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Opinión - ¿Misiles para qué? Por José Enrique de Ayala

entrevista Geoffroy Huard, historiador e investigador

La represión LGTBI en el franquismo: “Buscaban si eran ‘invertidos’ en el vecindario, en empresas y en la familia”

El peor enemigo a la hora de reconstruir la memoria es el tiempo. Pero cuando se habla de un colectivo invisibilizado, perseguido y estigmatizado durante el franquismo como es el de personas gais, lesbianas o transexuales hay no pocas dificultades añadidas. Así lo reconoce Geoffroy Huard (París, 1982), historiador y profesor universitario en CY Cergy Paris Université a quien el Gobierno de Navarra ha encargado un informe sobre la represión del colectivo LGTBI en la comunidad foral durante los años de la dictadura y la Transición. Entre las trabas que ha encontrado se hallan no solo la avanzada edad de quienes la han sufrido en sus propias carnes, también el portazo para acceder a las fuentes policiales y judiciales que recogen los informes más valiosos sobre la cuestión. El documento será público en próximas fechas en la página web del Instituto Navarro de la Memoria y se publicará en formato libro. El historiador, especializado en la materia, ya ha documentado esta realidad en ciudades como Bilbao, Barcelona y Madrid, y ha publicado títulos como 'Los invertidos. Verdad, justicia y reparación para gais y transexuales bajo la dictadura franquista' o 'Los gais durante el franquismo'. Ahora, con este último informe abre la puerta a otros investigadores al documentar por primera vez la represión sufrida en una comunidad pequeña, con menor población y marcada por el peso de la religión y lo rural que, asegura, para el colectivo fue “difícil de superar”.

¿Cómo aborda esta investigación sobre la represión franquista a un colectivo de por sí invisibilizado?

Recurro a dos fuentes principales. Primero, entrevistas con personas represaliadas por su orientación sexual durante la dictadura. Contactar con ellas es bastante complicado, por eso lo he hecho a través de las asociaciones LGTBI que hay aquí en Pamplona. Lo que pasa es que la mayoría de ellas tiene hoy 60 años. No son personas muy mayores. Y luego están las fuentes policiales. Son las más importantes porque se condenaba la homosexualidad durante la dictadura. Quise ver si había documentación en Navarra de personas condenadas en los fondos de la Ley de Vagos y Maleantes, entre 1954 y 1970, y de la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, entre 1970 y 1978. Pero ocurre que la documentación no está en Navarra, está en Zaragoza. Es muy difícil consultarla porque, de hecho, me denegaron el acceso. Así que he ido buscando en otros archivos del Estado si había casos de personas de Navarra condenadas, por ejemplo, en Bilbao, en Madrid o en Barcelona. La razón es que, durante la dictadura, cuando uno no podía vivir su sexualidad o era una persona muy afeminada, frente al rechazo, se iba otras ciudades un poco más acogedoras. Después, he recurrido a la prensa y a los archivos eclesiásticos.

¿Qué dificultades presentan las fuentes judiciales y por qué no ha podido acceder en el caso de Zaragoza?

He hablado con la jueza titular porque los documentos no están en el Archivo Histórico Provincial, no depende del Archivo. Ese es el problema. Los documentos están durmiendo en el sótano del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria de Zaragoza. He hablado con la jueza, pero me ha denegado el acceso por, dice, motivos de intimidad. He tratado de hablar con Memoria Democrática y también con el Ministerio de Justicia. Se supone que esta documentación se puede consultar. Ahora la cuestión está en trámite. Esperemos que los documentos se abran y se puedan consultar en unos meses, porque legalmente se puede acceder en todo el Estado. Hay una especie de bloqueo institucional en Zaragoza. No sé si es un motivo personal de la jueza. Tras unos argumentos jurídicos, hay un bloqueo o falta de voluntad. O al menos una falta de interés. Si esos documentos se abren, yo volvería a Zaragoza y trataría de añadir otro capítulo al informe. Esto sería importante, por lo menos para ver qué es lo que se hacía aquí, porque tengo algunos datos gracias a las entrevistas. Pero algo más debe de haber.

¿Qué datos de especial relevancia aportan estos documentos y en qué pueden completar a las entrevistas?

