabe dejar a un lado las diferencias, legítimas en democracia, para anteponer cuestiones de calado progresista que responden a una sensibilidad social mayoritaria”.
Rechazo explícito al “terror político” de ETA
Frente a los “gurús del desastre”, ha prometido que las de su gobierno no serán propuestas “ni extrañas, ni sectarias, ni pondrán en riesgo nada ni supondrán ninguna catástrofe”. “Serán equilibradas, sensatas, razonables y razonadas, y procuraremos siempre atender al interés general”, ha asegurado.
La socialista se ha comprometido a trabajar también por “la memoria histórica y reciente” y ha considerado que el “terror político” de ETA “debe contar con el rechazo explícito y el reconocimiento del daño por parte de quienes tuvieron la responsabilidad en ese camino que nunca debió emprenderse”. Al mismo tiempo, su gobierno “respetará los diferentes sentimientos identitarios, siempre sabiendo diferenciar el papel institucional, del ámbito privado”.
Su gobierno buscará también “preservar y proteger la realidad histórica, cultural y social, incluyendo las lenguas propias de Navarra”. Al respecto, ha prometido “un amplio acuerdo social y político en torno al euskera, una lengua propia recogida en la ley orgánica de Amejoramiento del Fuero que no sea objeto de debate partidista ni de confrontación”. Tal y como recoge el acuerdo programático, la base de ese consenso será la ley foral del Euskera de 1986. El gobierno se da un año para evaluar el funcionamiento de la actual normativa, impulsada por el Ejecutivo de Uxue Barkos, y la “desarrollará” conforme a la “realidad sociolingüística” de la Comunidad foral.
Y es que el acuerdo programático ha dejado “fijados los acuerdos pero también los desacuerdos y su gestión, de manera que, en esa línea de hacer las cosas con transparencia y honestidad, toda la ciudadanía conozca nuestra hoja de ruta pero también sepa de antemano en qué cuestiones no hemos llegado a un acuerdo y cómo afrontamos esas diferencias”, ha asegurado la socialista, que con la figura de los desacuerdos pactados ha imitado la vía elegida por su antecesora en el gobierno cuatripartito.
Por la tarde será el turno de réplica.