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Cuando te cambian las preguntas...

Los escenarios políticos son espacios mutantes, pero de suma cero. Los sujetos políticos cambian de posición, se reposicionan, a tenor del nuevo escenario pero cuando unos ganan otros pierden en la misma proporción.

En ese sistema de juegos, el nuevo gobierno de España no es ninguna novedad. Es más, está retrasado en el presente. Es producto del movimiento telúrico que se produjo hace tres años en las elecciones generales y autonómicas. De esa legitimidad democrática, elecciones generales 15-16, bebe el actual gobierno de España. Es la representación política de la ruptura del bipartidismo, del nacimiento de dos partidos nuevos y de la complejidad que se produce ante un nacionalismo político más vindicativo que nunca.

Podemos y Ciudadanos se presentan como nuevos agentes influyentes para la gobernabilidad. Será muy difícil, o casi imposible, llegar al gobierno sin contar con uno u otro. De hecho, el voto de Podemos fue el que favoreció a Rajoy no apoyando el acuerdo PSOE-Cs; como ahora el voto de Podemos ha favorecido a Sánchez.

Estamos ante un nuevo tablero. Quién pretenda mirar al pasado se equivocará. O se convertirá en estatua de sal. El PSOE y el PP son los partidos que más deben esforzarse en actualizarse, sino quieren verse atrapados por la melancolía de lo que fueron.

También en Navarra, el escenario se ha trasmutado. Aparentemente, todo permanece en el presente, pero mucho ha cambiado para el futuro. Por un lado, el PSN-PSOE se ha desprendido de un muro invisible que le impedía maniobrar con soltura en su política de acuerdos. Cabe recordar el fracaso del tripartito en el 95 con Gestora incluida; el fallido gobierno Puras en el 2007 o la moción de Censura contra Barcina en el 2012. Los tres hitos se dieron al traste por decisiones federales del PSOE. Con la Moción de Censura de Sánchez contra Rajoy se ha borrado ese tabú dado que todo el arco parlamentario ha contado, activa o pasivamente; sin exclusión ni cordón sanitario alguno.

Por otro lado, el mapa español puede fomentar la competencia cooperativa entre el PSN y Unidos Podemos (en su versión navarra). Es lo que define Errejón como el “win to win” de la izquierda. Nada que ver con viejos esquemas de Casa Común o Causa Común. Que todas las partes de ese espacio salgan beneficiándose de su dinámica competidora. Esa rivalidad enfoca políticamente la izquierda. Se trata de visibilizar la agenda política progresista frente a otras agendas, bien conservadoras o bien nacionalistas. Cierto es que Podemos Navarra está en tiempo de reestructuración pero saldrá adelante.

También UPN, ante un PP en plena implosión, pretende alejarse de su antigua alianza para que no le salpique el estallido. UPN busca, en principio de manera tímida, resituarse fuera del marco de la derecha española, procurando un margen mayor de maniobra. UPN es consciente de que si se enfrenta al Gobierno de Sánchez no tendrá margen alguno de acuerdo en Navarra con el PSN.

Geroa Bai contempla complaciente el nuevo Gobierno del PSOE porque puede llegar a acuerdos institucionales. Pero también porque se abre la opción de que el actual cuatripartito pueda presentar piezas intercambiables para un futuro. Tres o cuatro partidos pero no los mismos de ahora.

Queda escasamente un año para que se produzcan las elecciones autonómicas y la ciudadanía asiste a un gran movimiento político donde todos los partidos se aceleran. Una aceleración por innovarse, por cambiar, por adaptarse a la nueva situación. En definitiva, por leer con precisión aquello que la ciudanía expresó hace tiempo. Ya solo falta que las políticas públicas también encuentren su necesario acelerador de innovación.

Los escenarios políticos son espacios mutantes, pero de suma cero. Los sujetos políticos cambian de posición, se reposicionan, a tenor del nuevo escenario pero cuando unos ganan otros pierden en la misma proporción.

En ese sistema de juegos, el nuevo gobierno de España no es ninguna novedad. Es más, está retrasado en el presente. Es producto del movimiento telúrico que se produjo hace tres años en las elecciones generales y autonómicas. De esa legitimidad democrática, elecciones generales 15-16, bebe el actual gobierno de España. Es la representación política de la ruptura del bipartidismo, del nacimiento de dos partidos nuevos y de la complejidad que se produce ante un nacionalismo político más vindicativo que nunca.