Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.
No es un caso aislado, se llama patriarcado
Una de las nuestras, una mujer, ha sido asesinada en Huarte-Uharte. No es noticia de primera plana, porque la violencia contra las mujeres nunca lo es, aunque esta vez el asesinato nos haya tocado cerca.
Sabemos que la violencia de género es universal, la pueda sufrir cualquier mujer, o niña, en cualquier lugar del mundo, a manos de cualquier hombre, no hay perfiles concretos ni de víctimas, ni de agresores, más allá de que las primeras son mujeres, y los segundos, los victimarios, son hombres.
Esta universalidad de la violencia machista es un hecho fundamental para explicar lo que significa en la vida de las mujeres saber que estamos expuestas a sufrir todo tipo de violencias machistas, con una prevalencia de 1 de cada 3 mujeres, lo que llevó a la Organización Mundial de la Salud en el año 2013 a calificar la violencia contra las mujeres como una auténtica pandemia mundial.
La violencia machista es definida por la Ley Foral 14/2017 para actuar contra la violencia hacia las mujeres, como: “la que se ejerce contra la mujeres por el hecho de serlo o que les afecta de forma desproporcionada como manifestación de la discriminación por motivo de género y que implique o pueda implicar daños o sufrimientos de naturaleza física, psicológica, sexual o económica, incluidas las amenazas, intimidaciones y coacciones o la privación arbitraria de la libertad, en la vida pública o privada”.
Las manifestaciones de esta violencia ejercida contra la mitad de la población mundial tienen muchas caras, van desde la violencia sexual, los feminicidios, la mutilación genital femenina, la trata de mujeres, la prostitución, la violencia obstétrica, hasta los matrimonios forzados, o la brecha salarial... son tantas y tan distintas, que algunas de ellas podrían pasar como si fuesen el “orden natural de las cosas”, sin embargo, son más bien obra de una construcción social y cultural que ha desarrollado, y mejorado, durante siglos las formas de dominación y violencia.
Esta construcción social, no natural, se llama género, que en función de nuestro sexo, nos asigna unos roles, estereotipos, espacios y tiempos completamente distintos, que colocan a los hombres en una posición de dominación, y a las mujeres en la posición de subordinación. Para mantener este status quo, el sistema que asegura estas posiciones, y que se llama patriarcado, la herramienta utilizada es siempre la violencia, violencia a veces explícita, y otras no tanto, mucho más subliminal, como la violencia simbólica o la institucional, pero que se encarga igualmente de mantener el sistema de dominación-subordinación, para que nada cambie, o cambie lo menos posible.
La única forma de erradicar la violencia machista es a través del feminismo, porque explica las causas de la violencia, y va a su raíz, para eliminarla, si nos perdemos en hechos aislados, en casos individuales, si mantenemos y reproducimos frases como: la mató por celos, es que ella se lo merecía, era un buen hombre, o si, sabía que la pegaba, pero qué podía hacer yo, si ella lo permitía, si, en definitiva, cada vez que conocemos un caso de violencia machista y miramos para otro lado, no solo estaremos sosteniendo un sistema de opresión que ha matado en 15 años, solo en España, a casi 1.000 mujeres, es que nuestra indiferencia nos hará cómplices.
Una de las nuestras, una mujer, ha sido asesinada en Huarte-Uharte. No es noticia de primera plana, porque la violencia contra las mujeres nunca lo es, aunque esta vez el asesinato nos haya tocado cerca.
Sabemos que la violencia de género es universal, la pueda sufrir cualquier mujer, o niña, en cualquier lugar del mundo, a manos de cualquier hombre, no hay perfiles concretos ni de víctimas, ni de agresores, más allá de que las primeras son mujeres, y los segundos, los victimarios, son hombres.