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BOE

Cuando uno se debatía estos días entre el seguimiento del trascendente debate sobre la Renta de Inclusión Social, la campaña publicitaria del candidato de UPN, hoy ya, Esparzaman y el estado de nuestros ríos, me encuentro con la noticia del BOE de que los alumnos españoles, y por lo tanto los navarros, rezarán más en clase y aprenderán a “dar las gracias a Dios”. Empiezo a sospechar por qué ya casi nadie lo lee, porque produce demasiados trastornos de ansiedad generalizada, esos que no se llegan a las consultas pero que producen conductas de evitación. Me doy cuenta también de que el subconsciente sigue haciendo de las suyas, que se ha apoderado de gran parte de la clase política que campa entre el Ministerio de Educación y la Conferencia Episcopal y ha dejado de objetivar la realidad y, por el contrario, están formando un todo con ella.

Con respecto a la RIS, miren, uno se congratula de que haya triunfado el modelo que ofrecía el PSN. Hacía frente tanto al inmovilismo de UPN, que no admitía la existencia de más necesidades y además solo ponía el acento en las cifras, como a la ligereza de los partidos nacionalistas que solo buscaban un beneficio electoral sin referencias mínimas a la sostenibilidad de las ayudas. Ha triunfado otra mirada, la que permite considerar a las las personas en peligro de exclusión social como recuperables, como verdaderos ciudadanos, que no solo quieren sobrevivir sino que también vivir, crecer, progresar. Ha triunfado la consideración de un modelo inclusivo pero también integrador, no solo de ayudas económicas sino de acompañamiento personalizado para salir de esa situación. Es importante saber que la calidad de una sociedad se mide fundamentalmente por cómo trata a sus miembros más débiles, se lo aseguro.

Miren, temas tan singulares hacen que uno se esfuerce por buscar una solución, una explicación. Supongo que por eso, para paliar estas sensaciones, el creacionismo se va abriendo paso poco a poco en las aulas de nuestros centros, por eso el nuevo currículum de Religión Católica nos va a ayudar a “comprender el origen divino del cosmos” y a “reconocer la incapacidad de la persona para alcanzar por sí mismo la felicidad”. ¿Las claves?, rezar más en clase y aprender a “dar las gracias a Dios”. Como lo oyen.

Uno, que respeta casi todo, y que comprende que la religión aliente el sentido psicológico de responder a las preguntas y a las reacciones emocionales del ser humano acerca del sentido último de su existencia en este mundo y más allá de la muerte; que comprende que esta búsqueda podría situarle ante una realidad superior, distinta, más personal y trascendente, no llega a comprender como los legisladores van a convertir a la religión, con el tiempo, en una proyección patológica. Se está ponderando más la creación de un determinado perfil de personalidad concreto, consistente, robusto, frente al más sano desarrollo de la actitud y del comportamiento religioso, más constructivo, tolerante y plural.

Este modelo de educación propuesto lleva camino de enmarcar la neurosis, porque está utilizando la religión como un mecanismo de defensa desde el punto de vista antropológico, considerándola una fuerza protectora de lo ideológico, porque parece proteger a los alumnos con creencias que refuercen la organización social y las costumbres sociales más conservadoras, apropiándose de algo que es de todos, independientemente de lo que voten.

Miren, las normas, en contextos afectivos, en contextos cálidos, se convierten en actitudes y en valores que posteriormente se trasladarán a la conducta. Si se imponen, solo se respetan mientras se obligan. El aprendizaje afectivo enseña partiendo y valorando lo que hay dentro de cada alumno. Y lo hace valorando, alentando, construyendo, no midiendo si hay mucho, poco o nada. Por ello, el mejor aprendizaje es el que se produce en el entorno familiar, y si el aprendizaje religioso es parte del mismo, en las instituciones religiosas de su entorno.

Inundar espacios laicos como los centros educativos para la eduación religiosa no va a ser la solución de nada. Las opciones personales, el espacio interior, lo íntimo, es necesario fomentarlo, estimularlo, desde luego no academizarlo, no evaluarlo y mucho menos calificarlo.

Ahora comprendo mucho más que antes cuando escucho a los Siniestro Total cantar ¿quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Solo que observando a determinados legisladores me da por pensar “si estamos solos en la galaxia o acompañados”. Vaya jaleo.

Cuando uno se debatía estos días entre el seguimiento del trascendente debate sobre la Renta de Inclusión Social, la campaña publicitaria del candidato de UPN, hoy ya, Esparzaman y el estado de nuestros ríos, me encuentro con la noticia del BOE de que los alumnos españoles, y por lo tanto los navarros, rezarán más en clase y aprenderán a “dar las gracias a Dios”. Empiezo a sospechar por qué ya casi nadie lo lee, porque produce demasiados trastornos de ansiedad generalizada, esos que no se llegan a las consultas pero que producen conductas de evitación. Me doy cuenta también de que el subconsciente sigue haciendo de las suyas, que se ha apoderado de gran parte de la clase política que campa entre el Ministerio de Educación y la Conferencia Episcopal y ha dejado de objetivar la realidad y, por el contrario, están formando un todo con ella.

Con respecto a la RIS, miren, uno se congratula de que haya triunfado el modelo que ofrecía el PSN. Hacía frente tanto al inmovilismo de UPN, que no admitía la existencia de más necesidades y además solo ponía el acento en las cifras, como a la ligereza de los partidos nacionalistas que solo buscaban un beneficio electoral sin referencias mínimas a la sostenibilidad de las ayudas. Ha triunfado otra mirada, la que permite considerar a las las personas en peligro de exclusión social como recuperables, como verdaderos ciudadanos, que no solo quieren sobrevivir sino que también vivir, crecer, progresar. Ha triunfado la consideración de un modelo inclusivo pero también integrador, no solo de ayudas económicas sino de acompañamiento personalizado para salir de esa situación. Es importante saber que la calidad de una sociedad se mide fundamentalmente por cómo trata a sus miembros más débiles, se lo aseguro.