Las fuentes judiciales en general incluyen muchísimos informes, desde la detención hasta la condena. Hablamos de informes en comisaría, informes ante el juez o informes médicos, que tiene prácticamente toda la biografía de la persona detenida. Hay muchísima información sobre dónde nace, qué hace, cómo, por qué y sus prácticas sexuales también. Por lo tanto, eso me permite reconstruir toda esta historia invisibilizada. Con las entrevistas, aunque son las mismas informaciones, sucede que eso pasa por el filtro del tiempo. Las personas muchas veces me cuentan su historia pero con el filtro de hoy, año 2021. Es una historia más general, no dan tantos detalles como las fuentes judiciales.

¿Cuántas personas ha logrado entrevistar aquí?

He podido entrevistar a diez personas, aproximadamente. Pero todavía faltan, porque había muchas que no querían hablar, bien por miedo o bien porque consideraban que su vida no tenía interés. La intención es ampliar las entrevistas. He propuesto grabarlas y hacer un listado para la memoria democrática. Me parece fundamental.

¿Cómo ha llegado a estas personas? ¿Ha tenido que tirar mucho del hilo?

He llegado gracias a las asociaciones LGTBI. Ellos me abrieron sus libretas de contactos y pude hablar con ellas directamente o, incluso, con algunos miembros de las asociaciones que querían estar presentes. La dificultad es que al principio nadie te conoce. Te quieren conocer primero y luego va funcionando la entrevista. Después esa persona habla con sus amigas o amigos y te pasan otro contacto. Poquito a poco he ido tirando del hilo.

¿Más hombres que mujeres?

Más hombres, efectivamente. He hablado también con mujeres, con personas transexuales, pero sobre todo hombres. Es un trabajo a contrarreloj porque los más mayores van muriendo. Las personas que yo he entrevistado tienen entre 60 y 70 años. Hay otra persona que quería entrevistar, pero tiene 98 años y ha sido prácticamente imposible porque estaba en el hospital.

Ligaban sobre todo en lugares públicos, como el Parque de la Taconera. También los urinarios de la Plaza del Castillo o el cementerio

¿Qué le han contado? ¿Vivieron la represión en primera persona?

Me han contado su testimonio personal, pero esas personas nunca han sido detenidas o condenadas. Me comentan cómo vivían ellas y también sus amistades, o a lo mejor un hermano o un amigo podía haber sido condenado. Relatan primero la invisibilidad durante la dictadura. Eso es un elemento fundamental. Las dificultades para saber qué es lo que les pasaba. Ahora hablamos de cultura LGTBI, pero en aquella época uno se sentía un poco solo. Pensaba que, a lo mejor, lo que le pasaba solamente le ocurría a él. Esto pasa por el filtro de los discursos. Se piensa que es una enfermedad o que es una rareza.

Me han contado todos estos detalles y también cómo ligaban. Ligaban sobre todo en lugares públicos, como el Parque de la Taconera de Pamplona. De esta manera, si no conocían el domicilio de la otra persona, no podían hacer chantajes. Por eso tenían relaciones sexuales en sitios públicos. También los urinarios de la Plaza del Castillo o el cementerio. Hoy en día parece curioso, pero en aquella época eran los lugares ‘neutros’ que evitaban el chantaje y, por lo tanto, uno podía realizar el acto sexual.

Pero estaban también mucho más expuestos

Más expuestos de alguna forma, porque buscaban un sitio sobre todo por la noche, en la oscuridad. Era toda una serie de estrategias para evitar la detención y luego la condena.

Hubo un sesgo clasista. Se condenaban principalmente a los homosexuales de las clases humildes

¿Cómo se producía la detención y en qué consistió la represión?

En general, solía ser una detención por ser sorprendidos in fraganti. Pasaba la Policía por algún lado y veía a dos hombres que podían estar manteniendo una relación sexual y entonces intervenía. Eso pasó mucho. También ocurría en lugares privados, en fiestas o pisos privados. O por una denuncia de un vecino o de una vecina.

Una vez producida la detención, había muchos informes. Primero de la Policía. Luego la Policía trataba de buscar los antecedentes de esa persona, ver si habían sido ya multadas o no. También buscaba analizar con el vecindario, con las empresas donde había trabajado esa persona y con la familia, para ver si realmente se trataba de un invertido, como se decía entonces. Se hacían muchas entrevistas. Luego esa persona pasaba a disposición judicial y se encarcelaba preventivamente. Después tenía que, otra vez, declarar ante el juez y se le condenaba. En general se condenaba a pena de entre unos meses a como máximo tres años.

¿Hubo torturas en comisaría?

