Entrevista Director ejecutivo de Unicef España

José María Vera: “Estamos en uno de los momentos más críticos para la infancia de las últimas décadas”

Se cumple un año del inicio de la guerra en Ucrania, un conflicto que ha dejado a más de 8 millones de personas refugiadas, en su gran mayoría mujeres y niños. Unicef ha ofrecido ayuda humanitaria en el país desde el inicio del conflicto, llegando a 224.000 hogares y prestando asistencia sanitaria o educativa a más de 5 millones de menores. Su presidente ejecutivo en España, José María Vera habla de un conflicto que ha supuesto “un auténtico” horror para la infancia, que ya arrastraba los problemas generados por la pandemia de COVID-19. Alerta además de que Ucrania, sumado al resto de conflictos internacionales o catástrofes naturales como los recientes terremotos de Turquía y Siria, están provocando que se atraviese uno de los momentos “más críticos” para la infancia de la historia reciente.

Se cumple un año de la guerra en Ucrania. Las cifras muestran que hay más de 8 millones de personas refugiadas y 18 millones que han necesitado ayuda humanitaria. ¿Cómo ha afectado a los niños y niñas?

En las últimas décadas se está viendo que las guerras afectan cada vez más a la población civil y, dentro de la población civil, por su vulnerabilidad, afectan más a la infancia. En el caso de Ucrania es un año de auténtico terror para la infancia, hay registrados casi 500 niños y niñas asesinados y más de 900 heridos, pero prácticamente para toda la infancia del país ha sido un año de auténtico horror por la situación de violencia que se ha desatado y que sigue durante estos 12 meses. Supone una rotura con sus sistemas, con sus espacios seguros, su casa o la escuela. Más de dos tercios de la población infantil ucraniana no está en su casa actualmente, está o fuera del país o desplazada en otra zona de Ucrania que no es la suya.

¿Son los mayores perjudicados de una guerra?

Sí, porque es un impacto a largo plazo, para toda la vida si no se toman medidas en el lado físico, en el de la seguridad, la protección, en su derecho a la salud o la alimentación. Pero el impacto que tiene sobre su educación y sobre su salud mental es un impacto que si no se actúa con determinación, puede durar para toda la vida. La vulnerabilidad hace que sea el grupo que sufre más y la proyección de ese impacto en su vida puede ser mucho más determinante por la edad temprana en la que tiene lugar.

¿En qué consiste la labor de Unicef en Ucrania?

Es una labor integral en el sentido de garantizar los derechos que cada niño tiene, y que va desde disponer de agua, saneamiento higiene, hasta la sanidad o la educación. Hay que rehabilitar las infraestructuras de agua que han sido dañadas, los más de 800 centros sanitarios que se han visto afectados por los bombardeos y también el sistema educativo. Casi tres millones de niños han sido destinatarios de los programas en los que Unicef, con las organizaciones aliadas y las municipalidades, ha estado estableciendo. Hay que tener en cuenta que son chicos y chicas que ya venían de dos años de una educación de calidad baja por culpa de la pandemia y la guerra ha supuesto otro duro golpe para su formación. También estamos apoyando económicamente a las familias, hay un 80% de niños y niñas ucranianas que viven en pobreza, y trabajando en la salud mental de los menores.

Los mayores afectados por una guerra son los niños, puede generar en ellos un impacto para toda la vida si no se toman medidas

También se ha incidido en la salud mental de los menores.

Sí, estamos hablando de un millón y medio de niños y niñas con una situación de salud mental severa: angustia, depresión, trauma de violencia y desarraigo, etc. Es algo que se ha ido metiendo en las respuestas humanitarias en los últimos años y desde el primer momento ya hay equipos que trabajan con las organizaciones sociales para crear espacios seguros donde el menor pueda sentirse seguro y pueda hablar y se detecten las situaciones con anticipación y se pueda incidir rápido sobre esos traumas que lógicamente surgen por la situación. En esto incide todo lo demás, es muy difícil un gran impacto sobre la salud mental si no se recupera el espacio educativo, si el sistema sanitario no funciona o si no hay seguridad económica y protección social.

