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Es la hora

Iñaki Arzoz y Javier Echeverría

Asamblea por el Cambio Social —

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Hay momentos en la vida de las personas en que, ante circunstancias excepcionales, tenemos que tomar decisiones audaces y hacer esfuerzos extraordinarios con el fin de superar los problemas y pasar a una situación más favorable. Lo mismo sucede en la vida socioeconómica y política: hay situaciones críticas, extraordinarias, encrucijadas que se producen muy de cuando en cuando y que exigen excepcionales esfuerzos personales y colectivos, con grandes dosis de generosidad, esfuerzo, audacia e implicación.

No creemos exagerar si decimos que estamos viviendo uno de esos momentos históricos. Está pasando ahora mismo en ámbitos más amplios, que necesariamente los tendremos que tener en cuenta, pero también en Navarra, que es donde nos queremos centrar. No sólo porque vivimos aquí, sino también porque el recorrido de cualquier cambio socio-económico-político que no se haga desde abajo, desde la base local, tiene todas las papeletas para quedarse muy corto. Y también porque en Navarra se dan características especiales que así lo aconsejan.

Nos encontramos en una fase del capitalismo donde la acumulación de capital ha experimentado una fuerte agudización de la explotación en el ámbito de la producción: una reducción salarial generalizada, una precarización enorme y creciente de los empleos, una expulsión al paro de contingentes enormes de trabajadoras y trabajadores, unas condiciones laborales cada vez más inaguantables… Pero no sólo funciona la rapiña capitalista mediante la explotación en el sistema productivo. También se da –y de manera cada vez más generalizada y pronunciada- una infame, descarada y desorbitada acumulación de capital por des-posesión, es decir, por auténtico robo, por saqueo de los derechos y recursos en manos de las clases trabajadoras y medias, esto es, en manos de la ciudadanía en general.

Los mecanismos que están utilizando para este expolio son de lo más variado y los emplean a la luz del día, con descaro, como si lo de todas y todos nosotros les perteneciera. Nos saquean a través de su casino financiero, especulando sin crear una mota de riqueza, manipulando precios de alimentos, energía o viviendas, arruinando a cientos de millones de familias y extendiendo el hambre por sectores sociales cada vez más extensos, tanto en el mundo más lejano como en el entorno más cercano. Nos roban por medio de sus recortes en servicios públicos, privatizando bienes y servicios comunes, recortando las pensiones, dándoles a los bancos y multinacionales la riqueza que pertenece a la ciudadanía, subiendo impuestos de manera regresiva, estableciendo nuevas tasas, repagos, etcétera.

Todo lo anterior responde lógicamente a una determinada correlación de fuerzas que en estos momentos les es muy favorable. Pero también es un síntoma. Un síntoma de que este sistema capitalista está agotado, un síntoma de que ya no es capaz de crear riqueza sin poner en grave riesgo a la inmensa mayoría de las personas y al ecosistema en el que vivimos, sin hipotecar gravemente la vida, sobre todo la de las generaciones futuras, incluso la de las más próximas a la nuestra.

Sin embargo, también hay síntomas de que se están poniendo muy nerviosos. Por una parte, a nivel más estratégico, no parece desproporcionado pensar que, si se arriesgan tanto, es porque tampoco tienen ellos mucho margen de maniobra para seguir utilizando la manipulación y el engaño como mecanismo principal. Tienen que robar descaradamente, recortar cada vez más esta exigua democracia, utilizar la represión contra las respuestas ciudadanas de manera cada vez más amplia y contundente...

