En la sede de la plaza del Castillo tienen claro que en las próximas elecciones no se les escapa. Los entre 130 y 150 votos que les faltaron en los comicios de 2015 para entrar al Parlamento -la barrera está en el 3% y se quedaron con el 2,96% de los votos- otorgaron a Geroa su noveno parlamentario, dejaron a Ciudadanos fuera de la Cámara y permitieron la mayoría de 26 que hoy sostiene el Gobierno de Navarra. Fue un ejemplo claro del nadar para morir en la orilla, lastrados a ultimísima hora por aquel rifirrafe dialéctico entre su entonces candidato y el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Navarra.
Las encuestas dan hoy una entrada holgada a los de Albert Rivera en el Parlamento foral, de entre 3 y 4 escaños. Aunque los más prudentes se felicitan por tener casi asegurado un asiento, el optimismo gana terreno en el partido, que trata de deshacerse de lastres personales e ideológicos pasados.
Superada ya la depresión postelectoral de 2015, el candidato actual, Carlos Pérez-Nievas, se reivindica como un político notable, con experiencia de gestión. De hecho fue consejero de Educación con el Gobierno del CDN. Le acompaña Ruth Goñi como secretaria de organización. Tres nombres más completan los cargos de confianza en Navarra: Ramón Romero en programas, Nieves Sánchez en Relaciones Institucionales y Alberto Bonilla en Comunicación; conforman una agrupación coordinada por Fernando Sesma.
En total, suman alrededor de 130 afiliados que pagan cuota en la Comunidad foral, y llegan hasta 1.100 si se cuenta a los “simpatizantes”, que muestran interés, pero no aportan dinero.
Atrás quedaron los tiempos de Diego Paños y Eduardo Ortiz, fundadores del partido en Navarra que provenían de la UPyD de Rosa Díez. El cambio de rostros y de proyecto político ha sido total, incluida la manera de abordar uno de los grandes hándicap tanto en Navarra como el País Vasco: la cuestión foral.
Tras la renovación interna en Navarra, el congreso de febrero de 2017 en el que la formación naranja decidió girar de la socialdemocracia al “liberal-progresismo” fue clave tanto por la declaración de intenciones que supone como por la reelección de Albert Rivera con el 87% de los votos.
Ahora desde la sede de la plaza del Castillo presumen de tener “hilo directo” con Albert Rivera para “explicar la realidad de Navarra”, ya que la Comunidad foral se ha convertido en un “lugar estratégico” para el partido. “Si en las elecciones de 2015 se votaba la continuidad de UPN o el cambio, en las del año que viene se va a votar en clave nacionalista-no nacionalista”, considera Alberto Bonilla.
El reposicionamiento ideológico incluye el asunto de la foralidad: de ser contrarios a los Fueros de Navarra y el País Vasco sin ambages, han reformulado el discurso: “Somos un partido constitucionalista, y los Fueros están en la Constitución. También los derechos históricos”, explica Bonilla, que no obstante reconoce que la “armonización fiscal” sigue siendo uno de sus planteamientos básicos para el conjunto de España.
¿Fueros sí, haciendas no entonces? “Un discurso coherente en el conjunto de España; cuestionamos el cuponazo del PNV, no los Fueros”, sentencia Bonilla, que se encuentra más cómodo hablando de nacionalistas.
Quizá por eso suben en las encuestas, por eso y porque UPN “no ha emprendido su necesaria renovación interna”: aunque ganó las elecciones de 2015, perdió cinco escaños. Y las encuestas reflejan que la tendencia a la baja no ha sido contrarrestada. “Hay que hablar de identidad, pero hay formas y formas; aunque peor lo hace Ana Beltrán”, apunta Bonilla. “El problema es cómo convertirse en un partido moderno conservando sus valores tradicionales”, remata.
De todas formas, Ciudadanos Navarra lo tiene claro: “Si nosotros sumamos con los constitucionalistas, nuestros votos irán ahí, la idea es echar del Gobierno a los nacionalistas”.
Y para eso necesitarán muy probablemente la colaboración de María Chivite y el PSN, que pese a no tener previsiones de variar mucho sus apoyos -si se exceptúan las últimas encuestas elaboradas bajo el efecto Pedro Sánchez- volverá a ser una vez más el partido bisagra de Navarra, aquel al que todos cortejan. Aunque Chivite dice que quiere ser presidenta, Uxue Barkos afirmó el pasado jueves que le gustaría lograr una mayoría progresista de 33 escaños, que conseguiría con los votos del PSN.
Según el análisis de Ciudadanos, los socialistas navarros solo tendrían dos opciones: “Un pacto con los nacionalistas, a la catalana; o recordar que sus aventuras con el nacionalismo no son una buena idea. Si se venden al nacionalismo, pueden acabar siendo un partido residual. Es lo que le pasó al PSC. Ella quiere ser presidenta con el apoyo de Geroa pero… ¿qué pasa si el escenario es al revés? ¿Votará a Uxue?”, presiona Bonilla.
La campaña empieza tras el verano, pero son pocos los políticos que se resisten a hablar en clave electoral: “No existíamos hace 12 años y ya somos el primer partido de Catalunya. En Navarra seremos un dique de contención para el nacionalismo. Otros cuatro años de gobierno serían insoportables”, afirma Bonilla.
Su votante tiene de 25 a 45 años, son jóvenes profesionales y autónomos, pero también gente algo mayor “hartos de la vieja política”. Y prometen que presentarán listas en todos los municipios de más de 5.000 o 6.000 habitantes. Confían que para entonces el subidón socialista por el logro del Gobierno de España se haya rebajado –“no tienen programa, por eso hablan de los restos de Franco y de lenguaje inclusivo en la Real Academia”, desliza Bonilla- y que el nuevo candidato del PP no logre evitar lo que hoy parece inevitable: que Ciudadanos ocupe el espacio político de los populares. Al menos en Navarra. La pelea está servida: “No me gustó lo que hizo Pablo Casado en Sanfermines, fue a buscar la confrontación”, concluye Bonilla.