Cinco años de la llegada de la pandemia a Navarra: “Hemos pasado página demasiado pronto”

Se cumplen cinco años del 29 de febrero de 2020, día en el que el Servicio Navarro de Salud-Osasbunbidea notificó el primer caso positivo de coronavirus en la comunidad foral. Se trató de una mujer de 39 años sin patologías previas que había pasado unos días en la ciudad belga de Amberes y que acudió a urgencias con problemas respiratorios. Ingresó directamente en la UCI y no regresó a su casa hasta 55 días después.
Tras ese primer caso confirmado, los contagios comenzaron a dispararse en Navarra durante los siguientes días. Entre marzo de 2020 y 2022 se registraron ocho olas pandémicas en la comunidad foral que dejaron un total de 295.424 personas contagiadas, el 45% del total de la población navarra; 8.594 personas ingresadas en el hospital, de las que 832 pasaron por la UCI; y 1.725 fallecimientos.
Carlos Artundo era entonces el director general de Salud del Gobierno de Navarra. “Recuerdo que venía de ver a mi hermana, iba caminando tratando de relajarme por una cuestión familiar, y me llamó la consejera Santos Induráin para decirme que había sospecha de un primer positivo. Me fui directamente para el departamento sin imaginar la que se nos veía encima”, narra. En la tarde de ese mismo día, el Gobierno foral convocó a los medios en el Hospital Universitario de Navarra (antes conocido como Complejo Hospitalario de Navarra), en Pamplona, para informar del primer caso. En la comparecencia, la consejera, acompañada de Carlos Artundo, así como del director gerente del hospital, Alfredo Martínez, y la directora gerente del Instituto de Salud Pública y Laboral de Navarra, María Ángeles Nuin, mostró su sorpresa por las características de la paciente: una mujer joven, sana, sin patologías previas, pero que presentaba un cuadro clínico complicado con síntomas de neumonía y que tuvo que ser ingresada directamente en la UCI.
“Normalmente los cuadros neumónicos graves afectan a las personas mayores y nos sorprendió verlo en una persona joven y fuerte. Luego, a medida que se iba conociendo cómo actuaba el virus fue algo más normal, pero al principio no sabíamos casi nada”, rememora el que era director general de Salud, Carlos Artundo.
A ese primer caso le siguió una ola de contagios, similar a la que atravesó el conjunto del país. El 14 de marzo el presidente Pedro Sánchez anunció el estado de alarma y el confinamiento de toda la población. Dos días antes, el jueves 12, la presidenta de Navarra, María Chivite, había anunciado ya el cierre de los centros educativos ante el aumento de los contagios.
Fue necesario habilitar nuevos espacios para camas UCI en los hospitales, agrupar todos los recursos hospitalarios, tanto públicos como los de clínicas privadas, bajo un único mando para coordinar mejor los servicios e incluso medicalizar otros espacios como hoteles o residencias. También recurrir a personal sanitario en formación o incluso ya jubilado. Es el caso de Juan María Guergué, intensivista y que durante muchos años estuvo al frente de las UCI en el Hospital Universitario de Navarra.
Guergué participó en el Comité Asesor de Decisiones Éticas que se creó en Navarra durante la pandemia para tomar decisiones de priorización en un contexto de escasez de recursos. “Hacíamos asesoramiento en temas de conflicto y se emitían informes”, apuntaba. En una entrevista con este periódico en abril de 2020 explicaba que no dudó en ofrecerse voluntario para echar una mano cuando vio que la situación se complicaba. “Nunca había visto nada semejante en mis más de 30 años como intensivista”, recordaba.
Comparte análisis Carlos Artundo, quien como médico ya había vivido otras emergencias sanitarias en España y en el extranjero. “Esto era como un tsunami, íbamos respondiendo con lo que sabíamos día a día con lo que se iba conociendo”. “Eran jornadas extenuantes, de llegar a casa y caer muerto en la cama, y al día siguiente levantarte a las 6 de la mañana y otra vez con la cabeza a tope pendiente de las noticias y los datos que nos iban llegando”, añade.
También se produjeron dificultades para adquirir material sanitario, desde respiradores hasta mascarillas. En este contexto el que era director general de Salud recuerda un episodio a finales de marzo de 2020, en pleno confinamiento. El Ministerio del Interior había requisado un cargamento de mascarillas y desde la Delegación del Gobierno en Navarra se pusieron en contacto con él para ofrecerle un lote de este material que, si bien “nunca faltaron en sitios clave”, recuerda, “sí que se estuvo cerca” de ese escenario. Por ello se puso en marcha para tratar de traer a Navarra un material que se encontraba en Ponferrada. “Los transportistas privados desconfiaban por la escasa información que había en el momento y por eso se nos ocurrió recurrir a los bomberos de Navarra”. Así, a las 21:00 de ese día un grupo de tres voluntarios emprende la marcha y llegan a Ponferrada de madrugada para recoger el lote de 52.000 mascarillas. Al día siguiente, el 21 de marzo, hicieron entrega del material en Pamplona.
Aprendizaje para el futuro
Cuando echa la vista atrás, Carlos Artundo cree que se ha “pasado página demasiado rápido” sin llevar a cabo las reformas que se consideraron que era necesario efectuar para que en caso de que exista otraepidemiaa no “pille desprevenido” al sistema sanitario. La pandemia sirvió para ver que el sistema sanitario, siendo una joya comparado con el de otros países, tenía unas debilidades estructurales de base que se hicieron patentes. Yo siempre digo que reventó las costuras del sistema“, indica.
“La conclusión a la que llegamos muchos es que había que reforzar el sistema sanitario público, invertir más recursos y hacer reformas estructurales que son indispensables para mejorar los sistemas de acceso, de tiempos de espera,etc. Y eso todavía no se ha hecho, ni en Navarra ni en el resto de España”, lamenta.
También considera que se debe aprender de cara a una futura crisis sanitaria a manejar de manera diferente el “acompañamiento de enfermos y de la muerte”. “En la pandemia se impusieron medidas durísimas que se justificaban para minimizar los contagios, pero creo que de cara a otra pandemia habría que revisarlo y no ser tan duros. Siempre es un balance entre los efectos que te cuesta y el beneficio y considero que había que haber asumido un poco de mayor riesgo y haber permitido, por ejemplo, que más personas de la familia se despidieran de un ser querido aunque eso hubiera traído más contagios porque el impacto en salud mental de gente que no pudo despedirse de sus seres queridos fue muy grande”, sostiene.
En cuanto a lo que se ha aprendido, Artundo destaca el uso de la mascarilla entre la población cuando se tienen síntomas de gripe o Covid-19 o que los países tengan stocks “estratégicos” de material urgente en una crisis sanitaria.
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