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Las quince horas que precisó la gestión de la primera PCR positiva en COVID-19 en Navarra

Fue el 29 de febrero de 2020 a las 12:30 horas. Mikel Gómez Agúndez y Carmen Martín Salas observaron en una pantalla la curva en forma de ‘s’ que indicaba el primer resultado positivo en COVID-19 en Navarra. “No nos lo creíamos, nos quedamos impactados”, rememoran dos años después el técnico de laboratorio y la adjunta en microbiología, encargados de gestionar la prueba realizada a una mujer de 39 años ingresada en UCI. Su caso respondió a una coinfección con gripe y fue una de las primeras personas jóvenes sin patologías previas ingresadas por COVID-19 en España. Ese sábado pasó a la historia y es recordado como “el famoso día” en la primera planta del pabellón L del Hospital Universitario de Navarra, donde se encuentra el servicio de Microbiología del Servicio Navarro de Salud -Osasunbidea-. Es allí, precisamente, donde se guarda congelada a menos 80 grados centígrados la alícuota de la primera muestra positiva en Sars-Cov-2 en la comunidad foral.

La jornada laboral para Gómez Agúndez duró entonces 15 horas. Salió de trabajar a la 1:30 del 1 de marzo después de haber entrado a las 9:00 bajo el aviso de un caso sospechoso en Sars-Cov-2 a analizar. Sabía cómo hacerlo porque a principios de febrero los especialistas habían sido instruidos por la farmacéutica Roche sobre cómo usar el reactivo específico lanzado para detectar el coronavirus. Según explica el técnico de laboratorio, realizar una prueba PCR le lleva normalmente unos 20 minutos, pero en esta ocasión demoró casi dos horas.

Con la escasa información que se disponía entonces, se vistió con un Equipo de Protección Integral -EPI- para gestionar escrupulosamente un proceso sujeto a los más estrictos protocolos previstos para casos como el ébola. La orden la dio la jefa del servicio, Carmen Ezpeleta: “Mandé un correo pidiendo tomar todas las precauciones, porque no sabíamos qué pasaba y si te ibas a morir con este bicho o no”, recuerda.

Cuando la microbióloga Martín Salas interpretó el resultado en la pantalla llamó a la doctora Ezpeleta. “No tenemos ninguna duda de que esto es positivo”, le dijo. Repitieron la técnica con más genes para confirmar el resultado y por la tarde practicaron las pruebas PCR y también su confirmación a los contactos estrechos de la mujer ingresada. Un bebé y su acompañante, que también dio positivo. Después tuvieron que preparar las muestras para enviarlas a Madrid.

Según reconoce la microbióloga, pudieron afrontar estos primeros casos en un momento en el que no todos los hospitales de España tenían capacidad para hacerlo. En su caso concreto, dispusieron del equipo Cobas 4800 que les cedió el servicio de Anatomía Patológica y también del reactivo específico que permitía detectar el coronavirus. Asegura incluso que ni siquiera habría hecho falta enviar la muestra al Centro Nacional de Microbiología de Majadahonda para su confirmación, como entonces se hacía. “No todos los hospitales disponían de una técnica de PCR para el coronavirus. Había hospitales que su manera de actuar era mandar las muestras a Majadahonda. Las posibilidades que nosotros tuvimos, la técnica de Roche, no las tuvieron todos los hospitales. En ese sentido creo que somos un servicio privilegiado”, señala.

En estos dos años de pandemia, la jefa del servicio recuerda que los momentos más duros se vivieron en la primera ola, cuando llegaban a acumularse hasta 4.000 muestras diarias y no había posibilidad de realizar PCR por falta de reactivos y equipos en el mercado. “Pasaba mañana, tarde y noche llamando por teléfono a las casas para conseguirlos. Al principio fue tremendo y volvíamos a trabajar cada día a las 6:30 horas”, rememora Ezpeleta. De hecho, en aquellos primeros momentos, señala, tenían capacidad para gestionar tres o cuatro muestras diarias.

Dos años después, con una decena de equipos especializados y una plantilla reforzada que trabaja en tres turnos de mañana, tarde y noche, el servicio de Microbiología lidera la tasa de pruebas realizadas por cada 100.000 habitantes en España. Han llegado a practicar incluso 5.000 pruebas en un solo día, o lo que es lo mismo: tres PCR por minuto. “El laboratorio está fenomenal. Ahora mismo no hay ningún problema. Nos ha ido bien, pero hemos tenido que pelear un montón”, señala.

Para llegar a este punto ha hecho falta duplicar también los recursos en plantilla. Según indica Gómez Agúndez, antes de la pandemia trabajaban dos técnicos de laboratorio habitualmente, lo que era reforzado con un tercero en la temporada de la gripe. Desde que irrumpió la pandemia, el servicio se emplea las 24 horas al día en tres turnos, llegando a contar con entre tres o incluso cinco técnicos en cada uno durante los picos de contagios. En los momentos más difíciles agradecieron la implicación de otros compañeros que se ofrecieron desde otros servicios. “Cuando la coordinadora del laboratorio organizó con Ezpeleta los tres turnos para mí hubo una respuesta espectacular, porque enseguida hubo gente que vino e hizo el turno de tarde, también de otros servicios. Todo el mundo se ofreció”, relata Martín Salas. La misma respuesta obtuvieron por parte de microbiólogos que por su edad habían dejado de hacer guardias y comenzaron a hacerlas de nuevo para cubrir, además de la habitual, la guardia excepcional dedicada exclusivamente a la COVID-19.

Ezpeleta veía venir lo que después ocurrió. No así Gómez Agúndez o Martín Salas, que no esperaba la rapidez con la que se extendió el coronavirus: “Todos los días hacíamos una reunión a las 14:30 horas y la doctora Ezpeleta nos exponía la situación que había en China y los casos nuevos registrados. Yo sí que sabía que podía llegar el virus a nuestro país, pero no me imaginaba que tan rápidamente lo íbamos a tener en Navarra”, reconoce.

Además de realizar gestionar las pruebas PCR, el servicio de Microbiología también secuencia muestras positivas para vigilar la aparición de nuevas variantes. Por Navarra han pasado ya 109 genotipos de coronavirus diferentes, con el predominio de las más conocidas como alfa, delta u ómicron. Ha sido en esa labor diaria como encontraron entre mayo y junio de 2021 una variante navarra bautizada como ‘carriquiri’, que afectó a casi 200 personas en Pamplona y cuya particularidad fue presentar una mutación asociada a la resistencia a las vacunas. Finalmente, delta arrasó con esta variante ‘foral’ que, detalla Ezpeleta, tuvo su origen en un taller mecánico de la capital navarra.

elDiario.es/Navarra

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