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La necesidad de visibilizar el drama de la pobreza energética

Attac Navarra

Patricia Díaz de Rada —

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Los desahucios o los ERE son problemas visibles. Luchamos contra ellos y, si juntamos mucha gente, conseguimos apoyo político para revertirlos o por lo menos paliar algunas de sus consecuencias. En cualquier caso, la confrontación sirve. Pero hay otras circunstancias más íntimas, escondidas al escrutinio público. No movilizan porque no se lucha contra lo que no se ve. Una de estas realidades veladas es la pobreza energética, que según el Eurostar de 2012 alcanzaba a 54 millones de personas en la Unión Europea. En Navarra eran 50.000, según un estudio de la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA).

Se ha establecido una temperatura de 21ºC en el salón y 18ºC en el resto de estancias como adecuadas para la salud de las personas que habitan un hogar. Quien no puede llegar a estos guarismos es quien entra en pobreza energética. Lo cierto es que no es un problema reciente, pero sí es cierto que el salto al debate público es relativamente reciente. Quien lo sufre tiene difícil superar la vergüenza y admitir que no puede encender la luz o calentar la comida en su propia casa. Pero en los bancos de alimentos ya nadie quiere lentejas, por el coste altísimo de cocinarlas.

Las familias en pobreza energética viven en precariedad en múltiples áreas. Si no hay una alimentación adecuada, y se pasa frío, lo lógico es enfermar y faltar al trabajo. Hacer las tareas en un ambiente gélido es imposible, lo que garantiza el fracaso escolar. 50.000 personas de nuestro entorno están condenadas a la exclusión en un futuro más o menos cercano, realidad que se agrava cuando hablamos de tercera edad, convalecientes o menores.

Y esto sucede en un entorno en el que las grandes compañías eléctricas siguen generando beneficios. La crisis es ese término en el que se escudan para justificar una condena innecesaria, pues según una información de eleconomista.es, en 2013 las eléctricas españolas prácticamente doblaban el margen de beneficio de las europeas.

En el año 2011, la Unión Europea consideró la lucha contra la pobreza energética como una nueva prioridad social, por lo que se aprobaron una serie de medidas para proteger a los consumidores. Pero, como podemos comprobar, en nuestro entorno este asunto no forma parte del debate. Concretamente en Navarra, el gobierno de UPN continúa sin llevar a efecto la moción que presentó Izquierda-Ezkerra, y que fue aprobada por unanimidad, en la que se instaba al Gobierno de Navarra a lanzar un plan de prevención y lucha contra la pobreza energética. Pero, hoy día, quienes nos gobiernan están más preocupados por mantener su cuota de poder para las próximas elecciones que por solucionar los problemas de quienes dicen representar.

Por tanto, como en la mayor parte de los temas que afectan a la gente, somos la sociedad civil quienes hemos de tomar las riendas. Primero, para denunciar esta realidad, visibilizarla, y así sumar personas y conseguir la fuerza para exigir al gobierno que habilite soluciones. Y en eso estamos.

Este sábado, 28 de febrero, arrancaremos con una movilización en diversas ciudades del estado español, promovida por la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético (PxNME). Queremos recordar a quienes gobiernan que la pobreza energética se puede resolver, que solo hay que tener la decencia política de convertirse en representantes de la ciudadanía y garantizar los derechos básicos. Que esos márgenes exagerados de beneficios son una fórmula de abuso de poder propia de una dictadura. Debemos evidenciar la hipocresía de quienes dicen defender la democracia mientras aprietan el yugo de la exclusión sobre tanta gente.

Desde la ACA se quiere visibilizar con más fuerza este problema, y proponen un día europeo de lucha contra la pobreza energética. Han pensado en el 17 de febrero, fecha de la última gran ola de frío que asoló Europa en 1956. Dentro de unos años, no obstante, sería bonito recordar estas épocas de lucha como agua pasada. Que ya no hiciese falta un día contra la pobreza energética porque no existe el motivo. Pero solo lo conseguiremos si hacemos frente a esta realidad. Y tenemos que hacerle frente con todas nuestras fuerzas.

Los desahucios o los ERE son problemas visibles. Luchamos contra ellos y, si juntamos mucha gente, conseguimos apoyo político para revertirlos o por lo menos paliar algunas de sus consecuencias. En cualquier caso, la confrontación sirve. Pero hay otras circunstancias más íntimas, escondidas al escrutinio público. No movilizan porque no se lucha contra lo que no se ve. Una de estas realidades veladas es la pobreza energética, que según el Eurostar de 2012 alcanzaba a 54 millones de personas en la Unión Europea. En Navarra eran 50.000, según un estudio de la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA).

Se ha establecido una temperatura de 21ºC en el salón y 18ºC en el resto de estancias como adecuadas para la salud de las personas que habitan un hogar. Quien no puede llegar a estos guarismos es quien entra en pobreza energética. Lo cierto es que no es un problema reciente, pero sí es cierto que el salto al debate público es relativamente reciente. Quien lo sufre tiene difícil superar la vergüenza y admitir que no puede encender la luz o calentar la comida en su propia casa. Pero en los bancos de alimentos ya nadie quiere lentejas, por el coste altísimo de cocinarlas.