Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.
Lo peor del eco es que dice las mismas barbaridades (Benedetti)
Nunca he sido jugador de mus; pero si algo me desanimaba de dicho juego era que si alguna vez ganabas, el contrincante siempre pedía la revancha. Se producía así un sinfín de partidas abocadas al aburrimiento. Hasta cierto punto, ésa es la sensación que tengo ante la opción de que se puedan producir nuevas elecciones.
En plena era de la instantaneidad, de la fugacidad, de la caducidad, el proceso electoral que empezó en octubre del año pasado todavía no se ha cerrado. Incluso puede repetirse a partir del mes de junio. Se instala en el imaginario colectivo cierta sensación de prescindibilidad del gobierno; nada más lejos de la realidad. Las elecciones del 20D fueron una de las más motivadoras a tenor de su alta participación. Sin embargo, día a día, la ciudadanía se va desenchufando. La pregunta que nos hacemos la mayoría de los mortales es cómo es posible que no haya habido después de cinco meses una resolución en forma de un nuevo gobierno.
La respuesta no está en la voluntad ciudadana que dejó un complejo panorama. Tampoco, aunque algo tiene que ver, en la reglamentación tan holgada en tiempos del proceso de constitución del gobierno. A mi modo de ver, la respuesta a esta prolongación se debe principalmente a la dificultad de las personas y de sus organizaciones de adaptarse a los nuevos tiempos.
La capacidad de adaptación no se hace de la noche al día. Las organizaciones políticas, también las estructuras de influencia social, necesitan tiempo para ir adaptándose al nuevo escenario político. Durante décadas el sistema político español ha basculado sobre una serie de factores constantes tales como la hegemonía de un bipartidismo imperfecto apoyado por el nacionalismo; la partitocracia institucional o el excesivo peso de la representatividad versus la participación ciudadana. Al día de hoy, todo eso ha cambiado. Hay dos nuevos agentes políticos que han roto el bipartidismo y la influencia del nacionalismo; la ciudadanía reclama cambios políticos de raíz desde las movilizaciones del 15M; el nacionalismo apuesta por otros modelos territoriales. En definitiva, el 20 de Diciembre nos acostamos en un viejo sistema político y al día siguiente nos levantamos en otro.
Por mucho que volvamos a repetir el proceso electoral, las demandas ciudadanas sobre la nueva política serán la mismas que las de hoy. Algunos partidos subirán, otros bajaran; pero la voluntad ciudadana es la que es. Por ello, me gustaría que empezáramos a andar ya en esta nueva política. Como se suele hacer, caminando preguntando. Sin tener verdades absolutas pero iniciando una nueva etapa. Estamos en momentos álgidos de civilidad en torno a la política. El interés ciudadano ha aumentado en torno a la política. Con ello, la ciudadanía se ha empoderado siendo más crítica con sus representantes. Aprovechemos este canal social para desarrollar un nuevo tiempo político. No vaya a ser que aquellos jugadores malos de mus que constantemente piden la revancha; al final ganen por consunción del otro.
Nunca he sido jugador de mus; pero si algo me desanimaba de dicho juego era que si alguna vez ganabas, el contrincante siempre pedía la revancha. Se producía así un sinfín de partidas abocadas al aburrimiento. Hasta cierto punto, ésa es la sensación que tengo ante la opción de que se puedan producir nuevas elecciones.
En plena era de la instantaneidad, de la fugacidad, de la caducidad, el proceso electoral que empezó en octubre del año pasado todavía no se ha cerrado. Incluso puede repetirse a partir del mes de junio. Se instala en el imaginario colectivo cierta sensación de prescindibilidad del gobierno; nada más lejos de la realidad. Las elecciones del 20D fueron una de las más motivadoras a tenor de su alta participación. Sin embargo, día a día, la ciudadanía se va desenchufando. La pregunta que nos hacemos la mayoría de los mortales es cómo es posible que no haya habido después de cinco meses una resolución en forma de un nuevo gobierno.