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Cinco alertas para el medio ambiente navarro

Un campo de extracción de gas en Bradford County, Pennsylvania / Foto: Greenpeace.

Garikoitz Montañés

¿Navarra es una comunidad comprometida con el medio ambiente? Desde Greenpeace valoran que sí. No obstante, el grupo ecologista también considera que la Comunidad Foral afronta diversos proyectos que pueden poner en cuestión ese respeto al entorno. La entidad, más activa en foros nacionales o internacionales, también participa en diferentes movimientos locales y lleva diez años movilizando voluntarios en torno a Pamplona. Ana Malón Irurita ha colaborado como voluntaria con Greenpeace durante ocho de ellos, y considera que “Navarra es una comunidad muy solidaria, muy volcada con los temas medioambientales. Hay muchos colectivos que se movilizan”. Y, de hecho, cada vez las organizaciones y los ciudadanos piden sostenibilidad en las inversiones públicas, disponen de “más información” y, por ello, exigen de las instituciones que la faciliten.

Porque una cuestión es que haya sensibilidad verde y otra, que se haya trasladado a las instituciones. Malón expresa que “me gustaría ser positiva y decir que sí, que se nota un cambio”, pero también matiza que la Comunidad Foral está amenazada por grandes proyectos que, en su opinión, anteponen el interés económico, y rápido, al mantenimiento verde. Desde el recrecimiento de Yesa al fracking o la incineración, de la línea de alta tensión al Tren de Alta Velocidad, varios son estas posibles agresiones; Greenpeace analiza las que considera las cinco más importantes.

El cambio climático: piensa local, actúa global

Uno de los objetivos de Greenpeace, de forma global, es conseguir que el Ártico sea declarado patrimonio de la humanidad. Para ello se han recogido más de seis millones de firmas y, ahora, se busca implicar a la clase política y a rostros conocidos. Quizá para Navarra pueda sonar un objetivo ambicioso y, por tanto, alejado, pero Malón insiste en que, en cuestiones medioambientales, todo está relacionado. Como los objetivos de reducir las emisiones, evitar las perforaciones, apostar por las energías alternativas, limitar la dependencia del petróleo, el gas o el carbón… Unas cuestiones con las que Navarra, subraya Malón, puede comprometerse.

Los residuos: no a la incineración

El Gobierno Foral anunció a mediados de septiembre que, finalmente, rechazaba la incineración puesto que había otras alternativas más sostenibles para tratar la basura. Malón reconoce su alivio por este paso, pero también insiste en que hay que mantenerse vigilante contra un tipo de infraestructura que “es una gran emisora de CO2, va en contra de la normativa europea, y normalmente suele estar blindada con contratos de larga duración”. En la actualidad, recuerda, en España se han llegado a proyectar once incineradoras, pero ya sea por el compromiso medioambiental (en el caso de Navarra, lamenta que el proceso de participación sobre el Plan Integrado de Gestión de Residuos de Navarra se reabriera solo tras las exigencias de los colectivos; un proceso, por cierto, organizado por una entidad, el CRANA, ahora disuelta), ya sea por las dificultades de la crisis económica, no todas siguen adelante. Desde Greenpeace, por su parte, defienden que la línea a seguir en el tema de los residuos es la reducción, reutilización y el reciclaje. En cambio, en Navarra aún está activa la posibilidad de la quema de basuras en la cementera de Olazagutía.

Yesa y la Nueva Cultura del Agua

A mediados de julio, el Gobierno central y la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) anunciaron a los vecinos de la ladera de Yesa afectada por un deslizamiento que, al final, les expropiarían sus casas. Este anuncio, desde el que no había novedades, pretendía poner punto final al problema de los vecinos desalojados de la zona, pero no ha supuesto el final del debate sobre si era necesario ampliar el pantano o no. Colectivos como Yesa+no siguen advirtiendo del peligro que este proyecto supone para Sangüesa y su entorno, y Greenpeace forma parte de este movimiento: “Es un proyecto que no han tenido ni participación ciudadana ni información, pero la CHE insiste en seguir adelante”. Malón lamenta que se apueste aún por este tipo de grandes infraestructuras y no por alternativas como la de la Nueva Cultura del Agua, una fundación que aboga por un uso más sostenible de la misma.

El fracking: Navarra, punto clave

Uno de los mayores puntos de interés de Navarra, e incluso de otras comunidades españolas, es cómo se solventa la polémica del fracking. El Parlamento foral ya declaró a la comunidad zona libre de este sistema de extracción de gas, pero el Tribunal Constitucional admitió a trámite el pasado 11 de septiembre el recurso del Gobierno central, que alega que esa no es una competencia navarra. Este proceso es similar al ya vivido en Cantabria o La Rioja, donde esos recursos han prosperado, pero expertos de Greenpeace como Julio Barea confiaban en que la autonomía foral permitiera superar este obstáculo. La posición de Navarra, así como de la zona norte, es clave porque se trata del entorno más jugoso, con más posibilidades de extraer gas, para estas compañías norteamericanas. En la actualidad, según repasa Malón, cuatro de estos posibles proyectos afectan a suelo navarro, así como a otras comunidades, y de ahí que el Estado se reserve la competencia de juzgar si puede dar luz verde a un proyecto que, según esta voluntaria, “tiene unos beneficios económicos muy a corto plazo y, luego, a la larga, provoca un destrozo medioambiental muy grande”.

No al TAV, sí al tren

Esta apuesta por otro tipo de energías es la que también argumenta Greenpeace para oponerse a las centrales térmicas de Castejón, al cierre de plantas nucleares (como la de Garoña, en Burgos) o la línea de alta tensión, que afectaría a zonas como Álava y Navarra y serviría para dar salida a estas necesidades energéticas. Y, en esa misma línea, Malón y Greenpeace se posicionan en contra del Tren de Alta Velocidad. Para esta voluntaria, se trata de una infraestructura “con una gran afección, sin un estudio de viabilidad y centrada en los pasajeros”, sin posibilidad de incluir las mercancías, una opción que podría haber ahorrado vehículos en las carreteras. Por ello, desde Greenpeace apuestan por oponerse al TAV pero por defender el impulso del tren convencional; porque Malon insiste en que otro modelo es posible, pero para ello hay que olvidarse de esos cantos de sirena de las grandes inversiones con efectos complicados.

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