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Cohousing, viviendas colaborativas para repoblar la zona rural

Trabensol

Rodrigo Saiz

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Jaime Moreno y su mujer viven en un apartamento en el municipio de Torremocha del Jarama, en la sierra de Madrid. Pero no un apartamento al uso, sino que forman parte de una vivienda colaborativa. En los años 60 este matrimonio de 83 años formó junto con otras familias del distrito madrileño de Moratalaz una cooperativa de vivienda “porque por entonces no existía un mercado del alquiler como el de ahora” y posteriormente la cooperativa de enseñanza Colegio Siglo XXI para satisfacer la necesidad de educación de sus hijos. La amistad que entablaron las familias socias de ambas cooperativas les hizo embarcarse hace unos años en su último proyecto: la vivienda colaborativa Trabensol para personas mayores que no quieren ir a una residencia. “En una residencia estaría mucho más aburrido. En Trabensol estamos todos más implicados y colaboramos en las tareas del día a día”. Y es que esta residencia funciona con un modelo de autogestión organizada en comisiones, que van desde la sociosanitaria hasta la de jardinería y huerta. Además, organizan numerosas actividades como senderismo o cinefórum que les ayuda a mantenerse activos.

Sin saberlo estas familias formaron en 2013 una de las primeras cohousing de España. “Cuando lo montamos no sabíamos que era esto del cohousing”, asegura Jaime. Un fenómeno que, si bien lleva asentado décadas en los países del centro y norte de Europa, en España hace poco que comenzó su expansión y que consiste en una fórmula de convivencia en la que un grupo de socios diseña y autogestiona un espacio en el que vivir. El espacio lo componen unas viviendas privadas (53 en el caso de Trabensol) con zonas comunes amplias de las que también se encargan ellos y que funcionan como una extensión de los pisos particulares. En la comunidad, que suele constituirse como cooperativa, se organizan y se reparten todas las tareas, normalmente en función de la profesión que se desarrolle o se haya desarrollado.

Una respuesta al cambio en la forma de envejecer que se ha dado en los últimos años. “Hoy en día uno llega a la jubilación con mucha vitalidad, no te quieres ir a una residencia ni ser una carga para tus hijos”, indica Jaime que cuenta que sus hijos “se sorprendieron cuando les dije que me venía a vivir a la sierra, pero ahora ven todo lo que hago y que aquí soy feliz”.

Un fenómeno en expansión

En España hay actualmente once comunidades de vivienda colaborativa en funcionamiento, todas repartidas entre Madrid, Barcelona y Málaga y todas ‘senior’, es decir, compuestas por socios de más de 65 años. Pero este no es el único modelo de cohousing posible, de hecho, el modelo nació en los países nórdicos como una forma de compartir espacios entre la gente joven. En España hay mucha gente interesada en montar viviendas colaborativas, también personas jóvenes. Más de 200 iniciativas se quiere poner en marcha, según cuenta a este periódico Cristina Cuesta, directora y fundadora de Cohousing Spain, plataforma que se dedica a poner en contacto a gente interesada en poner en marcha una vivienda colaborativa y que además ofrece asesoramiento.

Esta navarra que estuvo trabajado durante años dirigiendo residencias de mayores y de personas con discapacidad se empezó a interesar en el modelo del cohousing al ver “que la gente no quería estar en residencias”. “Me puse a investigar y vi que de media se tardaba entre 15 y 20 años en sacar adelante el proyecto y que el índice de éxito era solo del 10%”. Por ello puso en marcha esta plataforma que sirve de enlace entre gente interesada y que además ofrece asesoramiento para agilizar el proceso de puesta en marcha.

Cohousing como forma de repoblar el mundo rural

Cristina Cuesta presentó la semana pasada su proyecto en los talleres organizados por el Observatorio de la Realidad Social del Gobierno de Navarra sobre repoblación y nueva ruralidad, como una forma de evitar que la gente se marcha de los pueblos o bien de que personas se vayan a vivir a la zona rural en una vivienda colaborativa.

Es el caso de Trabensol, que tras meses buscando ubicación para poner en marcha su residencia colaborativa, encontraron un espacio en Torremocha del Jarama, un municipio de apenas 900 habitantes, que ahora gracias a ellos suma casi un centenar más. Además, explica Jaime Moreno, han mejorado “la vida participativa del pueblo”, ya que casi todas las actividades que organizan están abiertas a todos los habitantes del municipio.

Pero para consolidar la repoblación, indica Cristina Cuesta, es necesario que se impulsen proyectos en los que también esté involucrada gente joven para que se dé un “relevo generacional”. “El cohousing no debe convertirse en un modelo alternativo a las residencias de mayores, es más que eso”. Para ello añade es necesario que además de la iniciativa de particulares haya apoyo desde las instituciones para que los jóvenes se animen a embarcarse en proyectos como este.

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