Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.
En defensa de la juventud: ¿quién pasa de la política?
Participar en el activismo social en manifestaciones, concentraciones, actos de protesta o reivindicaciones se ha convertido en sinónimo de ser mayor. Charlas, debates o reuniones militantes se convierten en foros cuya media en muchas ocasiones supera los 50 años, y es excepcional ver alguien menor de 30. Podría una pensar que la reivindicación de hoy la estamos protagonizando las mismas gentes que gritábamos, en los últimos años del franquismo, por democracia y libertad.
Pero no podemos precipitarnos y caer en la tentación del juicio rápido, que solo nos sirve para perder la esperanza y, además, estigmatizar injustamente al sector joven, quizás el más agredido y expulsado. Me explico.
Desde los años 90, la pedagogía prima la eficiencia y el esfuerzo individual. Se exige competir en un mundo donde solo medra quien es mejor que el resto. Todas las estrategias que se fomentan son personales, no colectivas. Y no se discute este sistema pues según el discurso dominante es el único posible. ¿Alguien se acuerda de la asignatura de Educación para la Ciudadanía? Quizás fue el único intento, tímido, de promover en la comunidad educativa una cultura crítica y responsable con la sociedad. Tan tímido fue que pronto fue retirado del currículum. No se quiere formar personas críticas: se educan piezas diseñadas para su engarce perfecto en el engranaje neoliberal.
Y luego, cuando termina la etapa educativa, llegamos a la laboral. O más bien, a la de la ausencia de labor. Alguien que está en paro no se moviliza: se ocupa primero por asegurarse un futuro. Y, si tiene éxito en su búsqueda, se ve en la tesitura de aceptar condiciones de semiesclavitud, o tener que emigrar. Ninguna de las dos contribuye a la movilización.
Además, ¿quién se va a movilizar al lado de esta clase política? La corrupción, los conchabeos entre multinacionales y representantes públicos, los debates gritones y carentes de argumentos… Nuestra juventud está demasiado bien preparada como para integrarse en un sistema corrupto.
Y, encima, si protestas te criminalizan. La ley mordaza es solo otro paso más en su intento de convertir a la sociedad en un rebaño.
¿Explica todo esto por qué no se moviliza la juventud? Podría. Fácil no es, en todo caso, que se movilicen. Pero es que aún y todo, encuentran sus vías de expresión. Por ejemplo, en el voluntariado social, una rama menos ruidosa pero imprescindible. O en la elección de sus planes de estudios: el 50% de las matriculaciones de la universidad son en carreras sociales, pese a que sólo cuentan con el 37% de las ofertas de empleo.
Y también en otras formas de lucha. Porque las personas mayores tendemos a creer que no hay nada más allá de las manifestaciones y charlas. Pero deberíamos darnos un garbeo por ese nuevo mundo llamado redes sociales, que se ha impuesto como vía de comunicación alternativa a los grandes medios. Podríamos pararnos a escuchar a los raperos políticamente comprometidos que, sin pelos en la lengua, suenan por las esquinas. O valorar su capacidad de convocatoria al reivindicar otras cuestiones como la defensa de los animales o el movimiento ocupa. Esas otras vías están consiguiendo un gran cambio cultural, y ahí es donde la gente joven transgrede un mundo creado para dóciles.
Hay un reto pendiente: aunar los modos de lucha antiguos con los viejos. Debemos habilitar espacios donde se escuche a la juventud, donde hablen con voz propia en la sociedad política. La América hispana también nos lleva la delantera en este aspecto. La plataforma Juventud con voz, la agenda para la participación de la juventud, y el pacto que en octubre de 2013 firmaron 22 países de América Latina y Caribe son formas de empoderamiento. También en el Reino Unido hay propuestas interesantes que buscan la integración cívica y social de la juventud a través de su implicación en la comunidad. Y en Australia, donde se da gran importancia a la educación cívica de los jóvenes y a la vinculación de ciudadanía y democracia. Ejemplos hay de lugares donde juventud y resto no van por separado: solo hay que conocer sus sendas, y seguirlas.
Participar en el activismo social en manifestaciones, concentraciones, actos de protesta o reivindicaciones se ha convertido en sinónimo de ser mayor. Charlas, debates o reuniones militantes se convierten en foros cuya media en muchas ocasiones supera los 50 años, y es excepcional ver alguien menor de 30. Podría una pensar que la reivindicación de hoy la estamos protagonizando las mismas gentes que gritábamos, en los últimos años del franquismo, por democracia y libertad.
Pero no podemos precipitarnos y caer en la tentación del juicio rápido, que solo nos sirve para perder la esperanza y, además, estigmatizar injustamente al sector joven, quizás el más agredido y expulsado. Me explico.