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Sobre este blog

Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.

El desfallecimiento de la democracia

Pedro Sánchez i Pablo Iglesias.

Félix Taberna

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«Señorías, les recuerdo que hay tres cosas que no podemos venir a hacer aquí: ni el payaso, ni el tenor, ni el jabalí» Eso es lo que dijo en el Congreso de los Diputados, Ortega y Gasset, filósofo y republicano, un jueves 30 de julio de hace 88 años. Así, consta en el Diario de Sesiones. José Ortega y Gasset, una sola persona, era un pensador. Un intelectual, que se vio sorprendido por el nivel del debate político. Pensaba que el mandato popular por un régimen democrático republicano iba a ser recogido y asumido, con responsabilidad, por los políticos de la época. Estaba convencido de que los dirigentes iban a trabajar por el buen propósito del régimen republicano. Sin embargo, no fue así.

Hace ocho años, mediante el reclamo del 15M, se inició un mandato popular por establecer un nuevo régimen político que fortaleciera la democracia ante el riesgo de su desfallecimiento. Se trataba de regenerar la política a base de transparencia, honestidad y nueva gobernanza. La ciudadanía, en las elecciones generales del 2016, marcó el camino a los políticos y políticas en esa dirección. Este año, el 28 de Abril se volvió a repetir ese mandato. Sin embargo, pasados tres años, con dos investiduras fracasadas y una moción de censura aprobada, ese mandato no se ha conseguido legitimar desde el Congreso.

La democracia siempre ha sido muy frágil. Sus íntimos enemigos siempre han sido el populismo, el clientelismo y la tecnocracia. El populismo convierte a la democracia en un circo donde el espectáculo y la búsqueda del aplauso priman sobre la solución de los problemas. La tecnocracia impulsa un sistema político que pretende secuestrar la voluntad ciudadana por mor de tecnicismos controlados por burócratas; de eso sabe mucho la Comisión Europea. El clientelismo prima gobernar exclusivamente para los que dan soporte a los diferentes gobiernos, no por el interés general.

A estos tres factores sistémicos de riego democrático se le une la actual polarización que rompe con cualquier puente entre las diferentes opciones. Buscar acuerdos entre diferentes se demoniza. Se recrea el antagonismo frente al consenso. Buscar el acuerdo entre diferentes, que es la esencia de la democracia, se convierte en un deporte de riesgo para aquellos políticos que lo practican.

En fin, muchos problemas, muchos riesgos, para algo tan básico y necesario como la democracia. Es el don más preciado de cualquier comunidad. Por ello, debemos cuidarla. Los y las dirigentes deben ponerse las pilas en lo que nos une; no en lo que nos separa.

La democracia siempre ha conllevado frustración porque se trata de un sistema de equilibrio entre la creencia inagotable en el progreso de la voluntad y el pragmatismo limitador de la realidad. Pero esa racional frustración que conlleva la democracia se debe explicar, trasparentar y motivar.

Al día de hoy, una gran mayoría ciudadana está frustrada por el resultado del Debate de Investidura. No quiere que se produzca una repetición electoral. Quiere acuerdos. Una frustración fácil de entender porque llevamos tres años de bucle. Un bucle que se retroalimenta en los extremos.

¿Tan difícil es que nuestros representantes sean eficaces y procuren un nuevo gobierno? ¿Tan difícil es que los políticos comprendan qué es lo que quiere la ciudadanía que votó masivamente el 28 de Abril? Queda tiempo para responder a esas preguntas; suficiente pero no ilimitado.

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