Hay algunos casos documentados, efectivamente. En la investigación que he llevado a cabo hay varias personas que se retractan de lo dicho en comisaría ante el juez, porque aseguran que lo han dicho por malos tratos. No dicen la palabra tortura, pero sí dicen que ha habido malos tratos y, por tanto, se retractan. Pero, claro, también se retractaban porque querían evitar la condena y querían negar la homosexualidad.

Una pareja fue detenida en el Parque de la Taconera en Pamplona. Uno de los hombres era obrero y lo detuvieron. El otro era un cura y no lo detuvieron.

¿Fue igual la represión para todos los gais y lesbianas o hubo diferencias por ideología, clases sociales, etc.?

Hubo un sesgo clasista. Eso es evidente. Se condenaban principalmente a los homosexuales de las clases humildes. Luego, para las clases acomodadas era otro tipo de represión, no era una represión policial o judicial. Hay algunos casos documentados de un militar expulsado de la carrera militar por homosexual. O un juez al que le obligaron a jubilarse anticipadamente porque habían visto que tenía prácticas homosexuales. Con respecto a las mujeres es distinto, porque solamente en todo el Estado, de momento, se conoce un caso de mujer detenida por la Ley de Vagos y Maleantes. Este único caso fue en Barcelona.

De hecho, por las entrevistas también he descubierto algunos casos. Como el de una pareja detenida en el Parque de la Taconera en Pamplona. Uno de los hombres era obrero y lo detuvieron. El otro era un cura y no lo detuvieron.

¿Qué otros casos ha podido documentar en Navarra?

Principalmente son casos de prostitución con menores. Pero hablamos de menores que tenían 20, 19 o 16 años. En los casos de prostitución hay muchas detenciones. Después, las relaciones sexuales en lugares públicos y en fiestas privadas. Alguna denuncia de un vecino o de una vecina porque ve a muchas personas desnudas en un piso. Eso ha pasado, por ejemplo, en Bilbao. Como además había menores, intervino la Policía y detuvo a todos. En este caso, por ejemplo, se trataba de una persona de una clase muy acomodada, pero como tenía relaciones con menores sí que lo detuvieron y condenaron.

¿Qué suponía ser gay, lesbiana o transexual en Navarra en comparación con otras ciudades como Barcelona, Bilbao o Madrid?

La diferencia es que, en Pamplona, cuando una persona gay era afeminada, tenía que irse porque era muy difícil vivir su vida como una persona homosexual. Se iban a ciudades más abiertas como Barcelona. Ahí sí había una comunidad más abierta que les conseguía trabajo, que les ayudaba, por ejemplo, en el mundo del cabaret. Cuando un hombre era afeminado era muy difícil para él encontrar un trabajo, por lo que el mundo del cabaret era una gran ayuda para estas comunidades. Por eso se iban principalmente a Barcelona, pero también en menor medida Bilbao. Si uno era un hombre masculino, podía vivir de forma disimulada manteniendo relaciones sexuales en los lugares públicos o en fiestas privadas, pero de otra forma era muy difícil. Hay una diferencia de grado, en una ciudad pequeña no había una comunidad importante.

El peso que ya tenía el Opus Dei y la Iglesia, por ejemplo, al apoyar la sublevación desde el principio, se notó en las instituciones y en los discursos. Y para esas personas fue un peso difícil de superar.

¿El peso de la religión y también una sociedad más rural influyó en ese ‘sexilio’?

Definitivamente. Y sobre todo aquí en Pamplona con el peso que ya tenía el Opus Dei y el peso que ha tenido la Iglesia, por ejemplo, al apoyar la sublevación desde el principio. Este peso, obviamente, luego se nota en las instituciones y en los discursos. Y para esas personas fue un peso difícil de superar.

¿Y en los pueblos todavía más?

En los pueblos más. Lo que hay es sexilio porque no se podía hacer nada. No solo porque quieran vivir ellos fuera, sino porque la familia les echa. Hay un rechazo social, familiar y moral en general que obligaba a huir.

¿Qué diferencia hubo entre ser mujer y lesbiana y ser hombre y gay?

Había una diferencia de grado. Porque la comunidad gay, que es el término actual ya que en aquellos años se le denominaba ‘comunidad invertida’, estaba más desarrollada. Obviamente no tanto como hoy. En el caso de las mujeres era algo mucho más invisible y aislado. De hecho, cuando uno consulta la prensa o hacemos entrevistas y consultamos las fuentes judiciales, no aparecen prácticamente en ningún lado. Eso es problemático. Existían, pero es difícil acceder a este tipo de fuente.