Esta guerra ha despertado una ola de solidaridad en Occidente mucho mayor a la que hubo en conflictos anteriores como el de Siria, Yemen o el Congo. ¿Se debe a que la vemos como una guerra más cercana y que nos afecta de manera directa?

Sí, no hay otra explicación. Es una solidaridad absolutamente positiva, pero claramente es porque está más cerca. El interés político viene del impacto geopolítico y el interés humano y la solidaridad por esa cercanía. Desde Unicef siempre hablamos de la necesidad de financiación flexible que tenemos con 435.000 socios en España y que permite responder en el caso de Ucrania desde el primer momento, pero también en República Centroafricana, en Sudán del Sur, en Siria, en conflictos que han en la opinión pública pero que caen en el olvido, pero en los que sigue habiendo unas grandes necesidades para la infancia.

¿La guerra de Ucrania ha provocado que se deje un poco de lado la atención en otros países? ¿O que la gente se haya olvidado de ellos?

Pero no por Ucrania. Hay un ciclo de opinión y los conflictos quedan olvidados siempre, aunque no haya Ucrania. Para mí el ejemplo más sangrante de estos últimos meses está siendo la crisis de desnutrición severa en el Cuerno de África y algunas zonas del Sahel, partes de Somalia, Etiopía e incluso Kenia donde ya está habiendo hambrunas. Llevamos tiempo lanzando alarmas, si no se actúa con determinación ahora, que es cuando todavía se puede actuar, nos podemos ver en una situación sin precedente en décadas anteriores. Los llamamientos que hacemos las agencias humanitarias para una crisis como esta se quedan al 15 o 20%. Es una situación dramática que intentamos levantar, pero que no conseguimos darle la vuelta a la agenda pública para que recoja estas situaciones con la crudeza que tiene. Ahí tenemos un gran reto.

¿Ha frenado la lucha contra la pobreza infantil en el resto del mundo?

De nuevo la causa no es la guerra de Ucrania, pero el impacto de la pandemia sumado al impacto del cambio climático y el enquistamiento de algunos conflictos hace que por primera vez en décadas estemos viendo un retroceso en los indicadores de infancia: pobreza, mortalidad infantil en menores de cinco años, acceso a educación, vacunación… en todos ellos hemos vivido, en la inmensa mayoría de países un retroceso en estos últimos tres años.

La guerra de Ucrania ha generado una mayor solidaridad que otros conflictos porque la tenemos más cerca

En el último año ha comenzado una guerra en Europa y recientemente se ha registrado uno de los terremotos más catastróficos de los últimos años en Turquía y Siria. ¿Atraviesa la infancia una sus épocas más críticas?

Si hacemos una mirada histórica, no, porque ha habido muchos avances, pero si comparamos con estas últimas décadas, estamos en uno de los momentos más críticos para la infancia por la combinación de las varias crisis que se concentran. Si vives en una zona de Mali o de Burkina Faso donde el conflicto se va incrementando, la desertificación avanza, la sequía se vuelve crónica y cuando tienes lluvias, son torrenciales y generan inundaciones, y encima el precio de los alimentos se ha multiplicado por dos, sí, es el momento más crítico de las últimas décadas.

En España la pandemia y la subida de precios de los alimentos y la energía ha provocado un aumento de la pobreza, también la infantil. ¿Le preocupa?

Sí. En España Unicef no interviene de forma directa en materia de provisión de servicios, es una responsabilidad que está asignada al Estado, que tiene las capacidades suficientes, pero eso no quiere decir que no lo asumamos como una responsabilidad en cuanto a realizar estudios y análisis y proponer cambios. Es una actuación menos interventora y más facilitadora, de poder influir en que se den cambios positivos.

¿Y qué cambios hacen falta?

Tienes que haber una mejor protección social, España apenas reduce la pobreza infantil, lo hace unos seis puntos entre antes de las transferencias sociales y después, cuando hay países en Europa que las reducen 15 y hasta 20 puntos. La medida principal necesaria es el choque de una protección social a las familias con hijos mucho más significativa.