“El encierro nos enseña a lidiar con nuestros miedos y a pensar en la fragilidad de la vida”

N. Elia

7 de julio, San Fermín. Una fecha mítica en la vida del periodista guipuzcoano del grupo Vocento Fernando, Chapu, Apaolaza. Una fecha tan señalada que con ella titula su libro (ediciones KO) en el que aborda los encierros sanfermineros “desde un punto de vista emocional”. “Para muchas personas, ver a un hombre delante de un toro puede ser un asunto de adrenalina, de locura, o incluso una chorrada”, reconoce. Pero en su libro ha intentado reflejar el sentido trascendente que dan al encierro muchas otras personas, sobre todo los corredores: “El encierro nos enseña a lidiar con nuestros miedos y a pensar en la fragilidad de la vida, nos acerca a la debilidad, nos hace sentirnos vivos, el encierro es un asunto muy profundo y que llega muy dentro”, explica Apaolaza.

¿Cómo relatar tanto sentimiento en un libro con personajes reales? “A través de mi propia historia, no porque sea un magnífico corredor, que más bien soy un corredor mediocre, sino porque vivo los encierros con muchísima ilusión y respeto”. De forma que, “el hilo conductor es mi propia historia, pero el nexo son el resto de historias que han hecho los corredores”.

Cuando Apaolaza presentó su 7 de julio en la Feria del Libro de Pamplona, lo hizo en plena escalera sanferminera (6 de junio) y en un entorno más que apropiado: el patio de caballos de la plaza de toros de Pamplona. Lo hizo, además, ante un público entregado y al que conocía bien, corredores del encierro, pastores, y gente del mundo del toro que le arropó en su presentación. ¿Qué pueden encontrar de nuevo en el libro personas que conocen bien el encierro? “A mí siempre me habían hablado del encierro desde fuera, de una cosa que no era. La gente no ha comprendido, o no lo hemos explicado, lo que trasciende del encierro. Creo que muchas personas se sentirán identificadas”, señala.

Cronista taurino

Al periodista le viene la afición al encierro por vía paterna. Su padre era cronista taurino en la plaza de Pamplona y un buen día, un 7 de julio, despertó a “Chapulín” y le anunció que iban a correr el encierro. Desde aquella primera carrera en la cuesta de Santo Domingo con solo 15 años, Apaolaza ha sido fiel a su cita con los encierros cada año, excepto el año en que nació su hija. Después, al año siguiente, volvió a correr. Pero ahora confiesa que ha repasado una y otra vez sus argumentos de corredor de encierros y padre de una hija, y que no sabe hasta cuándo seguirá corriendo. Aunque también dice que le gustaría mucho que su hija heredara la afición a correr ante los toros, “aunque yo me sienta como un auténtico imbécil”, apunta.

“Correr en la cuesta es comerle la boca a la bestia, es asomarse a un volcán en erupción a echar una meada”, escribe Apazaola para describir qué siente cuando corre en Santo Domingo. El miedo, reconoce el corredor, es el sentimiento más presente. Surge por la cercanía de la muerte y consigue, por contraste, reforzar el sentimiento de estar vivo. “Yo creo que no hay nadie que se acerque al encierro y haga una carrera, aunque solo sea un día, y quede ileso de estar tan cerca de sus miedos, de la muerte y de la vida, al fin y al cabo. El encierro es un regalo”, señala.