Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.
En Sanfermines, las agresiones a los animales se ignoran
Un año más llegan a Pamplona las famosísimas fiestas de San Fermín, y con ellas, un acotado caos entre murallas, el chupinazo, internacional y densa humanidad, vino y bocata ajoarriero, cabezudos, música... y el trágico espectáculo de siempre: toreros que simularán jugarse la vida con mucho teatro y algunos trucos, y toros que serán convertidos en un amasijo de carne del que emanará sangre a borbotones entre ahogados bramidos de miedo, dolor y socorro. Todo esto mientras la mayoría come, canta y se divierte, dando la espalda al bochornoso espectáculo. Algunos duchos en la materia aplaudirán, pero la mayoría decidirá ignorar lo que sucede en la plaza, pues en Pamplona la afición es por la verdadera fiesta en su sentido más amplio y auténtico, no por ver matar a un animal.
Y es que si los toros supieran lo que conlleva huir despavoridos por la cuesta de Santo Domingo y la calle Estafeta, ni siquiera saldrían de los corralillos, que, dicho sea de paso, es bueno que todo el mundo sepa que para que salgan corriendo son pinchados justo al abrir las puertas con picanas que les propinan descargas eléctricas.
Los encierros son su corredor de la muerte. Y quien prefiera quedarse con la emoción y el disfrute estético de contemplar la belleza de estos imponentes y pesados rumiantes, es porque está tomando la vil decisión de ignorar su sufrimiento.
Pamplona ha demostrado ser referente en resolución social - que no judicial - contra las agresiones sexistas, pero sigue teniendo un problema inaplazable con la tradición. Las fiestas y costumbres de un pueblo evolucionan continuamente para adaptarse al presente y prepararse para el futuro. Y ahora por fin un alcalde pamplonica ha sido valiente. Joseba Asiron, quien precisamente no puede ser sospechoso de ser antitaurino, declara que se podría imaginar perfectamente unas fiestas sin corridas de toros. Pues no podría estar más de acuerdo, el momento ha llegado: hay que superar la tradición, para que las fiestas de San Fermín puedan seguir siendo tradicionales y a la vez ser ejemplo mundial de compromiso y adaptación al cambio, a una nueva sociedad que avanza en valores.
Y sabemos que no es fácil abrir este debate. Tampoco para quienes defendemos a los animales. Porque nos tocará aceptar que la cuestión ‘encierros sí, encierros no’ tendrá que posponerse para otro momento, por lo representativo que es para Pamplona, y porque ciertamente no existe aún un apoyo social suficiente que reconozca el sufrimiento del toro en el encierro. Sin embargo, no quedan dudas de la evidencia científica, interiorizada ya por la mayoría de la sociedad, de que el toro sufre el peor de los tormentos en la plaza, en manos de una sarta de banderilleros, toreros, picadores a caballo y finalmente, del matador.
A través de diversos caminos estratégicos, las corridas de toros en Canarias, Catalunya e Islas Baleares han sido suspendidas probablemente para siempre. El Tribunal Constitucional declaró que no es posible prohibir este tipo de tradiciones, así que los encierros y otros festejos taurinos están, de momento, protegidos por la Constitución. No así las corridas, pues el Alto Tribunal animó a las autoridades competentes a regular estos espectáculos para proteger los intereses de los animales y participantes.
Si Pamplona quiere demostrar amor de verdad por sus toros y encierros, ganaría en credibilidad si optara por eliminar la tortura y muerte de sus símbolos de manto negro y blancas astas, embajadores del espíritu de San Fermín.
*Aïda Gascón Bosch es directora en España de AnimaNaturalis Internacional
Un año más llegan a Pamplona las famosísimas fiestas de San Fermín, y con ellas, un acotado caos entre murallas, el chupinazo, internacional y densa humanidad, vino y bocata ajoarriero, cabezudos, música... y el trágico espectáculo de siempre: toreros que simularán jugarse la vida con mucho teatro y algunos trucos, y toros que serán convertidos en un amasijo de carne del que emanará sangre a borbotones entre ahogados bramidos de miedo, dolor y socorro. Todo esto mientras la mayoría come, canta y se divierte, dando la espalda al bochornoso espectáculo. Algunos duchos en la materia aplaudirán, pero la mayoría decidirá ignorar lo que sucede en la plaza, pues en Pamplona la afición es por la verdadera fiesta en su sentido más amplio y auténtico, no por ver matar a un animal.
Y es que si los toros supieran lo que conlleva huir despavoridos por la cuesta de Santo Domingo y la calle Estafeta, ni siquiera saldrían de los corralillos, que, dicho sea de paso, es bueno que todo el mundo sepa que para que salgan corriendo son pinchados justo al abrir las puertas con picanas que les propinan descargas eléctricas.