Había una doble de invisibilización

Totalmente. Una doble invisibilidad. Imagino que disimulaban, a lo mejor, casándose con hombres, llevando una vida disimulada o yendo al convento. No obstante, algunos casos que sí he visto y he desarrollado en el informe son los casos de las monjas que hacían tocamientos a chicas en colegios de Pamplona. Hay casos documentados y testimonios. Eran lesbianas, por decirlo de alguna forma, aunque a lo mejor no se definían como tal, que tenían relaciones sexuales con chicas en los colegios.

¿Eso no era objeto de represalia?

No. Lo que yo he visto es que, al menos de momento y con los casos consultados, es que nadie denunciaba. Todo el mundo lo sabía, todas las niñas lo sabían. Ocurría por la noche. Pero luego no había denuncia. Eran niñas pequeñas y no se comentaba por vergüenza o por otros motivos.

En este estudio abarca el franquismo y el periodo de la Transición. ¿Cuáles fueron los años más difíciles?

Los 20 primeros años de la dictadura fueron los más difíciles, porque no hay evolución prácticamente y la evolución que hay es hacia más represión policial a partir de 1970. Con esto se buscó contrarrestar lo que pasaba en otros países en un periodo de liberación, con los movimientos feministas o los movimientos de liberación homosexual en Estados Unidos, Francia o Inglaterra. Lo que trataba de hacer el Gobierno era precisamente evitar esos vientos de liberación que soplaban en otros lugares

¿Qué papel jugó en Navarra la frontera con Francia, un país con otra realidad política y social diferente a la española?

De momento no hay nada documentado. Sí que hay algo documentado, por ejemplo, en Barcelona y en Cataluña en general. Durante los años 70 se creó un movimiento de liberación o movimiento homófilo, como se decía. Tenían contacto con Francia. Iban a Francia, a Perpiñán, para ver películas, para tener más contactos de una forma un poco más libre. Pero aquí, en Navarra, imagino que los que podían se iban los fines de semana o de vacaciones. Pero no está documentado de momento.

La homosexualidad era considerada una enfermedad entonces. ¿Hubo terapias aversivas en Navarra?

Hay algunos casos de personas que, efectivamente, han estado en hospitales psiquiátricos. Aquí en Navarra no se sabe exactamente cuáles fueron las prácticas, pero en todo el Estado se realizaban terapias aversivas y también exploraciones físicas. Consistían en analizar la forma del ano o analizar el vello pubiano o el vello axilar, porque se consideraba en aquella época que la forma del vello determinaba de alguna manera la identidad sexual.

A las personas que ha entrevistado, ¿cómo ha cambiado su manera de vivir la sexualidad desde entonces hasta la actualidad?

Las que he entrevistado eran adolescentes durante la dictadura. A lo mejor la mayoría no tenía relaciones sexuales o era un despertar sexual no muy desarrollado. La liberación sería durante la Transición, porque eran personas que habían estado en movimientos o asociaciones políticas. Era gente muy concienciada. Ahí hubo una especie de liberación sexual y sus prácticas. Empezaron a abrirse bares. Aquí en Pamplona se abría el primer bar gay en el 1975, se llamaba ‘Conocerte es amarte, baby’. Era construir una comunidad a pesar de las dificultades porque la muerte de Franco tampoco significó una liberación absoluta en ningún caso. Poco a poco surge un movimiento y, de hecho, uno de los primeros surge aquí en Navarra junto al de Cataluña, en el 75. Fue el Comité Homosexual Navarro. Al principio son tres personas, pero luego se fue ampliando.

Se habla mucho ahora de la vuelta al armario de las personas mayores que vivieron la represión

Es un tema muy actual, el de la vuelta al armario de las personas mayores. Muchas tienen que ir a residencias para pasar sus últimos años de vida y ahí tienen que volver al armario, porque las otras personas mayores heterosexuales tienen en su mente los conceptos de hace muchos años y cierta homofobia interiorizada. Como insultos o el desprecio hacia estas personas. Ha habido alguna reivindicación importante en todo el Estado de hacer residencias especialmente para las personas LGTBI, para que se sientan protegidas y no tener que volver a sufrir otra vez lo mismo.

elDiario.es/Navarra

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