Por otra parte, a nivel más próximo, se han abierto importantes grietas en el edificio del régimen del 78, en el bipartidismo gobernante, mientras la conciencia de la gente aumenta de manera rápida y, por tanto, también la implicación de la ciudadanía en la política. Cada vez está más claro que sectores cada vez más amplios queremos un cambio radical y que deseamos construir una sociedad donde las personas y la sostenibilidad de la vida estén en el centro del quehacer social, económico y político. Los resultados de las elecciones europeas han sido el detonante de su nerviosismo, y la perspectiva de un largo año electoral con la ciudadanía activada les ha metido el miedo en el cuerpo. Una prueba de ello son las argucias de trilero que quieren utilizar para cambiar las reglas de juego en la elección de los alcaldes.

Algunos señalan que se ha abierto una “ventana de oportunidad” y es cierto en muchos sentidos, más allá del electoral. Es la hora de abrir todas las ventanas y puertas posibles, de derribar todos los muros, para que entre a torrentes el aire limpio de la ciudadanía y de la democracia. Ha llegado la hora de la gente. De la gente que queremos cambiar a fondo esta situación, esta sociedad. No sólo unos cambios cosméticos, de imagen, unos cambios controlados por las élites del régimen para que apenas cambie nada, para que sigan controlando todo y continúen con sus políticas de saqueo de derechos y recursos, para que nos sigan engañando y manipulando con sus poderosos medios de comunicación.

Ha llegado la hora de cambiar radicalmente las políticas y las formas de hacer política. Ha llegado el momento de la participación y la organización ciudadana, de actuar conjuntamente, codo con codo, hombro con hombro. Es la hora de la Asamblea por el Cambio Social y de los valores que representa: de la transversalidad y de la inclusividad, de la reflexión y de la acción conjunta de gentes de sensibilidades diferentes, para primar la cooperación sobre la competición entre nosotras y nosotros. Es la hora de explorar la confluencia, abandonando las retóricas de unidad, pasando a los hechos: de articular candidaturas ciudadanas y de, antes y/o después de las elecciones, trabajar conjuntamente también entre candidaturas distintas que persiguen el mismo objetivo de cambio profundo, porque es la hora de cooperar aún en momentos en que se agudiza la competición. Ha llegado la hora de echar de las instituciones a las élites extractivas y corruptas que piensan que las instituciones les pertenecen. Es la hora de que la gente se empodere, la hora de la gente que se cree que, si se une y organiza desde abajo y actúa conjuntamente, su poder es inmenso, capaz de todo, hasta de llevar a cabo la hercúlea tarea de darle la vuelta a este inhumano y odioso sistema, y antes, a este corrompido régimen en Navarra.

Estemos alerta. Estos próximos meses tienen que ser tiempo de organización, de planificación, de confluencia, de trabajo conjunto para preparar un año intenso que tiene que terminar en un gran viraje social, político y económico. Es la hora del esfuerzo colectivo, de la generosidad, de la audacia. Es la hora del auzolan: de priorizar y de comprometerse. Es la hora de echar el resto. Tenemos nueves meses por delante para iniciar esta ilusionante tarea y alumbrar un hito: un gobierno del pueblo para un cambio profundo. Sin duda, es la hora de todos y todas.

Hay momentos en la vida de las personas en que, ante circunstancias excepcionales, tenemos que tomar decisiones audaces y hacer esfuerzos extraordinarios con el fin de superar los problemas y pasar a una situación más favorable. Lo mismo sucede en la vida socioeconómica y política: hay situaciones críticas, extraordinarias, encrucijadas que se producen muy de cuando en cuando y que exigen excepcionales esfuerzos personales y colectivos, con grandes dosis de generosidad, esfuerzo, audacia e implicación.

No creemos exagerar si decimos que estamos viviendo uno de esos momentos históricos. Está pasando ahora mismo en ámbitos más amplios, que necesariamente los tendremos que tener en cuenta, pero también en Navarra, que es donde nos queremos centrar. No sólo porque vivimos aquí, sino también porque el recorrido de cualquier cambio socio-económico-político que no se haga desde abajo, desde la base local, tiene todas las papeletas para quedarse muy corto. Y también porque en Navarra se dan características especiales que así lo aconsejan.