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Bildu y Aranzadi: razones de un desencuentro

José R Loayssa - Adscrito a Podemos y miembro de la Asamblea de Aranzadi

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Las causas de la expulsión de Aranzadi e IU-IE del Gobierno Municipal van más allá de la discrepancia en torno a la Casa de Mujeres y las inversiones de 2018. El malestar y la falta de sintonía ha sido una constante desde hace meses. En cualquier conflicto político influyen diversas cuestiones superficiales, por ejemplo de carácter personal, pero casi siempre hay elementos de fondo.

Desde mi punto de vista la clave ha sido el choque dos perspectivas políticas, una por parte de la dirección de Bildu, que ha relegado las referencias rupturistas y rebeldes que le habían caracterizado cuando era oposición, para adoptar, como seña de identidad, la “buena gestión” municipal sin ninguna transformación substancial. Por otra parte Aranzadi que, a veces de forma un poco “izquierdista”, se sigue reivindicando de un programa que, sin dejar de lado otros elementos, apunte de forma decidida a cuestionar el modelo de movilidad basado en los vehículos motorizados y la concepción de la ciudad como asiento privilegiado de negocios privados y especulativos. Quizás la actuación de la agrupación ciudadana Aranzadi y sus concejales ha tenido muchos gestos torpes y desafortunados, pero eso no debería, y me extraña que la base social de la izquierda abertzale no lo quiera ver, ocultar su voluntad de dar alcance al cambio en el ayuntamiento para que éste no sea solo cosmético.

Entender el conflicto Aranzadi-Bildu requiere hacer un balance del cambio en el Ayuntamiento de Pamplona-Iruña. Si evaluamos la cuestiones claves de la ciudad, hemos visto cómo en Pamplona, a la espera de la estación de Echavacoiz, se materializaba un pelotazo urbanístico con un terrible impacto en la ciudad como es el de Salesianos. Bildu no es el responsable pero se ha visto clara su escasa voluntad de oposición, reflejo quizás de su búsqueda de cauces de dialogo con Geroa-PNV y su temor a desgastar a estas opciones políticas con las que esperan colaborar en su proyecto de País. Que Bildu “consiguiera” que la altura de las torres previstas pase de 17 a 14 pisos es una metáfora muy gráfica de la “altura del cambio” por el que han apostado. Pero Salesianos solo es una parte de un proceso de reactivación de la especulación en el centro de la ciudad con el derribo de antiguos edificios, próximamente uno en el paseo de Sarasate, para, una vez aumentada de manera significativa la superficie edificada, construir pisos de lujo. Con respecto al trafico motorizado, la “liberación” de alguna calle por la llamada amabilización se ha hecho a expensas de colapsar más el resto del centro de la ciudad y agravar la disponibilidad de aparcamientos para los vecinos.

Podría añadir más ejemplos pero solo recordar cómo se ha impuesto la continuidad de un modelo de ciudad que “tercializa” su núcleo central, es decir que lo convierte en zona de compra y diversión (hostelería sin limites) a expensas de su habitabilidad por su vecindario. Tampoco se puede dejar de lado que también nuestra ciudad ha sufrido la burbuja de alquiler mientras las escasas actuaciones del Ayuntamiento no tenían efecto alguno. ¿Cómo se puede ilusionar a las clases trabajadoras con un cambio político cuando este no se traduce en una mejora significativa de su vida cotidiana? El peligro de una vuelta de los partidos del Régimen depende sobre todo de la abstención o de la seducción por las nuevas derechas (Cs) de estos sectores.

Estamos ante un nuevo ensayo de farsa lampedusiana (cambiar para que todo siga igual), o incluso podíamos decir que Bildu parece optar por repetir la estrategia de Zapatero en su día y que hoy pone en práctica Sánchez, centrarse en el estilo, el “talante”, y en temas que no cuestionan a los poderes económicos. Bildu ha convertido a un alcalde simpático, amable y “rocero” en su principal baza electoral ya que sus medidas de transformación son más bien magras. Un balance muy pobre para una fuerza de la que esperábamos mucho más.

Las causas de la expulsión de Aranzadi e IU-IE del Gobierno Municipal van más allá de la discrepancia en torno a la Casa de Mujeres y las inversiones de 2018. El malestar y la falta de sintonía ha sido una constante desde hace meses. En cualquier conflicto político influyen diversas cuestiones superficiales, por ejemplo de carácter personal, pero casi siempre hay elementos de fondo.

Desde mi punto de vista la clave ha sido el choque dos perspectivas políticas, una por parte de la dirección de Bildu, que ha relegado las referencias rupturistas y rebeldes que le habían caracterizado cuando era oposición, para adoptar, como seña de identidad, la “buena gestión” municipal sin ninguna transformación substancial. Por otra parte Aranzadi que, a veces de forma un poco “izquierdista”, se sigue reivindicando de un programa que, sin dejar de lado otros elementos, apunte de forma decidida a cuestionar el modelo de movilidad basado en los vehículos motorizados y la concepción de la ciudad como asiento privilegiado de negocios privados y especulativos. Quizás la actuación de la agrupación ciudadana Aranzadi y sus concejales ha tenido muchos gestos torpes y desafortunados, pero eso no debería, y me extraña que la base social de la izquierda abertzale no lo quiera ver, ocultar su voluntad de dar alcance al cambio en el ayuntamiento para que éste no sea solo cosmético.