Una escultura romana de bronce que se creía desaparecida regresa a Pamplona un siglo después
Encontrada de manera fortuita durante el transcurso de unas obras en una calle de Pamplona en 1895, se le perdió el rastro a comienzos del siglo XX; En 2015 fue identificada por un historiador y su dueño la ha cedido al Museo de Navarra durante dos años
Ha pasado más de un siglo desde que en 1895, el el transcurso de unas obras en la calle Navarrería de Pamplona apareciera, de manera fortuita y partida en tres fragmentos aplastados bajo una losa a varios metros de profundidad, una escultura de bronce romana del siglo II a la que se le perdió el rastro poco después. Tras estar desaparecida durante más de 100 años, de nuevo la fortuna quiso que su actual propietario se pusiera en contacto en 2018 con las autoridades navarras tras leer un artículo en una revista de Historia en el que se la identificaba. Finamente ha sido cedida por un plazo de dos años al Museo de Navarra para su “estudio y exhibición”.
Han sido un cúmulo de casualidades las que han permitido que, tras estar desaparecida durante más de un siglo, la pieza, casi única en la península Ibérica -tan solo existe otra estatua togada, que se encuentra en el Museo de Granada- haya podido ser redescubierta. La primera de ellas, en el momento de su hallazgo. Al no existir todavía la Ley de Patrimonio, la legislación de la época otorgaba la propiedad de la pieza a su descubridor, en este caso el constructor José Aramburu y Elizaga, quien decidió cederla “temporalmente” a la Comisión Provincial de Monumentos de Navarra. “… Una estatua de bronce de tamaño natural, sin cabeza, muy deteriorada y rota en su mayor parte”, detalla el Boletín de la Comisión de Monumentos en 1895.
Fue durante ese tiempo que estuvo en estudio, que también se aprovechó para reparar la escultura, cuando el historiador Julio Altadill le sacó una fotografía, la única documentada hasta el año 2015 y que ha resultado ser fundamental para su redescubrimiento y localización.
En 1906 su dueño reclamó de nuevo la obra, perdiéndosele así la pista al no poder ser rastreada. Hasta el 2015. En ese año, el director del Museo de Alicante, Manuel Olcina Doménech, acudió a un congreso en Alen (Alemania) para dar una ponencia sobre bronces romanos hallados en la antigua Hispania. En su presentación mostró la imagen de Julio Altadill para referirse al Togado “perdido” de Pompelo. Se dio la circunstancia de que en la sala, entre el público, se encontraba la historiadora Carol C. Mattusch, quien años atrás, en 1996 la había visto en una exposición en Estados Unidos, la identificó. Olcina Doménech alertó a las autoridades navarras y dio publicidad a su descubrimiento, pero no se pudieron obtener datos sobre la localización y propiedad de la pieza, entre otros motivos porque estaba mal catalogada.
Ahora se sabe que en 1906 el constructor José Aramburu y Elizaga la vendió en el mercado de antigüedades y, con casi toda seguridad fue a parar a Francia, donde permaneció hasta que en 1985 fue adquirida por el millonario J. W. Kluge y trasladada a Nueva York, siendo allí catalogada como una pieza romana de la Galia.
Pero de nuevo la fortuna ayudó a que la escultura retornara a Pamplona. En 2018, los investigadores expertos en escultura romana Luis Romero (de la Universidad de Navarra) y Rubén Montoya (de la Universidad de Leicester) escribieron un artículo sobre el redescubrimiento del togado de bronce titulado “A rediscovered Togatus from Pompelo”, publicado en 'Cuadernos de Arqueología de la Universidad de Navarra', a raíz de la identificación de la historiadora Carol C. Mattusch. Sin saber todavía cómo, el texto llegó a manos del actual propietario de la pieza, quien contactó a través de una persona intermediaria con Luis Romero, con el fin de recabar más información sobre el Togado de Pompelo.
Tras ese contacto, se dio aviso al Servicio de Museos del Gobierno de Navarra, unidad que comenzó de inmediato un trabajo con la propiedad, continuado durante más de tres años debido a que la situación de pandemia obligó a aplazar varias veces el cierre de las negociaciones, para conseguir la llegada del Togado a su lugar de origen mediante un préstamo de dos años.
“Una pieza de gran excepcionalidad en el contexto europeo”
La escultura, de 127 centímetros de altura, muestra a un personaje masculino que porta la toga, una prenda distintiva de los ciudadanos romanos, que era símbolo de prestigio y clase social. Carece de cabeza porque en esta época era habitual que las estatuas se realizaran con bustos “intercambiables” entre esculturas. “Seguramente representa a una autoridad civil de la ciudad de Pompelo y estaría colocada en un espacio público”, apuntan desde el Museo de Navarra, que destacan que “se trata de la segunda estatua togada en bronce completa conocida de la península Ibérica”.
En un primer momento, Julio Altadill, autor de la primera fotografía que se conoce, la identificó erróneamente con una representación de la diosa Ceres por el objeto que porta en su mano derecha, que pensó que eran espigas de trigo -diosa de la agricultura y las cosechas-. Pero ya en 1965 Juan Carlos Elorza lo definió como un togado de época Flavia. Luis Romero y Rubén Montoya lo situaron en su estudio cronológicamente en la segunda mitad del siglo II d.C.
Se trata de una escultura de “gran excepcionalidad”, destacan los arqueólogos y comisarios de la muestra en el Museo de Navarra, Jesús Sesma Sesma y Luis Romero Novella, por ser esculturas de este tipo, “de gran tamaño”, “escasísimas” en Europa. Debido al elevado coste del material y al hecho de ser piezas de gran relevancia en su momento histórico, no fueron tan numerosas en la antigüedad romana como otros togados realizados en otros materiales, especialmente mármol, lo que las convierte en ejemplares poco numerosos ya en origen.
“Por otro lado, la mayoría de estas estatuas de bronce eran fundidas, sobre todo en momentos de guerra, para fabricar armas o acuñar moneda. Este es ya un motivo para definirla como una pieza de gran excepcionalidad, incluso en el contexto europeo”, destacan.
Durante los próximos meses, el Gobierno de Navarra, a través de la Dirección General de Cultura – Institución Príncipe de Viana tiene previsto realizar diferentes estudios, como una fotogrametría 3D o un análisis de las piezas y sus materiales para conocer cuáles son originales y cuáles fueron añadidos posteriormente y tratar de identificar al hombre representado.