Los socialistas navarros echan un pulso a la historia para formar un gobierno de progreso

El agostazo ha sido un recuerdo constante en la campaña electoral navarra: los políticos rivales, de Uxue Barkos a Bakartxo Ruiz, pasando por Mikel Buil y Marisa de Simón, dudaban de la capacidad de la socialista María Chivite de hacer cumplir su palabra y cerrar la posibilidad de un pacto con la derecha agrupada en torno a Navarra Suma.

El agostazo de 2007 supuso la desautorización del PSN por parte de la dirección nacional del partido -en manos de José Luis Rodríguez Zapatero y José Blanco-, quienes censuraron un acuerdo deseado por su delegación navarra con Nafarroa Bai e IU. La cuestión de Estado se reveló fundamental, y los socialistas no se atrevieron a dar entrada a las instituciones navarras al nacionalismo vasco ante la campaña de la derecha que les acusaba de “vender” la Comunidad foral. El gran beneficiado de aquel esperpento fue Miguel Sanz (UPN), que logró la presidencia de la Comunidad foral por omisión de los socialistas.

Fernando Puras, el candidato de entonces, hizo todo lo posible por sacar adelante un pacto, pero tuvo que darlo por imposible tras ser vetado hasta en dos ocasiones por Ferraz. El candidato dejó la política, y el PSN inició una travesía por el desierto que le llevó a las cotas más bajas de apoyo del electorado en su historia.

Y es que la evolución histórica del PSN siempre ha basculado en función de las relaciones que ha mantenido con el nacionalismo vasco, o el vasquismo navarro quizá, y la derecha. Constituido en junio de 1982 como una escisión del Partido Socialista de Euskadi, el PSN ha gobernado navarra en tres ocasiones: con Gabriel Urralburu entre 1984 y 1991 en solitario; en 1995 y 1996, con Javier Otano gracias al pacto con el CDN -la escisión de UPN capitaneada por Juan Cruz Alli- y Eusko Alkartasuna; y en 2011 y 2012 con Roberto Jiménez como vicepresidente de Yolanda Barcina (UPN), hasta que la presidenta lo echó con cajas destempladas del Ejecutivo y, tampoco esa vez, el PSN se atrevió con una moción de censura contra los regionalistas.

Tuvo que surgir Podemos, el partido revelación tanto en 2015 como el domingo pasado -hace cuatro años para bien y hace 7 días para mal, pues pasó de 7 parlamentarios a 2 y su debacle le señala como el eslabón débil del cuatripartito- para que un gobierno de fuerzas de izquierdas y nacionalistas arrebataran finalmente el poder a UPN. El PSN se quedó fuera del cuatripartito de Uxue Barkos.

7 días después del 26M

Una semana después de las elecciones, que salieron como tenían que salir para el PSN, adelantando a Geroa Bai como segunda fuerza política en Navarra y sin que al cuatripartito en funciones (Geroa Bai, Podemos, EH Bildu e I-E) tuviese posibilidad matemática de revalidar su mayoría: lograron 19 representantes. Los socialistas no solo son imprescindibles para evitar que gobierne Navarra Suma, sino que además las urnas los colocan como referencia del futuro gobierno.

María Chivite no se ha achicado ante las presiones que le llegan de uno y otro lado: Javier Esparza recibió una sonora calabaza de boca de la candidata socialista, que dijo al de Navarra Suma que la única opción que tiene de gobernar Navarra es lograr el apoyo de EH Bildu. Tampoco le han afectado, por el momento, las presiones del PP y Ciudadanos a escala nacional, que la acusan de querer “vender” Navarra al PNV.

Existen dos diferencias fundamentales que alejan al PSN de su pasado: el carácter firme de María Chivite, que no está dispuesta a dejarse arredrar por sus rivales, y la conexión navarra en la Ejecutiva socialista federal: Santos Cerdán, que tiene la intención y la posibilidad de influir sobre Pedro Sánchez a la hora de vender el gobierno progresista de Navarra con la ayuda del nacionalismo moderado. El hecho de que la coalición Navarra Suma agrupe junto a UPN a los dos rivales políticos por antonomasia del presidente del Ejecutivo español -PP y Ciudadanos- tampoco ayuda decantar la balanza hacia ese lado: María Chivite no quiere pactar con la derecha, y a diferencia de sus antecesores, cuenta con el respaldo de la dirección federal del PSOE para explorar nuevas vías de acuerdo. Un pacto a la vasca, con los socialistas y un Geroa Bai como vía central de la política navarra. La idea exige un gran sacrificio para los nacionalistas, el de su principal activo político: Uxue Barkos, que ya ha anunciado que trabajará por ese pacto, pero que no formará parte de un hipotético gobierno de María Chivite.

Sin embargo, no todo será tan fácil. La ronda de contactos que iniciará la semana que viene el PSN servirá, si todo se conduce como debe, para que Geroa Bai les dé su apoyo si acceden a formar un gobierno de coalición, para que Uxue Barkos se eche a un lado deje hacer, y para que unos malheridos Podemos e Izquierda-Ezkerra presten su apoyo desde una posición negociadora débil. Pero eso no basta.

Los 11 parlamentarios socialistas, más los 9 de Geroa Bai, los dos de Podemos y la parlamentaria de Izquierda-Ezkerra suman 23. Suficientes para superar a la coalición de derechas Navarra Suma, pero no para llegar a los 26 que dan la gobernabilidad en un Parlamento de 50. Y ahí aparece con fuerza EH Bildu, que cuenta con 7 asientos definitivos en la Cámara navarra.

Y es un problema de difícil, y probablemente larga, solución. El órdago de María Chivite alcanza los dos extremos del arco político: no hará presidente a Javier Esparza, tampoco por omisión, y no pactará nada con EH Bildu. Su apuesta presiona a los de Bakartxo Ruiz, que son un partido “de palabra” que deberá decidir si apoyar, o al menos abstenerse en la investidura de la socialista, o dar el Gobierno de Navarra a las derechas.

Naturalmente, y como ya advertía ayer en este periódico el alcalde de Alsasua, Javier Ollo (Geroa Bai), “ningún partido entrega su voto a cambio de nada”. Esa realidad, para Navarra Suma supone que el futuro gobierno de María Chivite nacerá, si nace, con la necesidad constante de contentar, o al menos de no hacer enfadar demasiado, a la izquierda abertzale. Un difícil equilibrio de fuerzas que tendrá su primera piedra de toque el próximo 15 de junio, con la constitución de los ayuntamientos. Aunque el de Pamplona “está muy difícil”, como ya advirtió María Chivite en una entrevista en este periódico y los resultados confirmaron: Enrique Maya (Navarra Suma) quedó al borde de la mayoría absoluta, y solo un acuerdo de socialistas y EH Bildu podría impedir que fuera el nuevo alcalde. El PSN cumplirá su veto de no pactar con la izquierda abertzale, y Joseba Asiron ya ha confirmado, tras amagar con lo contrario, que no utilizará sus 7 concejales para aupar a la tercera fuerza política en el Ayuntamiento, la socialista Maite Esporrín. Pero el mundo no se acaba en Pamplona, y otros ayuntamientos como Tafalla, Burlada, Barañain o Estella serán el campo de juego en el que se decidirán las mayorías que conformen el futuro Gobierno de Navarra.